Resulta que el señor Riera, siguiendo el guion de su partido, estaba tan ancho defendiendo en ese panfleto denominado televisión pública catalana el santo derecho a la ocupación, prohibir la actuación de los antidisturbios en los desahucios, disolver de dicha unidad, la BRIMO, y como el chiquillo se gustaba, recreándose en el pase, quiso rematar la tanda de naturales con un tajante “la policía catalana es un peligro público”, repitiendo la frase dicha por Dolors Sabater, casi segura consejera con los de Esquerra. Argumentaba Riera, tan social, él, que “no puede existir ningún desahucio si no hay una alternativa” porque ellos quieren ser un muro de protección de la población, de los más vulnerables y bla bla bla. Mi admirado Quílez lo miraba con ojo experto y, aprovechando una pausa inhalatoria del tal Riera para respirar –son terribles estos revolucionarios de Louis Vuitton y IPhone de última generación a la que cogen carrerilla– le soltó como un trallazo “Entonces, si usted se marcha de vacaciones y cuando vuelve le han ocupado la casa, ¿a quién llamamos, si no llamamos a la BRIMO? ¿Qué haría usted?” Plaf. Silencio. Se podía cortar el ambiente con un cuchillo de Pin y Pon.
Quílez, duro fajador, insistió. “Pero dígame, usted tiene su casa ocupada. Explique qué haría.”. Riera, más agobiado que Irene Montero en un curso de hermenéutica, acabó por decir la verdad, acaso por primera vez, ante las cámaras de esa televisión tan entregada a la cosa nostra, y exclamó: “¡Qué quiere que le diga!”. Efectivamente. No hay más preguntas, Señoría. No puede usted decir nada porque sus argumentos son tan enormes, tan de aurora boreal, tan impotables, que ha sido preciso drogar a media Cataluña durante años para que todavía exista gente que se los trague. Usted no puede decir nada porque los que dirigen ese movimiento llamado CUP, Arrán, o como diablos quieran son vástagos de convergentes, personas con un calaixet, un cajoncito repleto de fajos de billetes heredado de los papás o los abuelitos, tienen sus casitas, sus piscinitas, sus segundas residencias en La Cerdaña, sus colchones familiares mullidos y copiosos crematísticamente hablando, a ustedes no les ha faltado nunca un duro pero se presentan ante los desgraciados como ascetas que vienen a quitárselo todo a los ricos para entregárselo al pueblo hambriento. Por favor.
Esos que apoyan a los terroristas incendiaros, los que alaban a los etarras, los que aseguran que hay que quemar las iglesias, se quedan sin saber qué decir a la que se les plantea el problema de la propiedad privada
Esos que apoyan a los terroristas incendiaros, los que alaban a los etarras, los que aseguran que hay que quemar las iglesias, los que se muestran terribles y jacobinos se quedan sin saber qué decir a la que se les plantea el problema de la propiedad privada, concretamente su propiedad privada. Recuerdan a aquel dirigente soviético que iba prometiendo ante la admirada estupefacción de la masa proletaria que el Soviet nacionalizaría las industrias, la tierra, los trenes, los vehículos a motor, los palacetes lujosos, los carros, el ganado y ahí se escuchó la voz de uno de los asistentes que gritó “¡Y las bicicletas, y las bicicletas!” a lo que el orador le espetó bastante cabreado “Oye, camarada, tampoco nos pasemos porque yo tengo bicicleta”.
El cupaire, no obstante, se repuso rápidamente del directo a la mandíbula que casi lo había dejado KO y se enganchó de nuevo a la retahíla de frases bobochorras que parecen decirlo todo sin que digan nunca nada: que si hay que conseguir que todo el mundo tenga derecho a una vivienda, que si los jóvenes lo tienen fatal, que si esto, que si aquello. Todo, mientras la presentadora, amiga del alma de Puigdemont y Rahola, sudaba tinta e intentaba hablar de cualquier cosa con tal de salir de aquel jardín. Si Quílez hubiese propuesto comentar la vida de los teleósteos y su relación con el procés lo habrían ovacionado.
Señalemos, por acabar, que las mismas CUP que no saben qué decir, tienen unas juventudes, Arran, que publicaron en Internet un manual para ocupar viviendas en el que se describía a la perfección desde los huecos legales para hacerlo hasta cómo pinchar la luz de la escalera. Todo ello, claro, siempre que piso, contrato con la eléctrica, o inmueble no sea de ningún, ninguna o ningune cupaire. Que la propiedad será un robo, pero lo mío es mío y como te vea acercarte te arreo. Revolucionarios que dentro de nada igual están ocupando Consejerías en la generalidad. Manda carallo. Qué quieren que les diga.
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