Podría alguien llegar a pensar que el Rey es el único que otorga “honores y distinciones” en este lugar del mundo, pero nada más lejos de la realidad. Sucede por estas tierras que los partidos han establecido estructuras enormes y robustas para premiar a sus ahijados y conformar así la 'nobleza plebeya' de nuestros días, que es la que engordan todos aquellos que han hecho un favor a tiempo o un juego bucal de 600 palabras cuando pintaban bastos para el Gobierno de turno.
En la España contemporánea existe un símil de la figura del marqués. Es la del asesor ministerial. La de ese especialista en algo o en 'lo de siempre'. Siempre para todo; muchas veces, para nada. El Gobierno gastó 4,4 millones de euros en sus sueldos entre enero y octubre de 2022, entre ellos, los de Carlos Sánchez Mato y Celia Meyer, a quienes contrató el Ministerio de Igualdad tras sus sonadas derrotas. Fueron soldados al servicio de un partido en su día... y reciben su premio en forma de retribución pública. ¿A cuántas decenas de consejeros de este tipo mantiene el contribuyente?
Digamos también que lo equivalente al condado podría ser la fundación o la oficina, como aquella en la que situaron a Toni Cantó tras prestar un servicio al Partido Popular. La Grandeza de la España actual no entiende de ideologías. De hecho, quien toca poder rápidamente acude al registro de asociaciones para disponer de mecanismos para repartir sueldos entre sus ayudantes y contribuir así a esta estafa imparable al ciudadano. Todos tienen en común algo: las marcas, los ducados y los condados los reparten por los mismos méritos.
Pese a que este fenómeno es común y políticamente aceptado, no deja de llamar la atención la derivada que ha tenido en los últimos años dentro del PSOE. En el PSC para ser más exactos. A la vista de los acontecimientos, podría decirse que quien pertenezca a su ejecutiva dispone de unos derechos extraordinarios. De bula papal. O de todas esas prebendas sociales que los teóricos de la conspiración han atribuido históricamente a la masonería.
Los 'Grandes de España' del PSC
No es casualidad que Marc Murtra sea presidente de Indra y lo haya puesto tan fácil para que la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales consumara su golpe de Estado sobre la compañía de defensa. Este directivo fue gerente en el Ayuntamiento de Barcelona con Joan Clos y director de gabinete del Ministerio de Industria cuando el citado alcalde dio el salto a la política nacional. Cuando un Gobierno asalta de una forma tan lacerante una empresa pública, lo suyo es que sus gestores dimitan. No ocurrió eso en Indra porque, en España, la norma no escrita faculta al partido del Gobierno para que designe para estos puestos a personas de su confianza, que, en algunos casos, llegan a consentir auténticas tropelías.
Tampoco es ajeno a los socialistas catalanes Jordi Hereu, quien fuera concejal y teniente alcalde y alcalde de Barcelona (2006-2011) y quien actualmente preside Hispasat, otra empresa estratégica. Ese entorno de poder de los socialistas catalanes también lo conoce Alberto Martínez Lacambra, amigo de Salvador Illa y antiguo consejero delegado de Aguas de Barcelona. Actualmente, encabeza Red.es.
Lo de RENFE es otra historia. Hace menos de un mes, abandonaba su presidencia el historiador Isaías Táboas, uno de los hombres de confianza de José Montilla y quien fuera secretario de Estado de Transportes durante la última etapa del zapaterismo. Su sustituto, Raül Blanco -Raúl con diéresis-, directamente figura como miembro de la ejecutiva del PSC, por si alguien podría albergar alguna duda sobre quién manda aquí.
Alejandro Colldefors también gestiona trenes como presidente del Consorcio Español de Alta Velocidad Meca-Medina. En 2014, fue en las listas del PSC a las elecciones europeas. Mención especial merece un economista que algunos sitúan como la torre más alta dentro de este sistema político-empresarial del PSC. Es Maurici Lucena, presidente de AENA y antiguo diputado y portavoz parlamentario de los socialistas catalanes. Desde luego, hace falta ser muy poco hábil para tener el carné de este partido y un título universitario... y no tocar un sueldo público. Por cierto, el 'pater' de todos ellos podría ser Montilla, todavía consejero de Enagás. Comparte mesa con Pepe Blanco, que nació un poco más al oeste, pero que practica estas mismas artes a la perfección.
Son muchos... muchísimos
La influencia del PSC y de sus 'nobles plebeyos' va más allá del terreno empresarial. Al frente de la Secretaría de Estado de Comunicación se encuentra actualmente Francesc Vallés, que duerme tranquilo con Pep Vilar como director de los telediarios de TVE. Vilar, por cierto, fue consejero de TV3 a propuesta del PSC (2012-2018) y director de informativos de Barcelona Televisión entre 1997 y 2004.
Es, sin duda, un lobby influyente el de la agrupación socialista catalana y eso se demuestra en la importancia de otras figuras como Miquel Iceta -blanco por fuera, quizás no tanto por dentro-, Meritxell Batet, Raquel Sánchez, Eva Granados, Paco Boya, Pere Navarro... o el gran Albert Soler, quien ejerció de director general de Deportes hasta el pasado enero y quien formó parte de la ejemplar directiva de Josep María Bartomeu en el F.C. Barcelona.
Habrá quien piense que todos estos nobles de nuevo cuño han obtenido sus despachos, sus parcelas de poder y sus suculentos sueldos a partir de los méritos profesionales y capacidades técnicas. Pero también podría llegar a pensarse que existen familias en España que, cuando tocan poder, recurren a un grupo de mandarines -cada uno a los suyos- para moldear la Corte con la forma exacta en la que desean. Y siempre son los mismos. Ellos o sus herederos facultados. Así se construye un Estado de derecho amorfo. Así se consienten las grandes injusticias.
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