Se acabaron los tiempos de mirar hacia otro lado, de fingir que nadie sabe nada, de poner carita de circunstancias cuando se acosa a un no separatista. Porque todos esos progres de salón son tanto o más culpables que los nacional separatistas de lo que pasa en Cataluña. Son ellos quienes han blanqueado el sepulcro supremacista y violento en el que pretenden meternos a la mayoría de catalanes que no comulgamos con su fanatismo racista y, ahora tenemos la última prueba, violento.
Son los socialistas, tan equidistantes, tan buenistas; son los podemitas, neocomunistas de cargo y coche oficial, siempre dispuestos a apoyar al separatismo antes que actuar en defensa de la clase trabajadora; son los periodistas, intelectuales y artistas adictos al régimen, que sostienen en una mano el bolígrafo para firmar manifiestos infames mientras que con la otra reciben subvenciones jugosas; son los empresarios que callaron como unos muertos mientras el monstruo crecía y crecía. Es la sociedad catalana que no creía que la revolta de els somriures acabaría en un sórdido taller, repleto de elementos para fabricar explosivos que no tienen otra finalidad que la de causar muerte y terror.
¿Qué se creían ustedes? ¿Qué mantener a incendiarios en TV3 o en Cataluña Radio salía gratis y no iba a tener consecuencias? ¿Qué tolerar a cargos públicos su desobediencia y su golpismo contumaz no acabaría por pasar factura? ¿Qué pactar con ellos en instituciones o prometerles indultos y referéndums los amansaría? ¿De verdad se lo creyeron? ¿Creyeron que existían dos separatismos, uno bueno y otro malo? A juzgar por como todos, absolutamente todos, han respondido de manera unánime a las detenciones, acusando al estado de inventárselo todo y de perseguir de manera fascista e implacable a unos pobres angelitos, nadie entre ellos puede tener ya la menor excusa.
¿Qué se creían ustedes? ¿Qué todo se arreglaba con el famoso y asqueroso talante? Grave error. A la que rascas, los admiradores de Otegui se despeñan por la misma senda que él
Defender a los presuntos terroristas es repetir lo que ya vimos, por desgracia, durante décadas en el País Vasco. Es banalizar al mal como hacía Arzalluz con ETA, justificando a quienes buscan la eliminación de cualquier forma de disidencia, recurriendo a todos los métodos. Es defender a un Puigdemont que llama a la insurrección desde su cómoda casita de Waterloo o a Borrás, que acude a las manifestaciones con un bolso de Armani, que, quien lo tiene, lo gasta. Es defender a los de siempre, a los que manejan el cotarro. ¿Qué se creían ustedes? ¿Qué todo se arreglaba con el famoso y asqueroso talante? Grave error. A la que rascas, los admiradores de Otegi se despeñan por la misma senda que él. Ya va siendo hora de que las cosas se digan alto y claro: Cataluña está en manos de unos golpistas peligrosos que no van a dejar de insistir en su locura y recurrirán a lo que sea con tal de conseguir sus fines. Si el estado no hace nada, si los partidos nacionales no se ponen las pilas, si no se les corta las alas a esos violentos –que cada día lo serán más-, acabaremos lamentando la sangre que se va a verter por las calles de mi tierra.
Cuando esto suceda, y Dios quiera que no pase nunca, que no nos digan que se solidarizan con las víctimas o que parece mentira a que extremos se ha llegado. Ustedes, políticos de un rojo pálido vergonzante y vergonzoso, serán tan responsables como quienes siembren de crímenes Cataluña. Por ese camino vamos si no se aplica la ley. ¿O que se creían ustedes?
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