Es la marca de los grandes pensadores: las intuiciones capaces de sobrevivir a su tiempo. Ocurre con muchas de las que que recoge La crisis del patriotismo (Sequitur), una breve pero potente recopilación de artículos donde Miguel de Unamuno da rienda suelta a sus frustraciones por la decadencia de España en los años finales del siglo XIX. “Hace ya tiempo que viene cumpliéndose en los sentimientos sociales, por lo que a la patria respecta, un curioso fenómeno que cabe llamar polarización, consistente en que van creciendo paralelos el sentimiento cosmopolita de Humanidad y el apego a la pequeña región nativa. El regionalismo se acrecienta de par con el cosmopolitismo, a expensas del sentimiento patriótico nacional, mal forjado por la literatura erudita y la historia externa. A medida que se ensancha la gran Patria Humana, se reconcentra lo que aquí se llama la patria chica o patria de campanario”, lamenta el autor.
Nuestro filósofo anticipa la pinza infernal que sufrimos en 2024, con España atrapada entre la cháchara buenista del globalismo y el discurso narcisista de los separatismos catalán, vasco y gallego. “Entre Castilla y Cataluña ha habido un lamentabilísimo y vergonzoso pacto tácito. La primera ha sido tributaria económica de la segunda, a cambio de que ésta sea tributaria política de ella, y siempre que los gobiernos, radicantes en Castilla e influidos por el ambiente castellano, han cedido a las exigencias económicas de Cataluña, o más bien de Barcelona, los catalanes, distraídos en su negocio, no se han cuidado de imponer en otros órdenes de la vida su manera de sentir ésta. Han vendido su alma por un arancel”, denuncia. ¿Les suena el conflicto?
Contra las taifas
El filósofo sueña con una Cataluña y un País Vasco que no aspiren a desgajarse de España, sino a contagiar a la nación virtudes propias. “Frente a todos los que en mi país se pronuncian contra la invasión de los maquetos, de los castellanos, decía: ‘¿Qué es eso de invasores? ¿No lo somos nosotros? Si no queréis ser invadidos, invadid; si no queréis que os absorban, absorbed; todo menos cerrar las válvulas y permanecer aislados'”, defiende. “Tened, además, en cuenta que hay que acabar y completar la obra de la reconquista española, desarraigando las taifas que aún nos quedan, extirpando el beduinismo”, añade. En esas seguimos, con escasa fortuna.
Unamuno lamentaba que se usase la expresión 'dar la vida por la patria' solo para quienes la perdían de manera violenta
Unamuno atisba incluso la victoria de la tecnocracia sobre el humanismo. “Es casi incuestionable que la sociedad progresa más que el individuo (…) Un buen piano mecánico es mejor que un mal pianista, y ya es algo, dado que los malos pianistas son los más, pero es muy inferior hoy a un pianista bueno”, señala. Una líneas antes nos advierte de los peligros de que las artes se vuelvan un negocio más, como el de las conservas. “Entre literatos es frecuente, como entre industriales, no ver en el hombre más que un productor en el sentido económico, no un hombre; tantas novelas o tantos dramas por año”, destaca.
La visión del libro es sombría pero animada a impulsar cambios: “Otras muchas falacias pueden citarse al respecto, y entre ellas la de reservar la frase de ‘dio su vida por la patria’ para aquel a quien se la arrebataron violentamente mientras sostenía, con las armas en la mano, el partido que el Gobierno de su patria le mandó sostener, como si no diera también su vida por la patria aquel que la consume día a día en servicio de su cultura y sus prosperidad”. Don Miguel piensa que a España le sobra testiculina y aspira a una país con más hombres de cultura que de cuartel. Lo que nunca sabremos es que habría escrito de nuestro país actual, sobrado de tecnócratas domesticados y huérfano por completo (o casi) de personas dispuestas al sacrificio.
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