Opinión

Cuentas y no cuentos ante el 28M

Son muchos los que desean un gobierno de centro derecha sosegado, previsible y aburrido antes que el circo que tenemos

  • Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal -

Como si de una noticia se tratara, los periódicos anuncian que el PP de Feijóo -¿de quién si no?- está dispuesto a dar libertad a sus munícipes y diputados regionales para pactar con Vox si lo que está en juego es una alcaldía o gobierno autonómico. Las noticias no concretan qué libertad habrá si llega el caso en el que es el concejal de Vox el que tiene más votos y, en consecuencia, los del PP han de hacerlo alcalde. O alcaldesa. Hemos de andar cortos de noticias porque llevamos ya un buen tiempo vendiendo evidencias y obviedades como si fueran tales. Le llaman la estrategia “atrapalotodo”. En realidad, ni siquiera es una estrategia, es la pura necesidad del cálculo y la aritmética.

Uno puede entender los remilgos de Núñez Feijóo a la hora de considerar un pacto con los de Abascal. Me cuesta más entender eso de que dando libertad a los suyos para pactar con la extrema derecha, él se queda fuera. Son ellos los que pactan, no yo, debe pensar el gallego. Falso. Así como la ley del 'sí es sí' es de Sánchez tanto como de la atrabiliaria Irene Montero, los futuros pactos serán de Feijóo tanto como de los candidatos que los firmen. Mienta lo justo, señor Feijóo, lo justo. 

A tenor de las cosas que dicen y los reparos que proclaman, hay que prepararse. También yo los tendría si el 28M votara al PP y viera después que mi voto termina haciendo alcalde, presidente autonómico o de una diputación a uno de ellos, más o menos parecido al muchacho que hoy vicegobierna la Comunidad de Castilla y León. Esos remilgos son muy comprensibles, pero en la otra orilla ya hay quien los ha digerido convenientemente. Y me refiero a aquellos votantes socialistas que creyeron a Pedro Sánchez cuando sólo le faltó jurar que nunca gobernaría con Podemos, ni se apoyaría en Bildu o los independentistas. Muchos de ellos se sintieron estafados, y muchos, no todos claro, volverán a votar de nuevo al estafador.

A Sánchez lo aplauden sólo en los mítines en el que un público complacido se muestra orgulloso porque el tipo habla inglés, o le dicen en una biblioteca de pueblo que es más guapo al natural

El cabreo siempre es relativo una vez que se contemplan las posibilidades puestas sobre el tablero. Votantes socialistas conozco que aún siguen indignados tras aquella gran mentira de Sánchez. Y son estos los que proclaman y confirman la gran verdad, que España está presidida por un gobernante legítimo que a su vez resulta ser un gobernante fraudulento. Tengo mis serias dudas de cómo se llevan los adjetivos, pero para casar legitimidad con fraude hace falta mucha fe y convencimiento. Quizá por eso a Sánchez sólo lo aplauden en los mítines en el que un público complacido se muestra orgulloso porque el tipo habla inglés, o le dicen en una biblioteca de pueblo que es más guapo al natural que en la televisión. Es una pena que nadie le recuerde que en inglés también se miente. Una pena que nadie le preguntara cuál es el libro que está leyendo. En fin, que ya lo dice Savater: que una cosa es ser progresista y otra imbécil.

Y no hace falta ser una cosa o la otra para evitarse todos estos juegos malabares y anuncios absurdos envueltos en una noticia que no lo es, para saber que el PP pedirá los votos de Vox allí donde tenga opciones para gobernar. Y me da igual que sea en el ayuntamiento de La Puebla de Almoradiel que en el Gobierno de España. Si la situación política no está para remilgos, el personal tampoco. Y menos a doce semanas para unas elecciones.

Así cómo el voto socialista ha terminado asumiendo que su historia ha ido, va e irá de la mano de Frankenstein; así como ha terminado asumiendo que el PSOE ya no tiene un proyecto en solitario para España y que ha de ir de la mano de gentes cuya concepción de lo que es la Nación es siempre sospechosa, el voto del PP debe prepararse para lo mismo, es decir, para asumir aquello que no comparte o simplemente detesta.

Hay una diferencia: los votos de Bildu y los de los independentistas nunca estuvieron en el PSOE, pero los de Vox si han estado antes en el PP

El PP, ni en sus mejores sueños, tiene ya capacidad para gobernar sólo este país. Cuanto antes vaya asumiendo lo que ahora infantilmente filtra a los medios mejor para todos. Desde luego que son muchos los que desean un gobierno de centro derecha sosegado, previsible y aburrido antes que el circo que tenemos. Y muchos también los que creen que eso es lo que España necesita, pero siempre que no esté Vox. Pero las cuentas no salen. Allí donde el PP sume con Vox, los de Abascal pedirán su parte. Allí donde la mayoría del PP sea sustancial e incontestable, pero insuficiente, los de Feijóo podrán evitar, con muchos esfuerzos, que Vox se ponga de perfil y facilite esos gobiernos en primera o segunda vuelta.

Estoy en ese punto en el que desprecio con la misma intensidad la posibilidad de que los gobiernos se conformen con la presencia de la extrema izquierda o la extrema derecha. Hay una diferencia: los votos de Bildu y los de los independentistas nunca estuvieron en el PSOE, pero los de Vox si han estado antes en el PP. De hecho, algunos se preparan para volver. 

Lo que ha pasado en estos últimos años ya lo estamos viendo. Lo que puede pasar si el PP se ve obligado a hacer lo mismo que está haciendo el PSOE, lo podemos imaginar a tenor de lo que va diciendo Abascal. Bastará con escucharle atentamente los días 21 y 22, fecha  en la que se dispone a presentar junto a YO Ramón la estrafalaria moción de censura, para confirmar el talante de quien cree que un día podrá gobernar este país. El último que creyó lo mismo fue Albert Rivera, y ya ven en lo que ha quedado.

Gobernante mentiroso y fraudulento

Claro que el PP tendrá alcaldes con los votos de Vox, y hasta alguna comunidad autónoma en la que Podemos no tiene posibilidades de conseguir un diputado y las diferencias entre PSOE y PP son inapreciables, al menos en las encuestas. Si es así, Feijóo tendrá la oportunidad de, si gana, llegar a La Moncloa como un presidente legítimo, pero no como un gobernante mentiroso y fraudulento. Conozco a muchos, entre los que me encuentro, que recelan tanto como Feijóo de esos pactos que la matemática hará incontestables. Cuanto antes lo asuma, cuanto antes diga la verdad, cuanto antes se abra de capa y deje de taparse en el burladero de lo inverosímil, mejor para él y para quienes le vayan a votar. Son cuentas nada más, no metafísica. Es de imaginar que Feijóo ya ha descubierto la verdadera cuestión, que contra hechos no valen razones. Ser o no ser, de eso se trata.

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