En el año 2022 de nuestra era confluyeron en un acto Isabel Rodríguez y Begoña Gómez. La portavoz del Gobierno y la gran estratega nacional de la solidaridad callejera. La ministra de Política Territorial y la también conocida como mujer del presidente. Hubo un momento en el que la protagonista de las ruedas de prensa de los Consejos de Ministros lanzó un mensaje de esperanza a la concurrencia: "Tenemos mucho dinero para gastar y poco tiempo (…) Tenemos fondos europeos para financiar vuestros proyectos”. El acto había sido organizado por Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales.
Los fondos europeos... hubo un momento, mediado 2020, en el que Antonio García Ferreras se desgañitaba en su programa ante la insolidaridad de los holandeses a la hora de abrir la mano con sus vecinos del sur, de los que evidentemente desconfiaban por su lamentable gestión de los fondos comunitarios para el desarrollo. “La Unión Europea se debilita por la falta de generosidad de políticos como Mark Rutte”, venia a decir el periodista, que parecía ajeno a lo que sucedió en su tierra con las partidas presupuestarias destinadas a 'dinamizar' la zona tras el desmantelamiento de la minería del carbón.
Aquí todo el mundo celebra estas políticas porque, en realidad, quién más, quien menos, aspira a 'pillar' un buen pellizco del aguinaldo que envía Bruselas a España. Basta con repasar la lista de 'líderes' del Ibex-35 que acudieron al acto que organizó Iván Redondo hace unos meses para comprobar el apoyo que brindó el sector empresarial a la llegada de estos fondos.
Vivir para ver. Pocas cosas hay más nocivas para la economía que las ayudas públicas que se reparten por solidaridad. Entre otras cosas, porque suelen perjudicar a las empresas que hacen los deberes. Al siervo que logra duplicar las 5.000 monedas de oro, se le arrebatan para repartirlo entre quien las perdió por su mala cabeza. Por tanto, ¿para qué esforzarse?
Dinero público...
La eterna confianza de los electores en las opciones populistas ha provocado que el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos maneje el último programa de inversiones multimillonarias que la UE realizará en España para tratar de dinamizar su economía. Eso implica que al peligro anteriormente descrito se sume el del clientelismo, que era evidente, pero que muchos negaban cuando afirmaban que el reparto de ayudas podría considerarse como el 'mal menor' o incluso como positivo.
Así que, un buen día, una ministra -que no logra salir del anonimato pese a ser portavoz- se plantó delante de un micrófono -al lado de Begoña Gómez, la Eva Perón wannabe- y prometió mucho dinero a las mujeres de una asociación que persigue “la promoción de la participación, presencia y el empoderamiento de las mujeres rurales para la vida política, económica, cultural y social del ámbito rural”.
El peronismo actúa siempre de esa forma. Anuncia la próxima llegada a la tierra prometida para evitar que los ciudadanos analicen con detenimiento lo que se encuentra a su alrededor, que cada vez es menos y está más podrido. Desde hace más de una década se aprecia en el horizonte la sombra de Argentina, que es hacia lo que se dirige España a través de una carretera con pendiente descendente. Aquí no ha existido la política de '1 peso, 1 dólar', pero durante los últimos años se ha celebrado la estrategia de compra de deuda por parte del Banco Central Europeo sin que nadie se detuviera a analizar sus consecuencias (o eso parece). Como la que ha generado un bienestar artificial que no ha estado acompañado de reformas, lo que ha agrandado el problema que ya existía.
La recesión que se vislumbra en el horizonte destruirá otra porción de las clases medias. ¿Dónde están las argentinas? No miren allí. Echen un vistazo acá. Porque quizás en un breve intervalo de tiempo también desaparezcan.
Populismo y ruina
El modelo económico que apuesta por agrandar el Estado para no dejar a nadie fuera del tren del desarrollo es erróneo, dado que implica un exceso del gasto -déficit del 6,7% en 2021- que tarde o temprano habrá que corregir. Cuanto más tarde, en condiciones más desfavorables.
Porque cuando la solvencia está amenazada por el decaimiento de la actividad económica y hay que sentarse a conversar con los acreedores, el que tiene deudas ve peligrar su libertad. Pero la culpa de la pérdida de soberanía no la tienen, en realidad, el FMI o la troika, sino quienes han conducido a los países a ese escenario y quienes lo han respaldado con su voto. Un voto estúpido y desinformado. Un voto que equivale a guardar las pertenencias de sus hijos en una maleta y enviarle a un sitio próspero en un vuelo de Ryanair.
Contra esa realidad -que poco a poco se impone- se encuentran los mensajes populistas que prometen dinero a las mujeres del campo. O, mejor dicho, a las asociaciones feministas que engordan la red clientelar del Estado. La de los lobbies progresistas más costosos y sectarios. Y todo esto recuerda a lo que encontró el Lazarillo de Tormes “cuando se asentó con el escudero”. Le prometía comida al muchacho, pero siempre le decía que cenaba antes de que llegara a casa. Zampaba de su pan y de las tripas que conseguía mendigando, de puerta en puerta, y le hablaba de alimentos que nunca llegaban. Mientras, su estómago rugía cada día más y más.
Que se preparen las mujeres que escucharon el otro día a la ministra. Y sus maridos. Y sus hijos.
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