Hasta que se fue Soraya Sáenz de Santamaría, estaban calladitos, templados, amigables, en avanzado estado de ‘integración’. Firmes ante el nuevo líder, con esa cara de estreñimiento que se pone al ‘hacer piña’ y ese gesto de entrenador destartalado cuando grita “tós palante”. El hechizo se ha esfumado, el teatro ha terminado.
Súbitamente, han salido de sus escondrijos, han cesado en sus reverencias y se han puesto a largar. Uno tras otro, como si alguien, entre tinieblas, hubiera dado el banderazo de salida. El primero fue Juan Manuel Moreno, el candidato andaluz, fiel a Sáenz de Santamaría y peón de brega de Javier Arenas, quien se lanzó raudo a la yugular García Tejerina y se alineó junto a su rival, Susana la sultana. Ya saben, la disputa sobre los alumnos andaluces. Se había abierto la veda. Le siguió luego el infaltable Alfonso Alonso, otro sorayista compungido, quien arrojó el dardo donde más duele: “Ya se moderará”, dijo, displicente, en referencia a Casado y su giro a la derecha. Se sumó luego al coro Ángel Garrido, el presidente de Madrid, con similar tonadilla: “Es en el centro donde se ganan las elecciones”. De Garrido nunca se sabe con quién está, si es que está con alguien. Que le pregunten a Cifuentes.
Son decenas los cargos medios del PP que se afanan en calentarle la oreja a los periodistas con teorías demoledoras sobre la gestión de Casado
Al menos ellos han dado la cara, han empezado a asomar la patita. Pero son decenas los cargos medios del PP los que, ahora mismo, se afanan en calentarle la oreja a los periodistas con teorías demoledoras sobre la gestión de Casado. “Es más personalista que Macron”, “está rodeado de imberbes”, “nos llega la derechona”, “cada día dice una cosa”, “se contradice, se aturulla”, “es infatigable en los errores”. Se les ve por ahí, en los pasillos del Congreso, en las baronías regionales, en los ayuntamientos inhóspitos.
El auge de Vox
La cizaña es ahora la planta que más se cultiva en los sembrados del PP. Se parapetan tras el auge de Vox, la resistencia de Cs, la tibieza en los sondeos, el recuerdo de tiempos mejores. Algunos se sientan cada lunes en el Comité de Dirección. Otros calientan escaño, los más, aspiran a hacerlo. Vivían tan felices bajo el paraguas frondoso de Santamaría o de Rajoy, que ahora no encuentran acomodo. Se retuercen con muecas de envidia y se aplacan con puñaladas traperas.
Casado está inmerso en el endiablado proceso de cambiar las cañerías del edificio sin cortar el agua. Algún chorrillo se escapa, alguna humedad asoma, pero, sobre todo, se detectan ya muchas filtraciones. Van, primero, a por Teo García Egea, el gran lugarteniente, de incombustible fidelidad. Tuvo la osadía de aseverar que “la Junta de Andalucía gasta más en prostitutas que en Educación”. Una hipérbole de campaña, basada en unas raras cuentas ‘per cápita’, que raudo se tradujeron en apoteosis de la intemperancia o del despropósito. Otros apuntan ya hacia el vértice.
Apenas cuatro meses en el despacho de Rajoy y ya pretenden arrebatarle los galones. Para estos rencorosos bocachanclas, el nuevo líder está cometiendo el peor de los pecados: no ser centrista. “Sal a la calle con una pancarta que ponga ‘Viva el centro’, te das la vuelta y no hay nadie”, reconocía el histórico centrista Antonio de Senillosa.
Sabía que en su aterrizaje iba a conocer turbulencias y sobresaltos. Viaja con el cinturón bien ajustado, y antes de dar un paso siempre mira hacia atrás
Le querrían menos beligerante con la eutanasia, los colegios concertados, el derecho a la vida, la inmigración, las Fuerzas Armadas, la patria, la bandera, el himno, los indultos… Y más entregado a los consensos, el progresismo, el diálogo, las sonrisas, los abrazos y viva la gente. “La máxima virtud de un príncipe es conocer a sus hombres”, advertía Marcial. Casado, años de chapotear por todas las charcas del PP, conoce a fondo el inmenso rebaño que le ha tocado pastorear. Sabía que en su aterrizaje iba a conocer turbulencias y sobresaltos. Viaja con el cinturón bien ajustado y siempre mira hacia atrás antes de dar el siguiente paso. Como Pompeyo, mantiene una máxima incuestionable: “Enemigo es aquel que no te sigue a la batalla y amigo el que no se arma contra ti”. Después de la cita electoral de mayo, actuará en consecuencia. Atento, Casado, que vienen los tuyos.
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