Opinión

Criptomaná

El dinero digital abre la puerta a la mayor inundación de fondos de la Historia de la humanidad. Y, en consecuencia, a la degradación completa del ahorro y del esfuerzo

“El euro pertenece a los europeos y nosotros somos su guardián. Debemos estar preparados para emitir un euro digital, en caso de que surja la necesidad", Christine Lagarde

Vuelve a dispararse el Bitcoin a niveles próximos a los que alcanzó en la “fiebre” de 2017. No es noticia, quizá porque la covid-19 y los pactos con Bildu tienen un interés mucho mayor para el usuario medio, y quizá porque, entonces, tampoco debió serlo. Y eso pese a que los noticieros abrían, durante aquel último trimestre del año, con las revalorizaciones diarias de la criptomoneda más popular. En los dos últimos meses se ha revalorizado más de un 60% hasta los 18.000 dólares, y con serias expectativas de seguir subiendo.

La pregunta surge, irremediablemente, como surgió hace tres, pero hoy, si cabe, con más fuerza. ¿Son necesarias las criptomonedas? ¿Está nuestro futuro financiero ligado a ellas, o son sólo una moda pasajera, un refugio de libertarios y anarquistas irredentos, un paraíso de especuladores, traficantes de droga, de personas y de armas?

No entraremos a analizar aquí las razones que explican la subida actual de la cripto de referencia, ligadas mucho más a la inversión de empresas “serias” como PayPal, que ya permite a los usuarios de ciertos mercados pagar en varias criptomonedas como el Bitcoin, Ethereum, Litecoin o Bitcoin Cash. MicroStrategy es una empresa cotizada, líder en soluciones de inteligencia empresarial, que decidió invertir 425 millones de dólares en Bitcoins entre agosto y septiembre.

En este caso, el fundador y CEO de la empresa, Michael Saylor, señaló que fue la laxitud de la política monetaria de la Reserva Federal estadounidense y la relajación del objetivo de inflación las que le impulsaron, definitivamente, a transformar su tesorería en Bitcoins. “Estamos convencidos de que Bitcoin es menos arriesgado que el efectivo, menos arriesgado que el oro”, declaró. Lo cierto es que el deterioro de la rentabilidad real de los activos financieros tradicionales, derivados de la política de estímulos masivos de los bancos centrales, provoca que cada vez más inversores les presten una atención creciente.

Los bancos comerciales asumen más riesgo en las operaciones habituales, generando más incertidumbre sobre el futuro de un sistema dopado por el exceso de liquidez

Y son los bancos centrales, paradójicamente, quienes están provocando la fuga hacia las criptomonedas. Cuando uno de ellos, como el europeo, castiga a los bancos comerciales al cobrarles un 0,5% por mantener depósitos y no “poner a trabajar” el dinero en préstamos empresariales y al consumo, no son de extrañar actitudes tendentes a escapar de la represión.

Es evidente que los bancos comerciales asumen más riesgo en las operaciones habituales, generando más incertidumbre sobre el futuro de un sistema dopado por el exceso de liquidez y el enorme volumen de deuda pública que los propios bancos centrales se encargan de monetizar. Un sistema perverso en el que el papel moneda es el último refugio del ciudadano, como señalaba aquí hace pocas fechas, y el próximo objetivo a derribar de gobiernos y bancos centrales. No cabe duda de que las recientes declaraciones de la señora Lagarde, presidenta del BCE, acerca de la exploración de un euro digital apuntan claramente a la línea de flotación actual del sistema.

El yuan digital

Si partimos de la premisa básica de que la tecnología subyacente al Bitcoin y, en general, a todas las criptodivisas y que, además, en el caso del Bitcoin en particular, estamos ante una “divisa” deflacionaria (sólo se pueden “minar” 21 millones de unidades, y ya hemos alcanzado los 18.5 millones), ¿Qué sentido tiene para un banco central la emisión de moneda empleando esta tecnología? La respuesta nos la ofrece China, que ya está probando su yuan digital.

Los intervinientes en el sistema tienen, en primer lugar, la obligación de inscribirse y, por tanto, de identificarse, manteniendo el gobierno (esto es, el Partido Comunista Chino) las identidades de los usuarios (en el límite, cuando se generalice definitivamente el sistema, de los 1.400 millones de ciudadanos). Olvídense del anonimato cuando se trata de participar en un mercado controlado por China. Este es, posiblemente, el aspecto que más le gusta a cualquier Ministerio de Hacienda.

Sectores completos de la economía se verían, en el caso europeo, “beneficiados” con transacciones directas desde el correspondiente banco central, sin necesidad de recortar dinero en otras partidas

En segundo lugar, la cadena de bloques no tiene por qué estar basada en Bitcoins (de hecho, en el caso chino no lo está), de forma que nada impide al banco central chino (esto es, al Gobierno, es decir, al Partido Comunista Chino) abrir y cerrar la manguera de yuanes digitales a su libre voluntad. Ya no será necesario robar un furgón blindado de dinero, como hizo el Dioni. Bastará con que el gobernante decida quién debe ser premiado, y quién castigado. Sectores completos de la economía se verían, en el caso europeo, “beneficiados” con transacciones directas desde el correspondiente banco central, sin necesidad de recortar dinero en otras partidas.

El dinero digital abre la puerta a la mayor inundación de fondos de la historia de la humanidad. Y, en consecuencia, a la degradación completa del ahorro y del esfuerzo. El maná caerá, por fin, del cielo que serán los bancos centrales, que crearán un problema mucho mayor que el que supuso el final del patrón oro.

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