No pinta nada bien la 'nueva normalidad', para qué nos vamos a engañar. El espejismo del verano ha demostrado ser una verdad inconsistente y España se encamina poco a poco, entre malas noticias, al pozo sin fondo que amenaza ser la próxima temporada otoño-invierno, en la que la posibilidad de que una segunda oleada de covid-19 coincida con la epidemia de la gripe es real; y en la que el país arrastrará varios meses de catástrofes económicas que podrían ponerle contra las cuerdas. El miedo es el de siempre: que este pueblo que tantas décadas lleva en parada de burro manchego pegue, al fin, la arrancada de caballo andaluz.
Por si a alguien se le ocurriera pensar que su ruina está más cerca de lo que parece, la propaganda se esmera estos días en camuflar la realidad con múltiples artificios. Estas cosas antes se hacían con cierto disimulo, pues los renuncios eran vistos como cosa de embaucadores y de trileros. Ahora, directamente, se abusa de ese recurso porque no pasa nada. Aquí nunca pasa nada.
Apareció Pedro Sánchez este lunes en el informativo de Pedro Piqueras y volvió a demostrar que o bien le falla la memoria o bien sigue la misma estrategia que los comerciales de las teletiendas: lo que le vendo no es lo que parece, pero cuando usted se dé cuenta, ya tendrá la mercancía en su casa y el mensajero estará a varios kilómetros. Pues bien, dijo Sánchez que las ayudas que recibirá España desde la Unión Europea equivaldrán al 60% del Producto Interior Bruto, lo que les convertiría en un auténtico Plan Marshall. O 'Marchal', como dice la ministra portavoz. En realidad, el porcentaje es del 11%, pero bueno, poco importa. ¿Cuántos de los dos millones de espectadores se iban a dar cuenta de que el presidente les había intentado dar gato por liebre?
Contar fallecidos
En la misma conversación, aseguró que España ha seguido en todo momento las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud para recontar los muertos por el coronavirus. "Estamos contabilizando a aquellas personas fallecidas que hayan tenido previamente un test PCR positivo, eso es lo que nos dice la OMS es lo que están haciendo otros Gobiernos", afirmó.
Una mera consulta a la documentación oficial la mentada organización permite apreciar que Sánchez no dice la verdad, pues incide en que "una muerte por covid-19 se define para fines de vigilancia como una muerte resultante de una enfermedad clínicamente compatible, en un caso covid-19 probable o confirmado". Es decir, que no hace falta haber dado positivo en una prueba PCR si existen síntomas compatibles con la enfermedad. Vaya, que los sospechosos -de alguna forma- también deberían figurar en la estadística.
Lo que ocurre en este caso de que el Gobierno ha tratado por todos los medios de contener el número oficial de fallecidos, especialmente desde que se inició la desescalada. Lo ha hecho porque su voluntad era reactivar la economía ante la evidencia de que España es el país de la OCDE que ha registrado una perdida de riqueza más elevada. Y, claro, había que salvar la temporada turística para evitar que el roto fuera mayor y que la ruina del sector turístico se acelerara.
El problema es que la pandemia ha repuntado en los últimos días y ha sido necesario volver a poner en marcha esa estrategia que tan bien se aplica por estos lares, consistente en repartir culpas entre unos y otros para no asumir responsabilidades. Recapitulemos: aquí había dos opciones, que eran la de mantener las restricciones a los turistas de sol y playa para tratar de tener la enfermedad bajo control; o levantarlas, lo que seguramente implicaría un aumento de los brotes en el país.
Dado que ha ocurrido esto último, ha sido necesario poner en marcha la máquina del fango para culpar del desaguisado a los jóvenes y a los turistas con tendencia a emborracharse y practicar la exaltación de la amistad. Por eso, el mensaje que se ha lanzado durante los últimos días es que la covid-19 se ha extendido por la imprudencia de unos y otros. Que, por cierto, no hacían nada que estuviera prohibido, pues se había decidido levantar las restricciones en los espacios de ocio nocturno (mientras se recomendaba o se hacía obligatorio el uso de mascarillas en el exterior, el mundo al revés). En cualquier caso, ¿alguien esperaba que, con cinco copas de más, se iban a cumplir las recomendaciones de distancia social y empleo de cubre-bocas?
Adiós a los 'guiris'
Como otros países europeos también han optado por echar las culpas al primero que pasa por allí ante la evidencia de que todos caminan a ciegas a la hora de contener la pandemia -aunque otros, como España, con una especial impericia-, hace unos días ocurrió lo previsible, y es que Reino Unido estableció enormes restricciones a la visita de España. La estrategia del Gobierno ha fallado y ha pasado lo de siempre: intentar distribuir entre los ciudadanos la responsabilidad por lo ocurrido.
Desconozco si Fernando Simón cometió un lapsus este lunes cuando expresó que a España le favorece que no vengan turistas. Pero lo cierto es que el mensaje es diametralmente contrario a la estrategia que ha mantenido el Ejecutivo durante los últimos meses, que es la de potenciar la venida de viajeros europeos. Dados los precedentes de este Consejo de Ministros, no es de extrañar que comience a venderse como una buena noticia el vaciamiento de los hoteles y las playas. Quizá incluso Pedro Sánchez sea recibido con un aplauso en Moncloa cuando anuncie que aquí no ha viajado ni el apuntador.
Que nadie crea que la infamia es patrimonio del Gobierno, puesto que las comunidades autónomas han decidido protegerse mediante otro tipo de ocurrencias de las posibles consecuencias de la expansión de la pandemia en su territorio. Sin ir más lejos, Isabel Díaz-Ayuso anunciaba este miércoles la puesta en marcha de un proyecto piloto de cartilla covid, en la que se indicará quién ha pasado la enfermedad para permitirle un mayor margen de maniobra a la hora de moverse en sociedad.
Sobra decir que esta patochada perjudicará a quienes han empleado una mayor prudencia y podría animar a algunos a buscar la inmunidad mediante métodos desaconsejables. Lo de los bares de noche debería habernos hecho aprender la lección: nunca hay que retar a los majaderos.
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