“But I suppose the most revolutionary act one can engage in is... to tell the truth”. Howard Zinn
Siendo secundarios ante los posibles efectos del coronavirus sobre las personas, los económicos no son en absoluto despreciables. Strategy Analytics anunció una caída del 2% en las ventas de smartphones en todo el mundo en un informe que, posiblemente, haya quedado ya obsoleto, puesto que otro señala que, en China (primer mercado del mundo, con más de 850 millones de usuarios, casi tantos como los cinco siguientes países), las ventas podrían estar cayendo un 40% este primer trimestre de 2020, en comparación con el mismo período del año anterior. La Asociación China de Coches de Pasajeros señala una caída del 80% de las ventas de automóviles en el mes de febrero respecto del mes anterior, que se añade a la del 22% del mes de enero. Apple ha anunciado que no alcanzará los ingresos previstos en el primer trimestre del año (de entre 63.000 y 67.000 millones de dólares) debido tanto a la ralentización de la producción en China (sus fábricas han estado cerradas hasta el pasado día 9, y el regreso de los trabajadores ha sido mucho más lento de lo esperado, debido a las precauciones para evitar nuevos contagios) como a la caída de ventas allí (siguen cerradas la tercera parte de sus tiendas), que algunos analistas estiman en el 28% respecto del mes anterior.
Pantallas y fibra óptica
Y es que China fabrica el 70% de todos los terminales de smartphone del mundo, y más de la mitad de las pantallas de LCD. En Wuhan y sus alrededores se producen una de cada veinte memorias USB del mundo. YOFC es uno de los líderes mundiales en la fabricación de fibra óptica; su sede está también en Wuhan. El mercado de pantallas OLED alcanzó un volumen de 21.000 millones de dólares en 2017, y se espera que crezca hasta los 49.000 millones en 2023; la zona de Asia-Pacífico representa dos de cada tres pantallas vendidas; y una de cada tres pantallas OLED producidas en China sale de Wuhan.
Los ingresos de las compañías aéreas pueden reducirse en alrededor 30.000 millones de dólares en 2020, de acuerdo con la patronal IATA. La consultora Oxford Economics cuantifica en 1,1 billones de dólares el impacto en el PIB mundial; Pimco, por su parte, avanza una caída del 6% en el PIB chino. Y si bien siempre habrá dudas sobre las cifras oficiales chinas, parece que su crecimiento puede verse impactado hasta en un punto del 6,1% que marcó el pasado diciembre (su valor mínimo en 30 años). En donde no existe ninguna duda es que el consumo de carbón (que representa el 60% de la producción energética del país, por mucho que los activistas concentren sus protestas en los infinitamente menos contaminantes países capitalistas) ha caído un 40%; las imágenes de la NASA son reveladoras.
Desde el minuto uno de la aparición del coronavirus, el 31 de diciembre pasado, el gobierno chino ha controlado toda la información, que sólo se hace pública con el visto bueno del comité local del partido comunista
El 26 de febrero eran 78.073 los casos confirmados en China, 30.049 los enfermos recuperados, 8.745 quienes se encontraban en situación crítica y 2.715 los fallecidos; una semana después, el viernes 6 de marzo, tenemos 80.555, 53.780, 5.737 y 3.042 respectivamente, con una tasa de mortalidad que ha pasado del 3.4% (cifra oficial de la OMS) al 3.77%. Una envidiable precisión quirúrgica en las cifras de uno de los regímenes más oscuros y despiadados que existen. Desde el minuto uno de la aparición oficial del coronavirus, allá por el 31 de diciembre pasado, el gobierno chino ha estado controlando toda la información, que sólo se hace pública con el visto bueno del comité local del partido comunista.
Noventa países afectados
Quizá por las relaciones comerciales, quizá por tratar de no molestar a un socio fundamental, la cuestión es que la Organización Mundial de la Salud, los gobiernos y la prensa (principalmente la europea) vienen repitiendo las cifras oficiales sin ningún tipo de matiz, como si fuesen equiparables a las de cualquier democracia. Sólo Australia se ha atrevido a desafiar a la OMS, señalando las “intensas presiones” a las que está sometida por parte del gobierno chino y actuando como si de una pandemia se tratase, a pesar de las inmediatas acusaciones de racismo por parte del periódico oficial del Partido Comunista Chino; EEUU ha mostrado su desconfianza sobre las cifras chinas desde el comienzo de la crisis. Ya son 90 países los afectados, en mayor o menor medida, por la enfermedad, y podemos estar seguros de que, de haber ocurrido en cualquier país occidental, el factchecking del que hace gala nuestra prensa hubiese funcionado como todos esperamos. Un artículo señalaba, ya a finales de enero, que sólo el 5% de las infecciones de Wuhan estarían identificadas y que, para el 14 de febrero, el modelo que habían construido ofrecía un intervalo de entre 132.751 y 273.649 infectados sólo en Wuhan. Otro de las mismas fechas de la Johns Hopkins estimaba que el número de infecciones sería, entonces, once veces superior a las ofrecidas por el gobierno chino.
La manida recuperación de la actividad económica sería falsa, pues las fábricas chinas estarían encendiendo luces y poniendo en marcha los equipos prácticamente en vacío
El problema no es tanto la gravedad del virus (medida en virtud de la mortalidad sobre contagiados fuera del país de origen) como la falta de información y la imposibilidad de confiar en quien, por un lado, señala que la crisis está remitiendo y, por otro, finaliza la construcción de otros 19 hospitales en Wuhan para disponer de un total de 30.000 camas sólo para los afectados por el coronavirus. Cómo puedes confiar en quien, tras recibir las felicitaciones de la OMS por la gestión de la crisis, impone la censura a todos los niveles para evitar fugas y controlar, aún más, a su población. Y, cuando algo logra escapar al bloqueo, la triste realidad se impone; así, la manida recuperación de la actividad económica sería falsa, pues las fábricas chinas estarían encendiendo luces y poniendo en marcha los equipos prácticamente en vacío, sólo para sortear las exigencias de las autoridades del PCCh, según señala Caixin.
El 30 de diciembre, el doctor Li Wenliang advirtió a sus colegas de la gravedad de la situación en un chat profesional privado. A los pocos días, Li y otros siete médicos fueron relevados de su puesto de trabajo, llevados ante la policía y obligados a firmar un documento en el que admitían la difusión de mentiras. Se contagió de la enfermedad tratando a sus pacientes y murió el pasado 6 de febrero, sin recibir tratamiento alguno por parte de las autoridades. Como siempre ha ocurrido en las dictaduras en general, y en los regímenes comunistas en particular, la verdad es la principal víctima y la que queda confinada en cuarentena.