Cuando Podemos lanzó a las calles de España El tramabús, podía apreciarse la cara de Juan Luis Cebrián impresa en el vehículo, junto a la de Luis Bárcenas, la de José María Aznar o la de Florentino Pérez. El Grupo Prisa era uno de los enemigos del pueblo y una de las empresas que explicaban el deterioro de la democracia española, del que era cómplice y culpable. Así que todo ataque a esa empresa estaba justificado.
Cómo han pasado los años y qué mal envejecen quienes se conceden tanta importancia. Pablo Iglesias es ahora tertuliano de la Cadena SER, es decir, de una radio cuyos principales accionistas son -uso terminología del partido morada- los mismos fondos buitre y empresas del Ibex 35 que hace 7 años. El problema es el de siempre: el ego de Pablo es mayor que sus principios.
Porque Iglesias acostumbra a hablar de 'valores' y de 'ética' en antena, cada día, pero a la vez a traicionar su discurso siempre que le viene bien a su bolsillo o a su alma. Sin ir más lejos, este lunes denunciaba la actitud despiadada de Ignacio Sánchez Galán -Iberdrola- mientras ensalzaba el discurso beligerante del presidente de México, López Obrador, con los magnates españoles. En su speech, no se refirió a la política de “abrazos y no balazos” que AMLO ha adoptado para con el narco, la cual no aplican los criminales con sus objetivos. Entre ellos, los periodistas. Ya son 11 los asesinados durante 2022 en el país norteamericano.
Los principios morales de Pablo Iglesias afloran cuando conviene y se hunden bajo tierra cuando la ocasión lo aconseja. A eso no se refirió Iglesias. Él no persigue la verdad. Ni siquiera la descripción acertada de la realidad. Sus objetivos son selectivos. El buen periodismo le importa un bledo. Dispara o acaricia en función de sus intereses personales.
Invitó a David Jiménez -el exdirector de El Mundo- a una de las últimas ediciones de su programa para que le volviera a hablar de forma superficial e incompleta de los 'acuerdos' que los medios de comunicación firman con las grandes empresas periodísticas. La conclusión fue la de siempre: las empresas influyen mediante estos contratos en la línea editorial de la prensa. O tratan de hacerlo. ¡Vaya novedad!
Puestos a hablar del compadreo que ya conocemos, Iglesias pudo preguntar a Jordi Sánchez -con quien habló en la radio RAC 1 por los cientos de millones de euros que los independentistas han destinado desde 2010 a los medios de comunicación para llevarlos hacia su redil. Pero no lo hizo. Verdades selectivas. Realidad deformada.
Roures y Ansón, en un pedestal
Tampoco hace mención este periodista sobrevenido a Jaume Roures al hablar de los empresarios que caminan siempre entre el bien y el mal; y amedrentan a los periodistas para que no publiquen información sobre lo que no les interesa.
Sin ir más lejos, el pasado diciembre un juez archivó la querella que este empresario catalán presentó contra el medio Crónica Global por supuestas injurias en las informaciones que denunciaban -cito textualmente al medio- “los sobornos de una filial de Mediapro para conseguir los derechos televisivos de varios Mundiales de fútbol en América y el blanqueo de fondos en paraísos fiscales, una artimaña que quedó demostrada en sede judicial en Estados Unidos”.
Iglesias no se refiere a esto en su programa en el diario Público porque su jefe es Roures. El buen patrón. Al que no conviene tocar porque no suele encajar muy bien las críticas. Ha denunciado a diversos periodistas -incluido al que firma estas líneas- por airear asuntos que no le vienen bien. No sólo en Iberdrola, Santander o Telefónica condicionan la línea editorial de los medios, Pablo. Lo sabes, pero no lo dices. Porque tu ego es más grande que tus principios y no quieres que te quiten el programa de radio.
Pablo Iglesias y el arrepentimiento
Cuesta entender la sorpresa que ha generado entre los periodistas el artículo laudatorio que le dedicó Luis María Ansón a Pablo Iglesias hace unos días. Hay quien lleva unos cuantos años dedicando loas a unos y a otros sin miramiento. Procedan los protagonistas del cielo o del infierno. Eso sí, Ansón -e Iglesias- tienen razón en una cosa, y es que el nivel de acoso por parte de muchos majaderos hacia los dos antiguos líderes de Podemos ha sido escandaloso. Delictivo. Y lucrativo en el caso de un grupo de periodistas ultras que están también más pendientes de su ego que de la realidad. ¿Cómo se puede estar en contra de algo tan repugnante como los escraches y, a la vez, hacerlos tú? Ruido, furia, dinero... todos viven de lo mismo.
Mientras Ansón confeccionaba un traje a medida a Pablo Iglesias, la periodista de El Mundo, Lucía Méndez, reconocía en un artículo que se equivocó con este político, al que sobreestimó. Todos tenemos derecho a equivocarnos y todos pecamos de inocentes en algún momento de la vida. Con un partido político, con un familiar o con un amigo que pide dinero prestado.
Y lo que ocurre con las revoluciones lo relató Burt Lancaster en la película Los profesionales. “La revolución es como la más bella historia de amor. Al principio, ella es una diosa, una causa pura, pero todos los amores tienen un terrible enemigo, que es el tiempo. Todos necesitamos un amor y una causa. Al principio, nos quedamos en la revolución porque nos da eso y nos hace tener fe. Después, nos marchamos porque nos desengañamos. Y al final volvemos porque nos sentimos perdidos”.
No fue Méndez la única española que se sintió engañada por Iglesias y sus pupilos... y por la pureza de sus ideales. De su revolución. Quizás fue porque se dejó llevar por esta sensación, la de aferrarse a 'lo nuevo' para paliar el sopor de lo rutinario, lo que aja el paso del tiempo. Quién sabe. Cada cual puede equivocarse y retractarse cuando lo considere oportuno. Eso sí, no comparto ese miedo que confiesa a las hordas virtuales del partido. No tienen importancia. Son insignificantes. Como quien las incita a berrear.
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