Opinión

Cuando Sánchez despertó, Podemos y el IPC todavía estaban allí…

Pedro Sánchez ha vivido un sueño de 48 horas: las que duró la Cumbre de la OTAN cuyo éxito le ha convertido, venden en Moncloa, en un "actor global". La realidad nacional le amarga y cada vez tiene más claro que su futuro está fuera

“Cruzamos calles preciosas… Biden habla asombrado del ciertamente impresionante palacio”. El corresponsal de A3 en EEUU desvela algunos emails internos de la prensa de la Casa Blanca que viajó a Madrid a la Cumbre de la OTAN. “Una cumbre histórica marcada por la excelente organización”, ha reconocido el propio Alberto Núñez Feijóo, ninguneado por Sánchez en todo lo que concernía a la reunión, que también ha recordado que la Cumbre de la Alianza empezó a negociarse con Dolores de Cospedal en el Gobierno de Mariano Rajoy.

El éxito de la Cumbre de la OTAN para la imagen de España es indudable, como lo es también para un presidente del Gobierno que venía de recibir un nuevo revolcón en las urnas –y van tres–. Ha tenido casi 72 horas de gloria en las que ha demostrado que, pese a lo ingrato de la política nacional, donde se mueve como pez en el agua con su porte, sus dotes para cautivar –¿verdad Úrsula?- y su perfecto dominio del inglés frente a sus antecesores en Moncloa es entre los mandatarios internacionales. España, la ingrata, se le queda pequeña.

Todo ha salido a pedir de boca. Desde el ingreso de Finlandia y Suecia tras levantar Turquía el veto –una decisión que se produjo incluso antes de lo esperado- a la ampliación de los destructores USA en Rota, lo que cierra el debate de que los americanos se acabaran yendo a Marruecos, como habían amenazado en los últimos años. Además, y aunque no se plasmó por escrito, sí hubo una declaración explícita de Biden a defender “cada centímetro del territorio” de cada miembro, lo que incluye a Ceuta y Melilla.

Pero, además, España –mal que les pese a los rufianes, echeniques y a parte del propio Gobierno- ha proyectado la imagen de una Monarquía moderna homologable a las más avanzadas de Europa y la marca España se ha reforzado con esa cena final en El Prado. Un broche que ha sido la envidia de muchos de los participantes. Y Madrid, tras el esperpento de París en la final de la Champions, ha vuelto a ser modélica en seguridad, civismo y paciencia.

Biden ya sabe quién es Pedro Sánchez

Y en el centro de todo, Pedro Sánchez. Que, principalmente, ha conseguido que Joe Biden sepa por fin quién es, más allá de los cuarenta segundos ridículos que le infligió el genio de Iván Redondo. Biden ya sabe quién es –pese a sus despistes y a volver a llamar Suiza a Suecia- ese español alto y apuesto que un día le persiguió por un pasillo. Y Sánchez ha conseguido revertir por fin en Madrid la imagen de un presidente socialista español que quedó años marcada por la estupidez de Zapatero al no levantarse al paso de la bandera americana. Y que tanto daño ha hecho.

Tal ha sido el éxito que el presidente del Gobierno ha pasado –al más puro estilo sanchista- de pedir la eliminación del Ministerio de Defensa –“sobra el Ministerio de Defensa”, entrevista a El Mundo en octubre de 2014- a comprometerse a duplicar su presupuesto y a ser más atlantista que el propio Aznar en las Azores.

En Moncloa han comenzado ya a vender la cumbre como un éxito ‘personal’ de Sánchez, que ya es un “actor global”, un primus inter pares con los Biden, los Johnson, Trudeau, Macron. Y todo huele a que, visto el poco cariño que le tenemos dentro y lo poco agradecidos a su gestión –como dice sin rubor Tezanos, es la envidia porque es alto, guapo y habla ingles-, Sánchez sigue paso a paso determinado a buscarse una salida con un cargo fuera de nuestras fronteras. Y esta cumbre le ha dado un espaldarazo y le ha reafirmado que, el mundo, le reconoce lo que aquí le negamos.

Porque, acabado el sueño perfecto que ha durado 48 horas, cuando Sánchez despertó Podemos y la inflación desbocada seguían allí. Podemos no quiere saber nada de aumentar el gasto de Defensa, ni de los dos nuevos destructores para Rota ni de que entren en la OTAN Suecia y Finlandia, llevando la Alianza a las fronteras de Rusia. Sánchez –como viene sucediendo- deberá buscar a “los mangantes” del PP para sacar adelante en el Congreso todos estos acuerdos históricos.

Sánchez, Von der Layen y Europa al fondo

Sánchez tiene como socios en el Gobierno y como apoyos en el Congreso a todos los anti OTAN, desde Podemos al PCE e IU pasando por independentistas catalanes y proetarras. Así que va a tener que pasar 18 meses dando pruebas de su conocido funambulismo entre el apoyo del PP y lo que queda de Cs para los ‘asuntos de Estado’ y las concesiones a sus socios para que le permitan llegar hasta finales de 2023: la fecha clave para convocar elecciones y, en la primavera de 2024, buscarse una salida en el Consejo Europeo gracias a los apoyos de los socialdemócratas alemanes y de la propia Von der Layen, a la que hace mucho que tiene conquistada.

Un puesto en el Consejo Europeo o, por qué no, en la mismísima cúspide de la Alianza Atlántica. Saltos mortales mayores ha dado su sanchidad en estos años

De esos equilibrios –y del otro ‘monstruo’ que acorrala al presidente, la inflación desbocada que estuvo a punto de echar por tierra toda la propaganda en mitad de la cumbre cuando superó por primera vez en 37 años los dos dígitos- dependerá que Sánchez, reconocido ya por Biden y ungido como un “actor global” gracias a la cumbre de Madrid, pueda cumplir su horizonte 2024: un puesto en el Consejo Europeo o, por qué no, en la mismísima cúspide de la Alianza Atlántica. Saltos mortales mayores ha dado su sanchidad en estos años.

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