Opinión

Jorge Javier Vázquez, Tamara Falcó y la España negra... o negrísima

"El verdadero elemento tóxico es Jorge Javier, al igual que todos esos divos del entretenimiento que cambian repentinamente de registro, cuando les conviene, y comienzan a lanzar al público soflamas políticas"

El primer capítulo de la nueva comedia de enredos de esta España nuestra -que es cada vez más cutre- se inicia en Netflix. La plataforma ha estrenado recientemente una serie sobre Tamara Falcó, la famosa malquerida más popular del momento. La marquesa se despierta el día siguiente de su cumpleaños en una habitación del Hotel Ritz madrileño y le confiesa a su (ex)novio, Íñigo Onieva, sus sensaciones tras haber alcanzado la cuarta década de vida. La que marca el ecuador en los mejores casos e impulsa a hacer un balance sobre los resultados obtenidos hasta el momento, que suelen ser mucho más pobres de lo que se ambicionó a los veinte.

Tamara Falcó... La juventud es una etapa menos elástica de lo que parece. Se puede alargar ligeramente, pero si se abusa de ella, la existencia toma la apariencia de un objeto deformado. Llegan a ser monstruosas las formas que adquieren los falsos jóvenes, con sus constantes esfuerzos por disimular su edad con ocurrencias. La hija de Isabel Preysler y el marqués de Griñón tiene ese aura, que quizás sea menor de lo que parece... pero que agranda su ingenuidad impostada y su innegable don de gentes. Pero ese deje de eterna adolescente canta a los 40 años, lo que transforma su docu-serie en un producto decadente, al estilo de El desencanto, aquel filme de los Panero.

Leopoldo María trataba de imitar a Mallarme y a Baudelaire mientras Michi bebía ginebra para tratar de agrandar su personaje, que ya entonces era demasiado talludito para que su pose de joven rebelde pareciera congruente.

Tamara Falcó decide en su serie rehabilitar un par de estancias del palacio que heredó de su padre para montar un restaurante con cocina móvil. Su madre se muestra en contra de la idea. Boris Izaguirre -en todas las Cortes católicas hay un confesor veleidoso- la anima; y Mario Vargas Llosa observa desde el sillón. La niña se aburre. La niña quiere montar un negocio hostelero innovador, como tantos otros herederos 'bien parados' de la villa madrileña. La niña viaja a París y a Nueva York para importar 'lo desconocido'. La niña torna en consentida cuando le llevan la contraria. Que nadie se atreva a decirle al rey que está desnudo y que su proyecto es una marcianada.

Mientras los espectadores de Netflix 'degustaban' esta ración de casquería perfumada, trascendió la noticia de que Íñigo Onieva traicionó a la Falcó. Los cornudos siempre atraen al vulgo porque las desgracias de los otros siempre ayudan a aminorar las penas propias. No hay nada mejor que analizar las causas del fracaso sentimental de un famoso para sobrellevar el tedio de un matrimonio infeliz o de una rutina insoportable. Así que los programas del corazón -incluso los informativos- comenzaron a desgranar cada detalle -real o inventado- de esta infidelidad. Todavía siguen haciéndolo... y lo que queda.

El odio de Jorge Javier

Mientras los españoles comentaban sus circunstancias y su serie de televisión, Falcó acudió a Ciudad de México para participar en el 'Congreso Mundial de las Familias', que organiza un grupo que la prensa de izquierdas española ha calificado como “ultracatólico”. A Jorge Javier Vázquez todo eso le chirrió, así que escribió en sus redes sociales lo siguiente: “Discursos como el de Tamara Falcó son nocivos en una sociedad que aspira a vivir en libertad. Asusta la manera que tiene de demonizar a quienes no piensan como ella. Tamara Falcó se ha coronado como la más firme representante de la España negra”.

Lo que ocurrió es lo de siempre: la opinión de Falcó sobre “las sexualidades” (vaya boutade asquerosa, contraria a la libertad) y la posición que asigna Falcó a Dios y a la Iglesia en su vida personal, sentimental y familiar no le gustó a la estrella televisiva, así que adoptó el papel de 'demonizador'. El mismo que criticó en su mensaje.

Hay una diferencia muy importante entre el 'no compartir' y el 'no permitir'. En este caso, es evidente cuál es la actitud de Vázquez. Es la misma que la de otros tantos de los que predican tolerancia desde las posiciones polite, y es que consideran a quienes difieren de su concepto de vida como enemigos. Como personas equivocadas. Eso es lo que les impulsa a convertirse en Robespierres de redes sociales y columnas de prensa.

Para muestra, un botón. Tres días antes, el divo televisivo firmó un artículo en la revista Lecturas que se titulaba: “Victoria Federica, como sigas tan antipática, te van a pasar por la guillotina mediática en un suspiro”. La España negra siempre son los otros. La guillotina está bien empleada cuando es para defender mis causas, que son las justas.

Tamara Falcó, nuevo anatema

Tamara Falcó es un personaje bastante inocuo. Su superficialidad hace gracia en un primer momento, pero cansa un rato después. Por eso, su serie se hace difícil de digerir a partir del minuto 20 del primer episodio. Esa forma de ser, de niña rica a la que también le afectan los asuntos mundanos -como la infidelidad-, hace gracia, pero como lo haría un personaje de comedia de enredos.

El verdadero elemento tóxico -la España negra- es Jorge Javier, al igual que todos esos divos del entretenimiento que cambian repentinamente de registro, cuando les conviene, y comienzan a lanzar al público soflamas políticas. En su caso, además, se observan resentimiento y proselitismo, lo que le transforma en toda una bomba de relojería para su público, que seguramente, en varias ocasiones, tome consciencia de los problemas a través de su discurso.

Es lo que no entienden los cómicos ofendidos de Movistar o los Buenafuentes. La sátira, si no es completa y no se dirige al verdadero poder, pierde sentido. Se transforma en propaganda. En humor de parte o en críticas de argumentario de partido. Las de Jorge Javier, además, no tienen gracia. De hecho, su sectarismo es tan amargo que incluso se molesta cuando Falcó aparece para involucrar a Dios en su vida personal. O cuando Antonio David Flores tenía a bien recordar que le ha ganado todos los juicios a Rocío Carrasco.

Sea como sea, cabe decir que personajes como Vázquez o como la propia Falcó no serían protagonistas en un país en su sano juicio. Pero es que España hace tiempo se encuentra atenazada por la desesperanza. Casi nada de lo que ocurre por estos lares se puede explicar sin tener en cuenta ese sentimiento de desafección, que lleva a observar más de la cuenta a los oportunistas y a bajar los brazos a quienes no hallan ninguna certeza en el futuro. No es casualidad que el 28% de quienes estaban en edad escolar durante la crisis de 2008 (25 a 34 años) no tengan el título de Bachillerato. Tampoco este dato puede desligarse de otro: casi 1 de cada 2 euros del proyecto de Presupuestos Generales del Estado se destinará al pago de pensiones (41,8%) o de deuda (6,9%).

Cuando el futuro deja de generar ilusión, los distribuidores de felicidad artificial -de la que lleva a la perdición- suelen hacer su agosto. El Estado siempre está dispuesto a ejercer esa función en estos casos. También 'los Jorge-Javieres', que, cuando no saben controlar su ego, se transforman en eso que son. Sea lo que sea. Dicho queda.

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