Una mala lectura del pasado siempre lleva a un fracaso del presente y el futuro. Es lo que está pasando al mundo hispano, del que España forma parte. El historiador mexicano Carlos Pereyra decía: “Hay cuentos para niños y también cuentos para adultos”. Estos últimos se manifiestan en el relato histórico que preside el nacimiento y mantenimiento de las principales naciones. Unos cuentos nos adormecen, otros nos siembran la mente de pesadillas, complejos y falsos chivos expiatorios.
En las líneas que siguen vamos a intentar poner luz es una de esas dicotomías históricas cubiertas por nubarrones, para dejarnos de cuentos y equilibrar el relato dominante por haber sido éste, hasta la fecha, negativo tanto para España como para América ¿Qué pasaría si la narración cambiara, aunque fuera, un poco?
1. “Quien denomina, domina”. El análisis de la aportación de los españoles (y de sus aliados indígenas, aunque no se les mencione) y de los aztecas, incas y libertadores, se basa en la insondable doble vara de medir. A los primeros se les aplica un descarado “presentismo” y una obsesión tremendista, mientras se dedica a los segundos un caritativo “contextualismo” (todo debe ser tomado en el contexto de la época) y una cuidada selección de imágenes para disimular su lado más salvaje y cruel. Esta doble moral cae con fuerza sobre el binomio Cortés-Bolívar. La fama del primero es negativa desde su apelativo de “conquistador”, seguido tiempo después del cariñoso “asesino”. Curiosamente lo de conquistador no ha pasado igual factura a otros, como Alejando Magno o Julio César, a los que él tomó como ejemplo, que con legados más efímeros y no menos muertos a sus espaldas gozan sin embargo de unánime reconocimiento. Mientras, Bolívar es el “libertador”, ¿de quién? De los españoles y su horrible legado. Pero que esto lo diga un descendiente de familia vasca, gallega y burgalesa supone pretender negarse a sí mismo y no para seguir con ninguna cruz a dios superior alguno. Ello, extendido a un continente mayoritariamente mestizo, crea un problema psicológico e identitario en bucle que deriva en esquizofrenia colectiva permanente. Esta distorsión cognitiva afecta desde los más humildes a los que habitan en palacios, incluido el Vaticano.
2. ¿Quién fue más genocida? Cortés era un guerrero y como en todas las guerras mandó matar y defender a los suyos, pero una vez acabada la campaña no hubo rencor sino voluntad sincera de acercamiento e integración de todos. Sus oponentes no eran precisamente santos, y si se pone la tinta sobre la matanza de Txolula (aunque no sepamos muy bien los detalles ni la influencia de los aliados tlaxcaltecas), sorprende que no se diga nada de Tecoaque (literalmente “lugar donde se los comieron”), donde se han descubierto calaveras de mujeres, heridos, enfermos, niños y 300 tlaxcaltecas. Bolívar, por su parte, (o los que han creado su relato) ha sabido escapar de su sombra alargada. Pocos hablan de la Navidad Trágica de 1822 que degeneró en la matanza de indios pastusos, violaciones incluidas; de la Orden de 1814 de asesinar a 1.200 españoles que estaban presos y en hospitales “sin excepción alaguna”; del asesinato de monjes capuchinos; del saqueo de Santa Fe; del Decreto de Guerra a Muerte de 1813 que premiaba a los soldados con ascensos en función del número de cabezas de españoles que trajeran; o de la “solución final” para los presos en Valencia, La Guaira y Caracas... La lista es larga y silenciada.
3. ¿Quién fue mejor diplomático y estadista? Cortés logró establecer una alianza estratégica con los indios sometidos por los aztecas que fue mutuamente beneficiosa. Hay quien dice que México debió llamarse Txalcala, pero muestra de que Cortés quiso integrar a los vencidos fue que ello no se dio. Fue también un gran estadista, y si no fuera por los celos que despertó su obra en Carlos I y Felipe II "el mayor enemigo de un hispano es siempre un hispano, aun el más cercano" sus “Cartas de Relación” debieron pasar a la historia como un manual de gobernanza y teoría política. Cortés sienta las bases del gobierno moderno y del modelo institucional y económico que duraría tres siglos, con una doctrina revolucionaria sobre la transmisión de la soberanía, una incipiente pero clara separación de poderes, una justicia independiente diseñada especialmente para proteger a los indios, una estrategia comercial visionaria… Bolívar, por su parte, selló una alianza con los ingleses que le ayudó a ganar (pues apoyo popular no tenía suficiente), pero que a la postre sólo benefició… a los ingleses. Su necesidad acuciante de apoyo le llevó a ofrecerles hasta a Nicaragua y Panamá, instando a Perú a venderles todas sus minas y propiedades para pagar la deuda inasumible. Vino tal vez con buenas intenciones, pero acabó instituido en dictador vitalicio y considerando a los indígenas y pardos como inhábiles para la democracia y casi como enemigos de las nuevas naciones. En una carta a Iturbe de 1813 decía: “la democracia en los labios, la aristocracia en el corazón”
4. ¿Quién reconstruyó más y dejó mejor legado? Fuera como fuera la mítica Tenochtitlán, la México que se encuentra Humboldt a principios del siglo XIX le pareció una de las ciudades más bellas del mundo e incomparablemente más rica que los villorrios del norte, esos a los que ahora el pueblo mexicano se ve forzado a emigrar. Cortés puso dinero de su bolsillo para construir cuatro hospitales, el puerto de Acapulco (seguro que alguna placa lo recuerda) o un colegio universitario con el que esperaba dar “una clase indígena preparada para sus altas funciones con la cultura universitaria europea” (según reza su testamento). Dejó tres siglos de un gobierno estable con paz interna y una expansión que llegó a Alaska y Asia haciendo de Nueva España el polo comercial más importante del mundo. Bolívar, por su parte, encontró un territorio enormemente próspero (así lo constata Andrés Bello en un examen de situación previo a la independencia), y dejaría dos siglos de gobiernos inestables, caudillajes, guerras civiles y por fronteras inexistentes, decadencia económica y pobreza. En una carta al General Juan José Flores, un mes antes de su muerte, decía: “Usted sabe que yo he mandado veinte años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: a) la América es ingobernable para nosotros, b) el que sirve una revolución ara en el mar, c) la única cosa que se puede hacer en América es emigrar”. Premonitorio.
5. Y, sin embargo, Bolívar cuenta con 12 estatuas en España al aire libre, mientras Cortés sólo una en México oculta en un parque poco transitado de Coyoacán, si bien en la propia España no tiene muchas más. Cosas de nuestros complejos patrios incomprensibles porque para estos tiempos en que tanto se habla de empoderamiento, cabe recordar que Cortés era hijo de hidalgos pobres de una tierra en extremo dura, que con esfuerzo llego a alcanzar gran éxito incluso en el terreno del emprendimiento, típico ejemplo de lo que los anglosajones piensan tener en exclusiva el self made man. Bolívar, por su parte, venía de una familia de destacada posición económica y social, rentista y hacendado, era titular de un rico mayorazgo.
Por tanto, ¿cuál de los dos sería mejor ejemplo para un futuro próspero de América? Juzgue egoístamente el lector. No sea hispanobobo.
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