Yo-Yo-Yolanda Díaz no es una ministra de Trabajo al uso. Es comunista, ejerce de secretaria general de CCOO y, además, es populista-narcisista. Factores que, sumados, dibujan un perfil que mueve a la confusión, porque desconoce la materia de su trabajo y apenas parece darse cuenta de cómo funciona el mundo. Muy bien se recuerda aquel abril de 2020 cuando, vestida de rojo y junto al titular de la Seguridad Social, intentó desmenuzar en qué consiste lo de los ERTEs: «A ver si somos capaces de explicarlo y me ayuda también el ministro Escrivá, aquí presente Por tanto, los ERTEs no son paro. Piensen que los que computan están de alta, ¿de acuerdo?». No.
Gesticulaba ella muchas comillas y movía intensamente las manos, mientras su compañero de Gabinete hacía lo que se hace cuando no sabes dónde meterte: sonreír con cara de pánfilo, no perder la compostura, ocultarse tras el atril y resoplar en silencio a la espera de que pase el trago. En fin, Díaz no es de este mundo.
En segundo término conviene recordar que en aquella etapa cambiaba su forma de vestir más que una adolescente despistada. No valoramos el estar ante la versión femenina y ministrable de Mortadelo, prodigio del espionaje ibérico. Era todo espectáculo. Repartía millones en ayudas y subvenciones a la vez que nos deleitaba con prodigiosos cambios estilísticos: las gafas vintage a juego con la camisa de ganchillo, el pelo con ondas o recogido, la blusita de la señorita Rottenmeier con tufillo a naftalina y otros outfits singulares. Ella sigue buscando en el vestidor y parece que no se encuentra.
Sumar, que no restar, o cuadrar las cuentas. Eso es lo que nos toca hacer a los españoles a partir de este mes porque los números mandan y el rojo negativo se lleva esta temporada
En el tercer punto hay que mencionar su actual empeño por Sumar. Ha creado una plataforma, que no partido, para calcular si tiene apoyos suficientes de cara a las próximas elecciones y así poder decir «adeus» a Podemos, a los que no invitó a su agobiante (por los calores) presentación en el Matadero de Madrid. Sumar, que no restar, o cuadrar las cuentas. Eso es lo que nos toca hacer a los españoles a partir de este mes porque los números mandan y el rojo negativo se lleva esta temporada.
¿Qué ha hecho en estos años la ministra de Trabajo? En verdad, además de ruido mediático, muy poca cosa. Es responsable de que se haya aprobado una nueva reforma laboral. La anterior, de 2012, fue del PP y, por ejemplo, ya contemplaba esos ERTEs que con tanta insistencia ella ha exhibido y esgrimido durante la pandemia como ocurrencia propia. Lo único que en verdad puede anotarse en su haber es haberse aprovechado de la herencia de Rajoy, alabada y defendida en Europa, añadirle el griterío de los sindicatos e inventarse un nuevo procedimiento para alterar la estadística. Nada aporta al mercado laboral, tan sólo maquilla la realidad del desempleo con la creación de la figura de los fijos discontinuos, semovientes en paro que pasan a convertirse en fuerza laboral activa.
Yolanda Díaz salta de su cartera al sindicato y viceversa. Ora se pone un vestidito de algodón, ora se encuera para un la portada en una revista de género. Cosas propias de cualquier ministro, bien sea capitalista, comunista o anarquista. No siempre funciona. «Hacemos cosas chulísimas y no somos capaces de comunicarlas», reprocha mirando a sus compañeros de Gabinete.
Y no podríamos tener a tan simpática Mortadela de los mil trajes sin un soso un Filemón a su vera. Ella cuenta con Sánchez, con quien forma un buen equipo porque ambos se necesitan de cara a la permanencia en el poder. Podemos es un club social de niños bien en franco retroceso, de Izquierda Unida ya no quedan ni las chapas de los botellines de Garzón, el eterno jovencito Errejón todavía no ha vuelto del campamento de verano y Mónica-médico-y-madre anda por Madrid buscando su hueco imposible. Total, la izquierda se reduce a Sánchez & Díaz S.A.
La receta es conocida por todos: bajar impuestos, no ahogar a quienes crean empleos e incentivar la contratación. Es decir, justo en las antípodas de las cosas chulas de Yolanda
Su última gran idea ha sido reclamar de malos modos a la patronal que suba los salarios porque "los sindicatos en España están defendiendo el interés general, a 17 millones de personas que hoy son asalariadas. Tenemos que subir los sueldos para evitar lo que vivimos en la anterior crisis gestionada por el PP". La receta buena es conocida por todos: bajar impuestos, no ahogar a quienes crean empleos e incentivar la contratación. Es decir, justo en las antípodas de las chuladas de Yolanda.
Hoy la fórmula que Mortadela Díaz aplica para decirle a la patronal lo que tiene que hacer bajo el paraguas de su grey sindicalista resulta la mar de útil. Se podría hacer algo similar sobre las decisiones ideológicas que adopte el Gobierno de Filemón Sánchez, especialmente las referidas a las leyes sectarias e ideológicas. Preguntemos a las confederaciones de maestros y padres qué hacemos con la ley de educación, o a profesionales médicos y a tantos españoles sobre la reforma de la ley del aborto. Y ya que nos ponemos exquisitos hablemos con ginecólogos sobre la estupenda idea de recetar hormonas como anticonceptivos. Como broche final, siguiendo esta extraña ley de proporcionalidad, habría que escuchar a asociaciones feministas y hombristas sobre si hemos de considerar o no como mujeres de pleno derecho a quienes no lo son por nacimiento, que es la gran jugada de la ministra Irene Montero. Tristemente, España parece la TÍA del maestro Ibáñez. A todo esto, ¿qué es del ministro Alberto Garzón, ese Carpanta a la inversa?
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