Opinión

RAYOS CATÓDICOS

Los corresponsales propalestinos

Los corresponsales pro palestinos
Almudena Ariza durante una conexión en directo desde Israel para el 'Telediario' RTVE

Sigo la información internacional porque la de aquí me la sé de memoria. No es que allende el milagro se produzca, ni mucho menos. Ganan los de siempre, perdemos los que nacimos para perder y poco más, pero leer los éxitos de Meloni o Milei alegra el ánimo y hace pensar -quizá ingenuamente- que si Argentina e Italia han podido librarse de los lerdos pro woke quién sabe si en España -léase estado español, este país del que usted me habla o nación de naciones- tendremos sentido común para reaccionar.

Pero la alegría dura poco en casa del pobre y el conflicto entre Israel y la horda criminal de Hamás junto con el resto de comparsas pagadas por Irán nos amarga también. Y digo yo, o los corresponsales de la Espantosa han bebido una pócima que les priva de entendimiento, o un comisario monclovita les ha dado una consigna inapelable, o se han dado un golpe en la cabeza con un poyete. Sigan ustedes las crónicas que hace Almudena Ariza, a quien tenía por rigurosa y seria. Si se guían por las cosas que dice de Israel y de lo que está pasando en Gaza acabarán creyendo que Netanyahu es Hitler con kipá, las Fuerzas de Defensa israelís son la encarnación de la SS División Leibstandarte o la existencia del estado de Israel es el Reichsprotektorat de Bohemia y Moravia.

Lo primero que debe hacer un corresponsal de guerra es mirar y tratar de entender lo que miras.

Lo primero que debe hacer un corresponsal de guerra, según Pérez Reverte y Miguel de la Cuadra Salcedo, testimonios inapelables, es mirar y tratar de entender lo que miras. Si lo entiendes o no lo entiendes no importa tanto como mirar y yo, modestamente, añadiría que hay que saber lo que se está mirando. Pero la Espantosa nos ofrece perpetuamente la imagen de un Israel genocida, bárbaro, asesino de niños y mujeres, un pueblo sádico que se complace en masacrar a los palestinos.

Te enseñan una escuela derruida, pero no dicen que debajo había un depósito de armas; hablan de hospitales acribillados por la metralla, pero callan que ahí estaba una sede terrorista. Decir que un israelí se pone delante de sus hijos para protegerlos, mientras los otros lo que hacen es esconderse detrás de los niños no es woke ni progre ni interesa. Los kilómetros de túneles, los zulos cargados de armas, los terroristas a sueldo de la ONU que no son pocos, el patrocinio iraní, la complacencia de Arabia Saudí, los vídeos donde fingen enterrar a un niño que se levanta cuando cree que han terminado, o el padre que llora junto a su hijo muerto mientras este se rasca un pie. Cero, lo tenemos que ver en RRSS.

Nada merece una pequeña mención en las teles oficiales. Israel es malo, y no se hable más. Eso sirve, claro, para consolidar un estado de ánimo pro árabe que permita disimular las barbaridades cometidas por colectivos de esa procedencia que han hecho suyos barrios enteros en el Viejo Continente.

No existe nada casual en política. Nos quieren avergonzados, bien por Méjico, bien por el mundo árabe, bien por el heteropatriarcado, bien por nuestra fe católica, por la Inquisición, por opinar que la República fue un auténtico desastre o, yendo al meollo, por no ser de izquierdas. La cosa es que vivamos con la cabeza agachada. Ustedes no sé, pero servidor está con Israel porque, como dije en el programa de Herrera este miércoles, cuando discuto, me gusta tener razón.

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