Cuando a estas alturas de la tercera década del siglo XXI se suceden el derribo de estatuas y los conflictos internos en los países hermanos de América, uno no puede dejar de constatar dos hechos: cuánto se parecen sus problemas a los de los propios españoles, y que nada de esto ocurría antes de la guerra de la independencia de principios del S. XIX (o mejor "guerra de secesión o civil"). Durante 300 años reinó la paz interna, la prosperidad económica y social, y una estabilidad institucional que hizo reconocer a Humboldt, todavía a principios del siglo XIX, que en el Virreinato de Nueva España ¡no había corrupción!
La tesis que defenderé en estas líneas es que la situación de permanente tensión auto-destructiva que viven España y en general el mundo hispano se debe a un error de diagnóstico y a la creación de mitos artificiales y falsos chivos expiatorios que han escondido los éxitos reales que construimos juntos. El relato dominante se fundamenta en cuatro obsesiones falaces:
1. La obsesión con el (exagerado) genocidio hispano mientras se olvidan otros genocidios más ciertos y cercanos. En Canadá murió el 95% de los indígenas y al norte del Río Grande no quedaron casi indios (por no hablar de Australia o Tanzania), a los que además se repartía mantas con viruela. Se olvidan asimismo los propios excesos que se produjeron en la América hispana "después" de la independencia: la destrucción de los indios Pastos de Ecuador por Bolívar, la erradicación de los araucanos y mapuches en Chile y la confiscación de sus tierras, la campaña del desierto en la Patagonia argentina, la muerte del 67% de los indios paraguayos, el exterminio de los chiriguanos en Bolivia o la persecución de los yaquis y el práctico exterminio de los mayas en México en tiempos de Porfirio Díaz… En el México que España abandona el 50% eran indígenas, mientras hoy se reconocen como tales menos del 30%: ¿quién debe pedir perdón?
Las guerras internas eran moneda de cambio, existían pueblos sometidos por otros pueblos, sacrificios humanos, canibalismo (la palabra "caníbal" proviene de "caribe")
2. La obsesión con el (falso) mito del supuesto paraíso pre-hispánico. Por de pronto, si existe movimiento indigenista es porque quedan indígenas y en buen número. La América pre-hispana no era ningún paraíso idílico rousseauniano: las guerras internas eran moneda de cambio, existían pueblos sometidos por otros pueblos, sacrificios humanos, canibalismo (la palabra "caníbal" proviene de "caribe") y el Imperio Maya había desaparecido siglos antes de llegar los españoles. Si estos pudieron extenderse de forma relativamente fácil, siendo pocos en número y con armas mucho más rudimentarias (mientras se cargaba un arcabuz el soldado podía recibir veinte flechas) que los modernos los rifles de repetición de la "conquista del Far-West" sólo se explica porque supieron aprovecharse de las luchas de poder internas contra los excesos de los Imperios azteca e inca.
3. La obsesión con que la decadencia del mundo hispano se debe a su pasado español. Este (falso) chivo expiatorio ha librado a las elites criollas de hacer cualquier auto-crítica de lo que pasó "después" de la independencia, creando un relato auto-exculpatorio, borrando de un plumazo los 300 años de (su propio) éxito de la América hispana virreinal [ver mi artículo: 635.SUM (todoeshistoria.com.ar)] sobre la tesis complementaria de que se les había hurtado la modernidad que representaba la revolución francesa. Sin embargo, como ha demostrado el profesor de la Universidad de Texas, Jorge Cañizares, la primera modernidad tuvo lugar en el Imperio español. Y como añade Marcelo Gullo [Madre Patria, 2021, pp. 319 y 320] lo que representó la guerra de la independencia fue "una gigantesca victoria inglesa", tras su fallido intento de ocupar militarmente el Río de la Plata (1806 y 1807), logrando sus tres objetivos: dividir América en la mayor cantidad de Estados posibles (16 repúblicas impotentes), conseguir que adoptaran el libre comercio (dominado por Inglaterra) como meros productores de materias primas y que los nuevos Estados se endeudaran con la banca inglesa. En el mismo sentido se muestra Julio C. González [La Involución hispanoamericana: de provincias de las Españas a Territorios Tributarios]probando que la mayor parte de los libertadores (e.g. Bolívar y Miranda) actuaban, consciente o ingenuamente, bajo instrucciones y apoyo anglosajón.
Ni siquiera Castro era comunista cuando se enfrentó a Batista. Se hizo comunista por mero cálculo interesado para mantenerse en el poder ad eternum
4. La extraña obsesión por defender el comunismo en pleno siglo XXI. El siglo XX nos dejó varias lecciones, entre otras la desaparición del Imperio británico. El diagnóstico erróneo viene de considerar que el único responsable de la II Guerra Mundial (de la primera no se habla), fue el nazismo/fascismo, olvidando que el mayor aliado de Hitler en Europa era Stalin hasta que aquél y no éste decidió romper su pacto. El comunismo ha fracasado no solo económicamente (llevando a la pobreza y bancarrota a la URSS) sino políticamente (los Gulags y la Revolución cultural de Mao dejaron más de 100 millones de muertos). No hablamos de izquierdas o derechas sino de totalitarismo populista o democracia. Ni siquiera Castro era comunista cuando se enfrentó a Batista. Se hizo comunista por mero cálculo interesado para mantenerse en el poder ad eternum. Eso tenía tal vez un pase en 1959, pero en pleno 2021 representa un puro exabrupto. Y sin embargo, los pueblos hispanoamericanos no tienen por qué acudir a recetas extranjeras (el comunismo soviético y chino) para plantear reformas de justicia social; bastaría estudiar las leyes de Burgos: el primer Estatuto de los Trabajadores (indígenas) de la Historia.
Entonces…, si tan bueno era el modelo hispano, ¿por qué se ha olvidado y despreciado? Como siempre que ocurre algún suceso extraño o para-anormal (e.g. un gran magnicidio personal o cultural) conviene siempre preguntarse: Cui Prodest? Este discurso lastimero y fantasioso, o directamente de odio a los español, no beneficia, obvio es decirlo, a los españoles, pero mucho menos a los propios hispanoamericanos porque odiar a lo español es odiarse a sí mismos ya que todos compartimos una misma herencia genética (criollos y mestizos), cultural e histórica. Mientras los españoles y los hispanos nos peleamos entre nosotros, nuestros competidores culturales, políticos y económicos se frotan las manos, dedicándose a fortalecer el papel de los Five Eyes o la "relación especial" Gran Bretaña-EEUU, aunque esto podría cambiar el día que EEUU se percate de que su futuro puede ser más hispano que wasp, como lo fue también su pasado.
Darle la vuelta a nuestra historia común
Why the Hispanic world is different? El renacimiento de la América hispana es posible pero no pasa por seguir buscando chivos expiatorios en sus propios abuelos y tatarabuelos, ni por tratar de aplicar recetas indigenistas pensadas para un mundo que ya no existe, ni por acudir a planteamientos foráneos que ya han demostrado de forma reiterada su fracaso. Su mejor opción es recuperar su mayor periodo de éxito, de prosperidad y de modernidad: la América virreinal, cuna del mestizaje, polo de progreso económico y social, conexión comercial del mundo y ejemplo de honestidad y eficacia en sus dirigentes, donde la relación entre españoles e indígenas no fue solo de conflicto sino también de colaboración. El futuro de la América hispana sólo será exitoso si no trata de cortar las raíces de un árbol que una vez fue fuerte y grande. ¿Y si el libertador de América hubiera sido Cortés y no Bolívar? Hay que darle la vuelta a nuestra Historia común.
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