Hubo un momento en el que Albert Rivera aterrizó en Caracas con la actitud combativa de cualquier político, que es la propia de los malos comerciales de inmobiliaria, es decir, postiza, cutre y llena de frases que suenan bien, pero que flotan en el aire, al estar vacías de contenido. No mucho después, Juan Guaidó cruzó las puertas del balcón principal de la Real Casa de Correos y saludó a las cientos de víctimas del régimen de Nicolás Maduro que le esperaban, que son las que conforman la enérgica y admirable diáspora venezolana en Madrid.
Ha pasado tanto tiempo desde aquello que la propia figura de Maduro ha transmutado, hasta el punto que hoy puede apreciarse una densa niebla sobre ella que ha provocado que una parte de los líderes mundiales -y de los medios de comunicación que los orbitan- hayan dejado de apreciar su perfidia. Sólo cabe maldecir ese fenómeno meteorológico que provoca que nada y todo a la vez sea verdad o mentira, en función de lo que interese. En este momento histórico, a Maduro hay quien le ha dejado de observar como un tirano. Ahora es un simpático vendedor de petróleo. Un socarrón bigotudo que incluso, de vez en cuando, convoca elecciones.
Maduro y Emmanuel Macron coincidieron hace unas horas en la Cumbre del Clima y al día siguiente hubo crónicas que destacaron la “tensión” que se palpó durante el encuentro. Así lo dedujeron sus autores, en cuanto a que próximamente se celebrará el Foro de París sobre la Paz, en el que la izquierda populista americana -representada en este caso por Alberto Fernández y Gustavo Petro- y Macron, entre otros, tratarán de explorar soluciones políticas para Venezuela. ¿Servirá este encuentro para que mejore la situación de los venezolanos?
Dos frases anticipan lo que puede ocurrir en ese foro: la primera, es aquella en la que el mandatario francés se refiere a Maduro como “presidente”; un honor que la propia Comisión Europea puso en duda -hasta 2021- cuando reconoció a Guaidó como interlocutor; y que la propia Francia negó tras rechazar el resultado de las elecciones venezolanas de 2018.
La segunda oración es aquella en la que Macron traslada a Maduro -con tono amigable- su intención de telefonearle tras el final de la Cumbre del Clima. ¿Para qué? ¿Para pedirle explicaciones porque en su día le llamo “sicario de los intereses de la oligarquía financiera” francesa? ¿O quizás para trasladarle su deseo de negociar por algo que necesite el país galo y posea Venezuela?
Conviene recordar que la Administración estadounidense no tardó muchos días en ponerse en contacto con Maduro tras el inicio de la invasión de Ucrania. Deben sentirse muy solos los venezolanos que sufren de la crueldad y la incapacidad de los bolivarianos.
Un enemigo menor
Quizás esté equivocado quien firma estas líneas, pero la impresión es que los medios de comunicación españoles hemos reducido el nivel de crítica hacia este tirano desde que se inició la crisis energética, en una nueva demostración de cómo la situación económica y geopolítica moldea nuestra visión del mundo y nos hace exagerar los problemas que nos rodean... o pasar de largo sobre ellos si la situación lo aconseja.
La hipocresía es una actitud que sirve para evitar problemas, pero, sobre todo, para que los hogares se calienten de una forma más económica y la ropa que vestimos sea más barata. Es más necesaria que nunca en tiempos de vacas flacas y a veces obliga a pactar con el diablo. Ahora bien, la labor de la prensa resulta absolutamente detestable cuando acepta o rechaza esa hipocresía en función de las agendas de sus anunciantes o de los gobiernos a los que promociona.
Con Maduro, se corre ese riesgo y, de hecho, el menor activismo político contra el régimen venezolano ha provocado un descenso del nivel de crítica de una buena parte de los medios. Tanto, que incluso el lunes hubo quien trasladó que la charla entre Maduro y Macron había estado rodeada de tensión. Uno invitó al otro a visitar su país y, el otro, aseguró que próximamente llamaría al 'uno'.
Los medios y su presbicia interesada y selectiva... Poco se puede esperar de un sector que recibió a Xi Jinping en España entre referencias al estrechamiento de los “lazos comerciales” entre los países, después de que el Gobierno de Mariano Rajoy se hubiera cargado la justicia universal, y entre acusaciones de violaciones múltiples a los derechos humanos por parte de la dictadura china.
Cuando la crítica está tan teledirigida y la prensa es tan poco resistente a estas corrientes de opinión interesadas, es de esperar que los villanos sean retratados como héroes en el telediario
Lo mismo ocurrirá en los próximos días cuando comience a celebrarse el Mundial de Fútbol que organiza Catar, el país que cuenta por millares los esclavos que murieron durante la construcción de los estadios; y una de esas teocracias arábigas con las que las máximas instituciones del Estado, incluso eméritas, compadrean por razones energéticas, mientras obvian cuestiones como la relativa a su apoyo al terrorismo islamista.
Tiene la prensa una larga tradición -que no es más corta que la política- de apoyar o vilipendiar a sátrapas, golfos y dictatorzuelos en función de los intereses de sus pagadores... y así ocurrió desde con Gadafi hasta con Idi Amin o el propio Vladimir Putin. Mientras la oposición rusa denunciaba las tropelías de su zar sobrevenido, los principales diarios españoles redactaban piezas -y no hace muchos años- con casi las mismas loas que cualquier publirreportaje del NODO. Cuando la crítica está tan teledirigida y la prensa es tan poco resistente a estas corrientes de opinión interesadas, es de esperar que los villanos sean retratados como héroes en el telediario.
Así que pobres venezolanos... la que les espera. Quizás próximamente Nicolás Maduro pueda aprovechar el viento de cola que ha propiciado el embargo a Rusia para vender en 'Aló presidente' un crecimiento del PIB -ya lo hace- y una disminución de la inflación... y ganar unas elecciones legitimadas por los organismos internacionales. Así su represión, como la de otros países, será comprendida por unos y otros. O incluso auspiciada, por si la caída del tirano encareciera el precio de la materia prima.
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