Opinión

Cuerpos y mentes de oro

Gracias a la actitud valiente y sensata de Paula Leiton, gracias a su comportamiento ejemplar como campeona olímpica, gracias a su éxito deportivo se ha visibilizado, aunque sea tan sólo un fogonazo temporal, una realidad preocupante

La waterpolista española Paula Leitón celebra un tanto ante Australia durante el partido por el oro de waterpolo femenino
La waterpolista española Paula Leitón celebra un tanto ante Australia durante el partido por el oro de waterpolo femenino EFE/Lavandeira Jr

'Foca, gorda, va a vaciar la piscina', son algunos de los epítetos que ha recibido, por redes sociales, la campeona olímpica de Waterpolo Paula Leitón. Una joven de 24 años con un cuerpo y una mente de oro. Un cuerpo con el que ha demostrado competir de lujo en el agua, una mente que le ha permitido, desde su adolescencia, ser fuerte frente a los insultos a su físico, a su gordura. No sentir dolor ante semejantes agresiones exige también un trabajo olímpico, por mucho que sepamos que el problema lo tienen los que insultan. En realidad, el problema quizás lo tenga la sociedad en conjunto porque, tras la violencia del insulto a veces viene también la violencia física, el maltrato con mayúsculas. Hay registradas más de 90.000 mujeres en riesgo de muerte por parte de sus parejas según los datos oficiales. Muchas más no figuran en ese ceso porque tienen miedo a denunciar.

La vuelta al cole, ya casi inminente, siempre se convierte en una loca carrera para adquirir el material escolar, en un despliegue de grandes anuncios en los comercios, en enormes prisas para acondicionar las aulas cuando lo primordial, lo que debería figurar como prioridad, es plantarle cara al acoso. Es preciso un mayor número de personal calificado, en las aulas y en los patios, capaz de establecer dinámicas de esparcimiento a la vez que se establece un minucioso control sobre los menores, ya sea sobre aquellos que tienen algún problema, o que no saben relacionarse o bien porque ejercen la violencia.

Violencia en las aulas

Si no admitimos que los patios de los colegios -luego las redes sociales- son el espacio donde surge el acoso, el bulling, vamos a seguir con el mismo problema, el del síndrome del menor no atendido, olvidado, relegado. Hay que poner el foco en la escuela, desterrar su perfil de, en muchos casos, instrumento aparca-menores para que los padres puedan ir a trabajar o a lo que estimen menester. También de escenario de episodios de violencia porque las administraciones no han puesto suficiente interés en solventar esta lacra.

Si no admitimos que los patios de los colegios -luego las redes sociales- son el espacio donde surge el acoso, el bulling, vamos a seguir con el mismo problema, el del síndrome del menor no atendido, olvidado, relegado.

Es la escuela el entorno donde una Paula Leitón puede ser apartada del grupo, insultada por su físico. Es el recreo donde muchos críos sufren el maltrato de sus iguales, a lo que en la adolescencia se suman todo tipo de insultos, agresiones y hasta amenazas por redes sociales. Todo el mundo lo sabe, todo el mundo conoce casos que ocurren, sin que se ponga remedio. Todos los patios de colegio de las escuelas deberían ser espacios protegidos, controlados, supervisados para evitar estos excesos. Por desgracia aún no lo son. Quizás no haya remedio. Quizás las autoridades no se lo toman en serio. O no se trabaja lo suficiente. Los datos lo reflejan con claridad que faltan protocolos en las escuelas, falta personal bien preparado.  Gracias a la actitud valiente y sensata de Paula Leitón, gracias a su comportamiento ejemplar como campeona olímpica, gracias a su éxito deportivo se ha visibilizado, aunque sea tan sólo un fogonazo temporal, una realidad de espanto. Gracias a su ejemplo muchas niñas, muchas jóvenes, pueden aprender a reaccionar, a quererse a ellas mismas tal y como son. 

En una sociedad aún demasiado hostil al diferente, casos valientes como el de Paula resultan fundamentales como estímulo e incluso consuelo para los cientos de niños que sufren ese acoso, esa burla sobre su aspecto. No ha de olvidarse tampoco que el trabajo viene de casa, pero no todos los padres son conscientes de ello, sea por desconocimiento o por falta de atención. Cuando opinamos sobre el físico actores, vecinos, amigos, cuando nos reprochamos incluso algo de nuestro aspecto, o cuando vamos a la báscula compulsivamente, nuestros hijos nos escuchan y muchas veces, nos imitan. Reproducen lo que decimos, lo que pensamos, lo que hacemos. El adulto puede reaccionar al rechazo, puede controlar emociones. El niño, no.

Burlas e insultos

Un niño no nace ni acosador, ni maltratador. Un niño crece en una familia, en un entorno, se desarrolla en sociedad. De todo va aprendiendo. Cabe confiar en que las autoridades correspondientes pongan el foco en la inclusividad en la escuela, en potenciar, trabajar y aplicar los valores del respeto, que logremos tener colegios libres de burlas e insultos. Que tengamos muchas Paulas Leitón que potencian esos discursos en contra del odio. "Sé como es mi cuerpo, lo quiero muchísimo, lo trabajo para lo que es mi vida, que es este deporte", se enorgullece al explicar como ha vivido estos insultos.

Con un oro en París 2024, con el título de campeona olímpica -además de otros muchos otros a sus espaldas- es más fácil hacer caso omiso a esos insultos, a que le importen cero. Es imprescindible implantar los recursos efectivos para que la infancia, la adolescencia, la juventud no se convierta en un calvario. Todo cuanto vivan, y hasta padezcan, en la infancia les va a acompañar toda su vida. ¿Somos conscientes? Tristemente, aún, no.

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