A finales de mes, el día 24 cumple un año de lo que empezó a llamarse invasión rusa de Ucrania y que ahora, tras meses en los que la confrontación parece más igualada, se suele denominar como “guerra de Ucrania”. Saldrán muchos análisis en todos los medios que recordarán todo lo acaecido desde un punto de vista geopolítico, económico, bursátil… incluso ideológico. Pero yo me adelanto porque, como pasó con la pandemia (el 31 de enero hizo tres años de las famosas palabras de aquel Simón: “"España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado"), antes de tomarse en serio la amenaza, hubo un tiempo en la que se ignoró. Muy pocos pensaban entonces que Rusia se atrevería a tanto. Incluso los que daban por hecho que habría invasión, creían que el ataque se circunscribiría a la zona en disputa desde hacía años, y pocos imaginaron que Putin pretendiera conquistar Kiev en unos días.
La información que tiene la inteligencia estadounidense acerca de las fuerzas armadas rusas, de sus planes y de sus movimientos, es bastante eficaz
Las noticias que nos llegaban hace un año apuntaban que la inteligencia americana había detectado una fuerte concentración de tropas rusas en la frontera con Ucrania, algo primero negado por el Ejecutivo de Putin y luego confirmado pero con excusas tales como que “Rusia niega tener motivos agresivos, insistiendo en que está respondiendo al aumento de la actividad de la OTAN cerca de sus fronteras y al fortalecimiento de las fuerzas armadas de Ucrania”. Incluso si “googleamos” un poco se puede encontrar que, en noviembre de 2021, tres meses antes del inicio de las acciones bélicas, varios medios compartieron que un informe de Washington que añade detalles muy concretos de lo que luego realmente pasó: “De acuerdo a la inteligencia recolectada por EEUU, las tropas rusas cruzarían a Ucrania desde Crimea, la frontera rusa y a través de Bielorrusia. Se trataría de una ocupación potencialmente prolongada”. Esto demuestra algo que creo también ha sido clave en la resistencia ucraniana: la información que tiene la inteligencia estadounidense acerca de las fuerzas armadas rusas, de sus planes y de sus movimientos, es bastante elevada.
Un mes antes de la invasión, el ministro de defensa ucraniano, Olekssi Reznikov dijo en el parlamento que la situación en la frontera era similar a la escalada de abril de 2021. “La cantidad (de militares) entonces y ahora es parecida” añadió, intentando restar dramatismo y rebajar la tensión. El propio Zelensky en aquellas fechas pidió que Occidente no aliente el pánico sobre un eventual ataque de Rusia: «¿Tenemos tanques en las calles? No. Pero la sensación es esa si no estás aquí». Estados Unidos lo tenía tan claro que el 19 de enero el presidente Joe Biden señaló que creía que el Kremlin iba a invadir Ucrania y Antony Blinken, su secretario de Estado, alertó de que Rusia “tiene planes de aumentar aún más sus tropas junto a las fronteras ucranias y que podría iniciar en breve una agresión militar”. De hecho, el 11 de febrero se pidió a todos los estadounidenses que abandonaran Ucrania porque daba por hecha la invasión. La UE advirtió lo mismo a sus nacionales unos días después, ya que se creía que las bombas empezarían a caer tras finalizar los Juegos Olímpicos en China el 20 de febrero. Sin embargo, por esas fechas el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia emitió un comunicado: “Los países occidentales, con ayuda de los medios de comunicación, están difundiendo información falsa al sugerir que Moscú podría estar planeando invadir Ucrania”.
La mayoría nos equivocamos ya que creímos que la supuesta superioridad rusa, demostrada en los rápidos avances de las primeras horas, provocaría un desenlace rápido de la guerra
En este conflicto, como en casi todos, hay muchos que se posicionaron, desde el primer momento, en función de su ideología. Pensaba la mayoría que no ocurriría nada realmente grave porque suena absurdo que en pleno siglo XXI se monte una guerra en pleno corazón de Europa, y la de algunos, que creyeron que todo era propaganda norteamericana y se fiaron de las palabras de Putin. Y es llamativo porque se empezó a ver algo que luego ha sido una constante: una unión de extremistas de izquierdas y de derechas que son la base del apoyo internacional que recibe el líder ruso. Empezaron diciendo que Biden se inventaba la amenaza para luego justificar el ataque ruso que antes negaban que fuera a suceder con argumentos tan absurdos como el de evitar hacer frontera con un futurible miembro de la OTAN. ¿Para ello llevar la frontera de Rusia hasta Polonia, que lo es hace años? Finalmente ocurrió, y de nuevo la mayoría nos equivocamos ya que creímos que la supuesta superioridad rusa, demostrada en los rápidos avances de las primeras horas, provocaría un desenlace rápido de la guerra. Nos equivocamos, y el drama humano vivido en Ucrania está resultando durísimo.
Deuda soberana
En cuanto a la economía, la inflación ya llevaba subiendo más de medio año antes del inicio de la guerra, ya la Fed había decidido empezar a subir tipos de interés y reducir balance, Wall Street ya había comenzado a caer tras marcar máximos históricos al comienzo de 2022, por lo que ha agudizado las tendencias pero no ha sido la causa de los problemas vividos, aunque es evidente que casi un año después, todos hemos sufrido consecuencias negativas de este conflicto, especialmente en los precios que los europeos hemos pagado por la energía.
Quizás deberíamos reflexionar sobre lo de subestimar las amenazas reales, dejar de llevarnos por nuestros deseos y asumir que, si es posible que en apenas dos años coincidan una pandemia y una guerra con tanques y bombardeos en el corazón de Europa, otras cosas negativas también pueden suceder. Ambos sucesos fueron avisados con tiempo, pero no nos preparamos porque decidimos que el confinamiento en Wuhan era una exageración y que los movimientos de tropas rusas en la frontera no provocarían una guerra. Del mismo modo, esta semana se han cumplido tres años de la salida efectiva de Reino Unido de la UE, otro hecho que, incluso tras el resultado del referéndum, muchos se negaban a aceptar. También hemos visto cómo en un año el Euribor ha pasado del -0,50% al +3,4%... Y seguro que hay muchos más riesgos que están siendo subestimados. Por ejemplo, se me ocurre que los gobiernos están ignorando todas las señales y están confiados en que el volumen récord de deuda soberana de sus países nunca será un problema.
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