Triste nuevo capítulo esta semana -llevamos tres- de la vida política catalana que se mantiene con el president Quim Torra en un callejón sin salida, o él se marcha o desde el Supremo le envían a casa por colgar una pancarta en favor de los políticos presos en campaña electoral. Colgarla y negarse a retirarla y además ir delante del tribunal y ratificar lo que hizo. Torra comparece de urgencia para no anunciar nada nuevo, pero sí para ponerle palabras a algo que es más que evidente: el independentismo político está más dividido que nunca y la legislatura está más que muerta. El culebrón de Torra parece no tener fin pese a que las muestras de la agonía del Gobierno que no gobierna es más que evidente.
Este lunes sus socios de Gobierno, ERC, le dieron la espalda cumpliendo lo que dictaba el tribunal y despojándole de su calidad de diputado y, por lo tanto, dejándole sin derecho a voto en el Parlament. Hicieron lo que tenían que hacer, lo demás hubiese sido hacer saltar por los aires la máxima institución catalana. Esto ha supuesto un antes y un después, pero tampoco es nada nuevo.
Está claro que el lunes se escenificó que el camino que elige Esquerra para llegar a una posible independencia es el del diálogo y la negociación y el de los convergentes es el de saltarse la legalidad vigente. Dos maneras de proceder que no van a llegar juntas a ningún puerto. Por ello ya ha sentenciado Torra que “la legislatura ha llegado a su fin”.
Este lunes sus socios de Gobierno, ERC, le dieron la espalda cumpliendo lo que dictaba el tribunal y despojándole de su calidad de diputado, por lo tanto, sin derecho a voto en el Parlament.
Tras el lunes, llega el martes en el que el independentismo acoge a los políticos presos que comparecen en una comisión parlamentaria creada ad hoc sobre la aplicación del 155 y sus consecuencias para Cataluña después que Puigdemont declarara la independencia hace dos años.
Ni ápice de autocrítica
Los presos, tanto los convergentes como los de Esquerra, coinciden en pedir dos cosas: Diálogo y unidad del independentismo. Ahora bien, aquí nadie reconoce su parte de culpa ni de responsabilidad en tener a Cataluña a la deriva, ni los independentistas ni los constitucionalistas. Nadie. Llegados a este nuevo culebrón, en el que parecen ya más cerca las elecciones catalanas, Torra abandonará la Generalitat quizás con el único éxito que se va a poder atribuir y es el de aprobar unos presupuestos. Hace tres años que no tenemos.
Veremos si Torra abandona la presidencia por su propio pie o espera, agonizando y haciendo agonizar, a todos hasta que el Supremo dicte sentencia. Está claro, no obstante, que difícilmente va a cumplir esta frase que ha pronunciado: “Es necesario poner el país por encima de cualquier necesidad o interés partidista”. Si lo hiciera, Torra habría convocado ya las elecciones sin esperar a aprobar los presupuestos o a ser retirado de su cargo por un tribunal. Están asegurados los próximos capítulos de este triste culebrón catalán.
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