Escribir es dejar el alma y la conciencia a la vista de todos, así que estas últimas semanas han sido especialmente instructivas para conocer el trasfondo de algunos editorialistas. Publicó El País hace unos días un editorial que dejaba al descubierto algunas costuras bastante antiestéticas. Se titulaba Condena a Cristina Kirchner y en sus primeras líneas expresaba lo siguiente: “Los jueces han dado por probada la existencia de 'una extraordinaria maniobra fraudulenta que perjudicó los intereses pecuniarios de la Administración pública nacional' y que consistió en la asignación de contratos de obra pública a cambio de sobornos. Según la Fiscalía, el total defraudado a las arcas estatales ascendió a 1.000 millones de dólares (953 millones de euros) durante los dos mandatos de Kirchner como presidenta, entre 2007 y 2015”.
Podría haber abundado quien lo redactó en los perjuicios que ha generado el kirchnerismo y su corrupción para el pueblo argentino, empobrecido y cada vez con más deudas impagables en el cajón de las facturas, pero no fue así. Porque el resto del artículo disertaba sobre la división existente en el país americano entre los peronistas y los opositores; y sobre las sospechas que existen entre los seguidores de CFK sobre el poder judicial. “Debe ser independiente, como en toda democracia, pero también transparente y libre de escándalos que cuestionen sus decisiones. Si hay sospechas, deben ser investigadas sin dilación y hasta el final; esa es la mejor forma de neutralizar las críticas”.
Cada vez es más evidente que la socialdemocracia está en peligro de extinción en aquel subcontinente; y que poco a poco, año a año, legislatura a legislatura, es sustituida por la izquierda populista a la que están adscritos los socios de Gobierno del PSOE y con la que ha comenzado a intimar de una forma tan peligrosa el propio presidente del Gobierno. Debe ser complejo ejercer de aliado mediático de Moncloa estos días sin que a uno le invada 'la culpa del colaboracionista', pero parece que en la Prisa de Joseph Oughourlian, Miguel Barroso y compañía no existen excesivos dilemas morales a la hora de difundir 'el relato'.
El caso de Qatar
Son, en realidad, una pura contradicción. Hace unos días, en sus páginas de opinión se leía un editorial que denunciaba la hipocresía relacionada con el Mundial de Qatar. “Los países occidentales han (hemos) participado en el tinglado del Mundial a la vez que sus países han sido incapaces de acallar las protestas”.
Una rápida consulta a la web de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) permite apreciar que hay un Al Thani (Khalid Thani Abdullah Al Thani) en su Consejo de Administración, que representa el 4,9% de su capital. Es cierto que su entrada en Prisa se produjo en otra época, con Juan Luis Cebrián todavía al frente de la compañía, pero quizás el lector de El País sea inconsciente de la estrecha relación con Qatar que todavía Prisa mientras lee su editorial sobre los sátrapas de este país.
Seguramente, también ignore que unos meses antes de confirmarse la llegada de los Al Thani (International Media Group) en Prisa, en 2015, los trabajadores de El País denunciaron la censura de una información relacionada con las muertes de mano de obra esclava durante la construcción de los estadios del Mundial. En esa época, apareció en la sección de deportes una entrevista a toda página con un representante gubernamental de Qatar. El grupo lo dirigía entonces Cebrián y el director del diario era Antonio Caño. Hoy ejercen de una especie de barones territoriales del PSOE. El uno reniega de Pedro Sánchez, pero publica sus artículos en el periódico. El otro promociona un libro en el que se vende como un represaliado periodístico del 'sanchismo'.
Lo de toda la vida
Vuelvo a la primera frase de este artículo: escribir es dejar el alma y la conciencia a la vista de todos. El periódico que hoy denuncia las tropelías catarías, tiene un caballo de Troya en su Consejo, que entró ahí mientras 'mandaban' quienes actualmente se promocionan como lo contrario a lo que queda en la calle de Miguel Yuste madrileña. Quizás a los nuevos les sorprendan estas imposturas, pero a los veteranos les sonarán. Han sucedido desde 1978.
Por eso no resulta sorprendente que el periódico que ha alardeado históricamente de defender las democracias representativas y los Estados de derecho modernos arroje dudas sobre la independencia de los jueces a la hora de abordar una figura como la de la vil Fernández de Kircnher, que seguramente no será la última vez que tendrá dar cuentas ante un juez.
Y por eso no causa asombro que los editoriales de El País hayan presentado la reforma del delito de la sedición como una modernización del Código Penal. “El Gobierno cumple un compromiso del presidente y defiende que se trata de un tipo penal anacrónico en el código vigente de 1995 pero tipificado en 1848. Ahora se busca conciliar su redacción y las penas con las condiciones democráticas del presente y con la legislación europea (…). La realidad y la mayoría de los expertos abundan desde hace tiempo en la necesidad de reformar este delito”.
Tampoco llama especialmente la atención el tono con el que sus editorialistas redactaron el artículo que publicó el diario el pasado día 7, tras los actos del día de la Constitución, en el que se decía: Hay “un puñado de magistrados atrincherados en sus puestos durante cuatro años, y a la espera de seguir uno más en ellos. Actúan de forma pública más como arietes políticos del desgaste del Gobierno que como servidores públicos”.
Al final del texto, se expresaba: “La tomadura de pelo de celebrar la Constitución, ejecutada bajo la solemnidad del respeto a las instituciones, desnuda todavía un poco más la dejación de funciones y la manipulación política a la que un sector del Poder Judicial está sometiendo la convivencia de los españoles”.
Pocas horas después, se conocía la intención del Ejecutivo de presionar a los miembros del Consejo General del Poder Judicial a nombrar candidatos del Tribunal Constitucional con una reforma legal por la que podrían enfrentarse, si se niegan a ello, a responsabilidades penales. El viernes, culminaba su reforma de los delitos de corrupción que están más relacionados con los rebeldes. Los que Pedro Sánchez necesita para seguir en Moncloa.
Cuando la estrategia editorial de un medio de comunicación consiste en aplicar el 'seguidismo del girasol' para permanecer siempre de cara al luminoso astro de Moncloa, cabría preguntarse por la utilidad que tiene esa empresa para los lectores.
No es casualidad que en su Consejo de Administración figure Miguel Barroso como representante dominical de Amber Capital, como tampoco que Radiotelevisión Española haya concedido un contrato millonario a LaCoproductora -Prisa y José Miguel Contreras- para devolver a Julia Otero a La 1.
O que los socios de una empresa llamada Global Alconaba compraran hace unos meses el 7% de Prisa a Telefónica; y que en esa empresa figure como apoderado Andrés Varela Entrecanales, co-productor del documental de Pedro Sánchez. Por cierto, su empresa audiovisual es The Pool Talent Management, que hace unas semanas consiguió otro contrato millonario con RTVE.
Quien quiera entender, que entienda. Pero después de todo esto, parece claro lo que aquí ocurre. Lo más llamativo es que, hace unos días, este diario celebró los 250.000 suscriptores y lanzó un tiro al aire y lamentó el surgimiento de voces, durante los últimos años, que han contribuido al "deterioro de las democracias, la polarización social y la pérdida de credibilidad de los medios". Pues eso.
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