El buque escuela de la armada española Juan Sebastián Elcano hizo escala en Barcelona durante unos días. Todas las entradas para visitarlo se agotaron en cuestión de horas. La cola de ciudadanos esperando su turno para subir a bordo ocupaba todo el larguísimo muelle de Balearia, familias enteras desafiando la lluvia y el viento de unos días especialmente grises y desapacibles para poder disfrutar de todos los rincones del bellísimo velero símbolo de nuestra Armada.
A la semana siguiente, el estadio de Cornellà del Espanyol se llenó, como se dice en catalán, de gom a gom, para asistir al “apasionante” amistoso España-Albania. Los chats de amigos hirvieron durante toda la semana con los preparativos: Había que desplegar banderas y sacar equipaciones. Un día de fiesta futbolera y de amor a nuestra selección.
Una generación entera ha llegado a edad de votar sin haber tenido la posibilidad de animar a su selección a grito pelado o de visitar un barco simbólico para nuestra Nación
Ha habido que esperar dieciocho años, ¡dieciocho años!, para que ambos acontecimientos se concretaran en esta región española que es Cataluña. Una generación entera ha llegado a edad de votar sin haber tenido la posibilidad de animar a su selección a grito pelado o de visitar un barco simbólico para nuestra Nación que sin embargo paraba habitualmente en puertos extranjeros en los que su presencia no era, ni mucho menos, tan necesaria.
En más de dos tercios de los pueblos catalanes, convocatoria tras convocatoria, no se presenta ninguna lista constitucionalista a las elecciones municipales. No es que los sufridos y silenciosos, por miedo muy justificado, habitantes de dichos municipios sean por necesidad independentistas. Es que no pueden votar otra cosa por incomparecencia de España.
Pero el buque escuela se llenó de niños asombrados por los guardiamarinas de uniforme y su magnificencia de barco histórico y a la semana siguiente otros niños con sus padres disfrutaron de una tarde espectacular animando a España contra ese “terrible enemigo” que es Albania con la misma intensidad que lo hicieran en otros partidos míticos disputados en el añorado estadio de Sarriá en el Mundial de España.
España es al final eso: nuestros recuerdos compartidos, nuestras tradiciones, nuestros padres, y el sabernos todos pertenecientes a una gran nación
Da igual que en la rebotadísima retransmisión que hizo el diario Sport del partido se calificara a los asistentes como “numerosa colonia española en Cataluña”, robándoles así de su condición de catalanes en su propia tierra, uno más entre tantos otros calificativos insultantes y racistas con los que el independentismo supremacista nos desprecia a diario. Pues nos quedamos con colonos, como nos quedamos con charnegos, botiflers o fachas, y a mucha honra, señores míos, porque esos calificativos definen más a quien los emite que a quien los recibe.
Y es que cuando España está, los catalanes responden. Pero no pueden volver a pasar dieciocho años, no se puede hacer dejación constante del territorio, no se nos puede dejar sin una candidatura a la que poder votar.
Esos niños que con sus padres han visitado el buque o han animado en el estadio han creado un recuerdo imborrable de España mezclado con la seguridad de la mano fuerte de papá en su mano pequeñita. Y España es al final eso: nuestros recuerdos compartidos, nuestras tradiciones, nuestros padres, y el sabernos todos pertenecientes a una gran nación.
Que puedan crearlos aquí, en este rincón de España, todos los años.
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