Ayer amanecí con la noticia, en todos los medios de prensa españoles, cuyo titular era más o menos este: “Al menos cuatro muertos, entre ellos un niño, y cerca de 200 heridos tras atropellar un coche a un grupo de personas en un mercadillo navideño en Alemania”.
Tendrán que disculparme, porque yo me crié con la televisión de los 80, así que al leer estos titulares me imaginé que el hermano secreto y malvado de Kitt, el coche fantástico, había atacado a estas personas inocentes. No se imaginan mi sorpresa cuando, posteriormente, se van completando las informaciones y descubro que la policía ha detenido a un señor, que por lo visto conducía el coche. ¿Cómo puede ser que el asesino finalmente fuera un hombre y no un coche?
Ante tal giro de los acontecimientos, sigo buscando información. Los mismos medios nos acaban contando que este señor, procedente de Arabia Saudí, llegó a Alemania para formarse en 2005. Era un doctor que trabajaba como psiquiatra y psicoanalista. Entonces empiezan a saltar esas alarmas que hacen que me pregunte: “¿Veinte años viviendo en Europa, formándose con nuestra educación, trabajando con nosotros y no se ha integrado? ¿Tanto nos odia?”.
El por qué un islamófobo tomaría la decisión de alquilar un vehículo y dirigirse a un mercadillo navideño para atropellar con él a la gente que estaba por allí, cuando las personas que van a este tipo de mercadillos son familias cristianas
Pero ahí estaba la prensa para evitar que yo me torturara con pensamientos constitutivos de delito de odio, por despotricar contra un asesino. Así que, nuevamente, me empiezan a contar una película en la que este señor era islamófobo, había tenido incluso amenazas de muerte por rechazar el Islam y ayudaba a mujeres a liberarse de ese modo de vida opresor. Se le empieza a vincular con movimientos de extrema derecha alemanes y a señalar que estaba enfurecido con Úrsula Von der Leyen porque la responsabilizaba de islamizar Europa.
Todo esto tendría sentido si no me pillara ya habiendo tomado mi segundo café del día, por lo que mis neuronas ya se habían despertado y empezaron a comentar entre ellas el por qué un islamófobo tomaría la decisión de alquilar un vehículo y dirigirse a un mercadillo navideño para atropellar con él a la gente que estaba por allí, cuando las personas que van a este tipo de mercadillos son familias cristianas: abuelos con sus nietos, padres con sus hijos, etc., que salen a pasar una tarde agradable, merendar algunos dulces con sabor a canela y jengibre y comprar algún adorno para colgar en un abeto, junto a la chimenea.
Para entonces mis neuronas estaban muy hambrientas, así que empiezo a buscar algo que pueda dar sentido a todo esto y tranquilizarlas. Pero es entonces cuando me entero de que este señor es un fugitivo de Arabia Saudí y que el Gobierno alemán se negó a extraditarlo a pesar de las solicitudes del gobierno saudita, alegando preocupaciones sobre los derechos humanos y la libertad de expresión.
El precedente Sánchez
Otra vez mis neuronas discutiendo: ¿Qué necio se negaría a devolver a su país de origen a un criminal? Y entonces recuerdo que el Gobierno de Sánchez negó la extradición a El Salvador de un narcotraficante y asesino, alegando los mismos motivos de preocupación que Alemania, y ya caigo en el tipo de necedad de la que se trata.
Como por arte de magia, aparece en mis manos una comparecencia de hace casi una década, donde el ministro de Asuntos Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Abdullah bin Zayed, advirtió a Europa de lo que sucedería si se empecinaba y proseguía con el camino del altruismo suicida, invitando a fanáticos peligrosos a sus naciones: “Llegará un día en el que veremos muchos más extremistas radicales y terroristas en Europa, debido a la falta de toma de decisiones, tratando de ser políticamente correctos o asumiendo que ellos conocen Oriente Medio, que ellos conocen el Islam mucho mejor que nosotros. Y lo siento, pero eso es pura ignorancia”.
Europa, está claro que no escuchó entonces y dudo mucho de que lo haga ahora, cuando nos quieren hacer creer que un señor que odia el Islam no se inmola en una mezquita, sino que atropella a ciudadanos que celebran una tradición cristiana, a pesar de que era de la mega súper ultra extrema derecha.
Traicionados por nuestros gobiernos y los medios
Entiendo que estemos todos profundamente decepcionados con la prensa. Creo que tenemos todo el derecho del mundo de sentirnos traicionados por el periodismo y por nuestros gobiernos. Y lamento mucho que en unas fechas que son para sacar lo mejor de nosotros mismos, que pretenden llenarnos de paz y amor, yo me haya llenado de odio, de rencor, de decepción y de rabia.
A mí me habría gustado escribir hoy otro texto, uno alegre, con un punto nostálgico, pero lleno de esperanza, para felicitarles la Navidad a todos los que me leen. Lo siento, no he podido. No le dejan a una ser buena ni en Navidad.
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