Opinión

La crisis de los antibióticos

En 2050 las infecciones producidas por bacterias multirresistentres (BMR) provocarán más fallecimientos que el cáncer

La crisis de los antibióticos se ha instalado de forma lenta y progresiva, casi inadvertida, hasta convertirse en una grave amenaza para la salud pública mundial. En los hospitales de países desarrollados como el nuestro, están ingresados pacientes con infecciones graves producidas por bacterias multirresistentes (BMR) que ya son intratables, y su diseminación hasta ahora está siendo imparable. De seguir así, las estimaciones son aterradoras: en el 2050 estas infecciones producirán más muertes que el cáncer, y solo en Europa un millón de personas morirá cada año.

Los antibióticos son unos fármacos extraordinarios, porque han salvado más vidas que ningún otro grupo de medicamentos. Sin embargo, desconocemos y olvidamos a la par que su impacto ecológico les diferencia del resto de medicamentos, porque trasciende al propio paciente que lo recibe y afecta a la sociedad. De tal forma que, al prescribir, dispensar, o tomar un antibiótico se añade a la responsabilidad individual, una responsabilidad social. Porque prescribir, dispensar o realizar mal el tratamiento antibiótico, incrementa el riesgo de BMR, y con ello el de transmitir a la familia, los amigos, y la comunidad infecciones graves e incluso mortales por estas bacterias.

A pesar de todos estos datos, la crisis de los antibióticos y de las resistencias bacterianas no está en los telediarios, ni preocupa a la sociedad.

En países desarrollados como el nuestro hay pacientes con infecciones graves producidas por estas bacterias que ya son intratables, y su diseminación hasta ahora está siendo imparable"

Las resistencias microbianas son un hecho biológico, un mecanismo de defensa de las bacterias para protegerse frente a los antibióticos, expresión de una guerra biológica entre las especies humana y bacteriana, que estamos perdiendo, porque la velocidad de las bacterias para generar resistencias está siendo superior a la velocidad para inventar nuevos antibióticos. Nos están dando una auténtica lección que deberíamos imitar, porque las bacterias lo han conseguido trabajado en equipo, intercambiando información, plásmidos, genes de resistencia, y aprovechando la globalización para diseminarse, gracias a que no les importan las fronteras. Por el contrario, los humanos hemos acelerado ese proceso biológico utilizando en exceso y sin precisión los antibióticos, trabajando cada uno por nuestro lado, con escasa coordinación, y reduciendo la investigación, por lo que el descubrimiento de nuevas moléculas se ha ralentizado.

¿Quiénes son los responsables? La crisis de los antibióticos es una irresponsabilidad compartida, de los profesionales sanitarios, los ciudadanos y los políticos, aunque en grados muy diferentes de responsabilidad. Y la contribución por países es muy heterogénea, siendo la de España muy elevada, porque nuestro país está entre los primeros del mundo en consumo de antibióticos.

Los profesionales somos responsables de la crisis de los antibióticos porque su prescripción y dispensación es muy mejorable. Una de cada dos prescripciones es inadecuada. Esta cifra extraordinaria de no calidad se debe a la desproporción entre el ingente volumen de nuevos conocimientos sobre infecciones, bacterias, nuevos huéspedes y antibióticos que aparecen cada día y el tiempo que los médicos dedican a la formación continuada en antibióticos. Este gap, que no para de aumentar, genera en el médico incertidumbre, la situación perfecta para que el marketing comercial tenga un efecto multiplicador sobre las prescripciones. Y a todo ello se añade en nuestro país la anacrónica e injustificable ausencia de la especialidad de enfermedades infecciosas, que impide la formación reglada de infectólogos. Los profesionales también hemos sido responsables en la medida que no entendimos que para hacer frente a este enemigo solo hay un camino, trabajar en equipo. Afortunadamente esta situación está cambiando.

La dispensación de antibióticos es otra oportunidad para mejorar. En este acto, que es mucho más que la venta de un producto, el farmacéutico contribuye a formar al ciudadano en el correcto uso del antibiótico prescrito, reforzando con su consejo la necesidad de que cumpla con la posología prescrita, y corrigiendo los posibles errores de prescripción, además de cumplir con la ley vigente que prohíbe la dispensación de antibióticos sin receta médica.

Asistimos a una guerra entre las especies humana y bacteriana que no aparece en los telediarios; una guerra que estamos perdiendo por la velocidad de las bacterias para generar resistencias"

Los ciudadanos también son responsables de la crisis de los antibióticos en tanto que incumplen la prescripción facultativa, cambiando la dosificación, o la duración del tratamiento; cuando se automedican o hacen de “médicos” y recomiendan a otra persona tomar lo que a ellos les fue bien; o no realizan las medidas higiénicas, como la higiene de manos, o las vacunaciones correspondientes, que son claves para evitar infecciones. Según el eurobarómetro, los españoles están a la cola de Europa en conocimientos sobre antibióticos e infecciones.

Los políticos, la administración sanitaria central y las autonómicas, también son responsables de la crisis de los antibióticos. Lo son en la medida que no hacen cumplir la ley, evitando la venta de antibióticos sin receta; cuando no confían el liderazgo profesional a los planes de lucha contra las resistencias y no les dotan de los recursos necesarios para ejecutarlos; cuando no incorporan el conocimiento sobre el uso prudente de los antibióticos al currículo de educación primaria y secundaria; al no crear la especialidad de enfermedades infecciosas, como recientemente les acaba de recordar el propio ECDC; cuando las diecisiete autonomías no coordinan sus acciones para hacer frente a este enemigo que para nuestro sonrojo no entiende de territorios; y finalmente al recortar los presupuestos para investigación. ¿Cuál es el tratamiento de esta crisis? Las dos medidas clave son la formación y la investigación, y sabemos cómo aplicarlas, pero por el momento carecemos de los recursos para ello.

Formación a los ciudadanos y a los profesionales, recordando que es necesario innovar para tener éxito, porque la que se ha realizado hasta ahora nos ha llevado donde estamos. Sabemos cómo hacerlo, televisión y PROA (Programas de Optimización de Antimicrobianos). Las campañas de seguridad vial en televisión han tenido éxito, repitamos en las escuelas y en la televisión. Los PROA, liderados por microbiólogos, preventivistas, farmacéuticos e infectólogos sabemos cómo implantarlos, y hemos demostrado que funcionan mejorando el uso de antibióticos, y reduciendo las resistencias y la mortalidad por infecciones graves, pongámoslos en marcha. Para ello es imprescindible el apoyo institucional con financiación para pagar el tiempo que la formación requiere, y para incorporar los avances del diagnóstico microbiológico precoz.

España es de los primeros países del mundo en consumo de antibióticos, al tiempo que, según el Eurobarómetro, estamos a la cola de Europa en conocimientos sobre antibióticos e infecciones"

Investigación pública y privada, nacional y europea, para desarrollar con la rapidez que necesitamos nuevos antibióticos. Tenemos cómo hacerlo, a través de las convocatorias competitivas del Instituto de Salud Carlos III y de las redes temáticas de investigación cooperativa en salud (RETICS) a nivel nacional, y en Europa de los consorcios público-privados como el programa New Drugs for Bad Bugs (ND4BB) de la Innovative Medicines Initiative (IMI) que ya existen.

Juntos podemos afrontar con posibilidades de éxito la crisis de los antibióticos y de las resistencias bacterianas, pero para ello es imprescindible cambiar el escenario actual, y que las palabras y los planes den paso a la confianza profesional, los recursos, los datos y los resultados, porque de seguir así, la amenaza de volver a la era pre-antibiótica estará más cerca.

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