Opinión

El piropo de la madre de Abascal y todo lo demás

Abascal ha iniciado su intervención con referencias a los “medios de desinformación”, a los esmóquines que alquilan “los del cine”, a los señores que se declaran señoras y a los memes que ha visto en internet en los días anteriores

Ramón Tamames firmó en 2021 un ensayo histórico que es casi epopéyico. Se tituló La mitad del mundo que fue de España y relata episodios como el que llevó a algunos hombres notables del Imperio a plantear a Felipe II la conquista de China, donde los ambiciosos veían grandes oportunidades comerciales y los misioneros, muchas almas por evangelizar. En una entrevista concedida a este periodista hace unos meses, Tamames ponía en valor la altura de miras de los conquistadores, que se entregaban a la incertidumbre del mar en busca de riquezas, con la idea de pasar a la Historia. Altura de miras...

Es 21 de marzo de 2023 y podría decirse que las aspiraciones de los grandes hombres que dirigen el país y de sus consejeros son mucho menores. Ridículamente menores. Hemos pasado de anhelar la hegemonía a ejercer el mando (o la oposición) con la vista puesta en 'dos Españas' que ya no existen, pero a las que se lanzan cebos de forma constante desde los escaños, las salas de prensa y las redes sociales para tratar de avivar el enfrentamiento. Así que Pedro Sánchez se ha apresurado este martes a acusar a Santiago Abascal de “odiar a las mujeres”. Su interlocutor le ha respondido: “¿A quién se refiere? ¿A las que el otro día me deseaban la muerte (en alusión a Ángela Rodríguez 'Pam' y sus seguidoras) y tiene en el Gobierno? Fíjese, me llamó mi madre (tras escucharlo) y me dijo un piropo: Qué pena, hijo, que no haya tenido dos gemelos iguales”.

Tamames ha acudido este martes al Congreso tras glosar en varias de sus obras las grandes hazañas de los españoles más distinguidos de la historia; y lo ha hecho para dirigirse a los que quizás sean ministros y diputados con una menor altura de miras. Entre ellos, quien ideó la moción de censura y fue incapaz de deducir que a quien más se escucharía durante su debate -que ha generado expectación- es a Pedro Sánchez, a quien una parte de los españoles ya habían dejado de escuchar. Incluidos de los suyos.

Podría haber aprovechado la cita Abascal para exponer -qué sé yo- un decálogo sobre la idea de España que defiende su partido y a lanzar algún mensaje de esperanza a los ciudadanos, ahogados hoy entre facturas, alimentos de precio prohibitivo e impuestos cada vez más lacerantes. Lejos de eso, ha repetido la retahíla argumental de Vox, con referencias a los “medios de desinformación”, a los esmóquines que alquilan “los del cine”, a los señores que se declaran señoras y a los memes que ha visto en internet en los días anteriores, en los que se apreciaba a Tamames jugando a la petanca. Mala oposición la que se limita a diagnosticar, pero, en lugar de expedir recetas, termina los discursos con astracanadas. O los empieza así. Porque así lo ha comenzado.

Ese discurso quizás cale entre los electores descontentos -y hartos- de la formación de Abascal. El problema es que también impacte en quienes están desengañados del Gobierno del PSOE y Unidas Podemos, que a lo mejor se movilizan tras comprobar que quienes deberían ofrecer una alternativa juiciosa y hablar de economía, de precios, de empleo y de futuro... hacen las referencias citadas anteriormente cuando les toca hablar de España y de su circunstancia.

Réplica con múltiples mentiras

Pedro Sánchez es alguien de reputación dudosa, con un proyecto basado en el oportunismo y abierto al rencor, pero destaca por su habilidad para sobrevivir. Así que esta mañana era muy consciente de que la moción de censura de Vox puede ser uno de los últimos clavos ardiendo a los que aferrarse para remontar en las encuestas. Por eso, ha aprovechado la ocasión para señalar a Abascal por la absoluta falta de propuestas que ha exhibido en su discurso; y para denunciar la abstención del Partido Popular. “Señor Abascal, esos son tan responsables como usted del inmenso daño que hace esta moción”.

La estrategia de Sánchez estaba clara desde antes de iniciarse el debate: hostilidad con Abascal y con el PP, y actitud condescendiente con Tamames, no sea que alguien fuera a acusarle de faltar el respeto a algún anciano. Tamames es un erudito, qué duda cabe, y merece la pena empaparse de su saber. Sólo los tiranos pedirían el destierro de Cicerón. Ahora bien, cabría preguntarse qué gana la oposición con una moción perdida a la que no acudirá Núñez Feijóo, en la que Abascal ha realizado un prefacio mediocre y en la que Sánchez tiene barra libre.

La tiene, además, para reiterar su colección de mentiras flagrantes, que son las típicas de un presidente que acostumbra a ejercer el mando con la frialdad de un tahúr sin escrúpulos. Ha habido un momento en el que ha alardeado del récord de inversión extranjera alcanzado en 2022, cuando es inferior a la que se registró en 2018. También ha afirmado que los mejores salarios del presente garantizan unas mejores pensiones en el futuro, cosa que equivale a tener fe en la resurrección de la carne y que, por tanto, es posible, pero indemostrable.

Lo más lacerante ha sido cuando ha celebrado la disciplina presupuestaria de España -con déficit de doble dígito en 2020 y del 6,8% en 2021- y cuando ha vuelto a utilizar el comodín de la Guerra de Ucrania para justificar las incertidumbres económicas y el derroche de recursos públicos. Con el que -esto tampoco lo ha dicho- no busca corregir desigualdades, sino lograr votos.

Debería la oposición centrarse en debatir esas falacias y dirigirse con su discurso y sus propuestas al bolsillo de los españoles. Porque, cuando vienen mal dadas, el voto se decide más con el estómago que con el corazón. Sobra decir que la moción de Tamames también interrumpe el debate sobre el 'tito Bernie', sobre la flagrante torpeza legislativa del Ejecutivo y sobre aquello que más preocupa a los ciudadanos actualmente: la inflación. Además, da fuerza a un Ejecutivo que está tan desgastado que estaba entrando en fase de autocombustión.

En lugar de centrar el debate en los fantasmas que acechan al Ejecutivo, se hablará esta semana de Tamames. De la lejanísima Transición y de otros episodios pretéritos que hoy resultan muy lejanos cuando los españoles acuden al supermercado y vuelven a comprobar que, un lunes más, los precios han aumentado. Lo dicho: de aspirar a más de la mitad del mundo a dirigirse a una de las dos inexistentes Españas... y a redactar discursos basados en una realidad irracional... e indemostrable. Porque no es empírica. Es ideológica y baja.

Puede que hoy fuera el día en que Tamames ofreciera un diagnóstico de la situación de España. Así lo ha hecho, y de forma bastante acertada. Ahora bien, la falta de propuestas de quienes le han antecedido -incluido Abascal, claro- ha resultado demasiado ilustrativa sobre lo que en realidad persiguen sus discursos y sobre el espíritu con el que han presentado esta moción, o se han defendido de ella. Y, sobre todo, hoy, quienes habían dejado de escuchar a Sánchez... lo han vuelto a hacer. Su mejor mitin lo ha organizado Vox. Y eso, por cierto, todo hay que decirlo, que el inicio de la réplica de Tamames ha sido memorable, tras sugerir a Sánchez que, tras 1 hora y 40 minutos de discurso, había aburrido a las ovejas.

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