El doctor en Física Cuántica Fred Alan Wolf extrajo en su día una conclusión durante sus trabajos para determinar la relación entre la física y la conciencia: “Lo que pensaba que era irreal, ahora, de alguna manera, me parece más real que aquello que -pienso- es real, que ahora parece irreal”. El hinduismo primitivo definió con el término 'maya' a todo aquello que consideramos que es real, pero que es una mera ilusión o una analogía. Mucho más recientemente, en la segunda mitad del siglo XX, se investigó sobre toda la información que se nos escapa, dadas las limitaciones de nuestros sentidos. Se comprobó que había pacientes que habían sufrido un derrame cerebral y algunas zonas de su cerebro habían quedado dañadas. Por tanto, eran incapaces de distinguir la nariz de los rostros humanos que veían... pero la nariz ahí estaba.
Algunos de nuestros órganos receptores de estímulos que están condicionados en estos días por los mensajes que reciben por parte de quienes establecen el discurso predominante en el foro público nacional. El más frecuente, quizás, es el que se ha lanzado en múltiples ocasiones desde el Gobierno sin ningún rubor. Es el que afirma que los españoles son los europeos menos afectados por la inflación y sus consecuencias. Esta proclama suele acompañarse de otra, que sitúa a España como el motor económico de la Europa contemporánea. Como siempre, de la realidad a los hechos hay una distancia importante. El maya no es fidedigno. “Lo que es real, ahora me parece irreal”.
La última estadística del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ayuda a averiguar de una forma mucho más precisa la situación en la que se encuentran los ciudadanos españoles. Aquí se aprecia que el consumo de carne en los hogares españoles descendió entre octubre de 2021 y el mismo mes de 2022 en un 12,4%, con una caída especialmente significativa del vacuno (18,1%).
La presencia del pescado en los menús bajó el 15,7%, por el 17,1% de descenso de los mariscos, el 13,9% de las hortalizas y patatas frescas y el 12,2% de las frutas. Productos que multiplicaron su precio, como el aceite de girasol, se consumieron el 18,3% menos. La caída fue mucho menor en los comestibles más baratos, como el pan (7%), las legumbres (2,2%) o el arroz (3,6%). Dudo mucho que el irrelevante descenso del IVA de los alimentos tenga un efecto significativo sobre el precio final a medio plazo y que corrija esta estadística.
Comer menos... o peor
Existen variables que ilustran muy bien sobre el empobrecimiento de los ciudadanos de un país; y una de ellas es la de ajustar el gasto en comida. Cambiar la carne y los frescos por arroz y lentejas; o prescindir de las gambas en la paella equivale a degradar la calidad del rancho... y eso es sinónimo de pobreza. Recuerdo que, nada más llegar a Uruguay, en 2014, me cercioré de que el precio de la carne de vacuno era muy alto, en consonancia con el resto de la cesta de la compra. Mi primera pregunta, con conciencia de ciudadano del otro lado del charco, ignorante, fue: ¿y cómo hacen para comprarla, si el sueldo es muy bajo? La respuesta fue: quien no tiene dinero, no la come. O la come menos. El país con más cabezas de ganado por habitante en la época sufría de ese fenómeno.
Este tipo de pistas conducen a una realidad bastante dolorosa, que no suele destacarse en el 'maya' que dibujan los propagandistas gubernamentales españoles (con sueldo en Moncloa o en algún grupo mediático de confianza): el país se ha empobrecido y eso se nota a todos los niveles. El PIB per cápita apenas si ha aumentado desde el estallido de la 'gran recesión', lo que habla de la poca capacidad de generar riqueza de la economía, sometida frecuentemente a esos condicionantes ideológicos que no generan beneficios para el ciudadano, pero provocan espanto en los inversores.
Según publicó Vozpópuli hace unos días, España es ya uno de los cinco peores países de la OCDE en lo relativo a la competitividad fiscal. La pérdida de posiciones se debe a las subidas de IRPF y en el Impuesto sobre Sociedades que que entraron en vigor con los Presupuestos de 2022, según concluyen desde el Instituto de Estudios Económicos. Los impuestos aumentan porque es necesario pagar un Estado cada vez más amplio, con una población con las rentas estancadas y un envejecimiento cada vez mayor -y eso encarece todo-..., pero en la realidad ilusoria que trasladan desde Moncloa se representa a este país con forma de motor de explosión.
Los contratos de la pobreza
Lo más difícil de aceptar de todo esto son las tragaderas de quienes se niegan a aceptar que fórmulas tan indignas como la de los 'contratos fijos discontinuos' son en realidad sinónimos de pluriempleo o de temporalidad eterna. Es decir, de inestabilidad y de dificultades para completar una cesta de la compra digna a final de mes. Quienes crearon estas fórmulas desde el Gobierno son conscientes de que otras sociedades -ideológicamente similares- se empobrecieron antes que la nuestra; y que hay veces que hace falta untar de grasa o de vaselina a las medidas que preparan a la población para asentarse en el estado de 'ausencia de dinero'... para que penetren con una mayor facilidad.
“Hay escenarios irreales que cada vez me parecen más reales”. Mientras se recitan, con tono barítono y gorgorito, palabras como “resiliencia” o “recuperación”, la situación de los españoles empeora y ese escenario siempre es perfecto para los especialistas en dirigir el malestar hacia donde ellos quieren. Es frecuente que el empobrecimiento económico esté acompañado del intelectual y eso asienta y engorda la burricie. Y eso explica movimientos sociales como estos igualitarios y eco-sostenibles que nos afligen. Eso también permite que se golpeen los pilares del Estado de derecho del modo en el que se ha hecho en las últimas semanas en los ámbitos de la justicia y del Código Penal.
Cuando alguien tiene dificultades para llenar la nevera o el depósito, es normal que deje de prestar atención a otros aspectos importantes en el ámbito de lo social. Por eso hay tantos millones de personas que dan por bueno ese 'maya' que les dibujan las noticias que leen en su teléfono móvil. El que afirma que todo va mejor que en el resto de Europa, aunque nada en realidad esté en el lugar que le corresponde.
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