Opinión

El poder económico da por amortizado a 'adonis Sánchez'

Quizás Sánchez se considere como el héroe de la pandemia o como un mariscal que lucha en la trinchera contraria a Putin, pero lo cierto es que se le recordará como el presidente de los indultos y los estados de alarma ilegales

Uno de los ejercicios más interesantes para quienes dedican su tiempo libre a la crítica destructiva es el de analizar las flaquezas de los egocéntricos. Es decir, las de aquellos que aspiran a que les dediquen ditirambos y necrológicas laudatorias por ser quien son. La vanidad suele enraizar en múltiples factores e inseguridades, pero hay algo que tienen en común quienes la padecen: en tiempos de dificultad, se convierte en su punto débil.

Es difícil que un fanfarrón sepa reconocer su decadencia, así que llega un punto de su vida -cuando se inicia su declive, cosa inevitable- en el que descubre que su talla es mucho más fina y endeble de lo que pensaba y recibe un golpe demoledor.

Fue el pasado martes cuando Xabier Fortes entrevistó a Pedro Sánchez en TVE. La conversación se emitió en un momento complejo para el presidente; mucho más de lo que seguramente sea consciente, dado que -como apuntaba- los vanidosos siempre son los últimos en cerciorarse de su decadencia. El programa lo vieron sólo 6 de cada 100 telespectadores, el 5,9% del share. 787.000 personas. Un resultado que sería pobre para varias cadenas autonómicas.

Este resultado televisivo pone en cuestión la efectividad que tendrá la estrategia con la que ha iniciado Moncloa el nuevo curso, que consiste en incrementar la exposición del presidente y acercarle al ciudadano. Al que le ha quitado el apoyo en las encuestas, en favor de otras fuerzas políticas o de la abstención.

Es difícil encontrar un remedio que frene este desgaste. Hay anuncios de televisión que aparecen una y otra vez, pero a los que nadie presta atención. Sánchez y sus asesores deberían empezar a pensar que al mandatario le pasa lo mismo. Está tan visto, es tan repetitivo y el producto ha decepcionado a tantos… que a nadie le interesa. Cristiano Ronaldo, el arrogante, no ha encontrado un nuevo equipo porque ya no convence, por su edad y por su actitud. El paralelismo viene al pelo.

Los empresarios y Pedro Sánchez

Fuentes del mundo empresarial llaman la atención estos días sobre la ausencia de un acto de inauguración del curso como los que Moncloa celebró en Casa de América en alguno de los ejercicios precedentes. Reconocen que en esta decisión ha influido el cambio discursivo de Sánchez, que ahora, como en 2016 y 2017, ha vuelto a despotricar contra las grandes empresas y los poderes ocultos para justificar los impuestos que les va a meter. Y, de paso, para intentar pescar votos entre quienes apoyaron a sus socios de Gobierno en las anteriores elecciones.

Ahora bien, estos empresarios también advierten sobre un hecho: y si convocara algo similar, ¿qué primeros espadas del Ibex asistirían? ¿El renegado Sánchez Galán? ¿Juan Roig? La realidad es que el poder económico, el gran poder, ya da por amortizado a Pedro Sánchez. Escenificaciones como la de este jueves en el BBVA resultan demasiado artificiales. Protocolarias pese al incomprensible baboseo, que ha sido habitual en gran parte del (mediocre) poder financiero doméstico en esta etapa. Zapatero citó en 2011 a las grandes empresas a Moncloa mientras el Consejo Empresarial para la Competitividad planificaba un país sin él. Lo que suceda ahora (como lo de ayer) será artificial. De hecho, lo es. Lo que muestran en público lo contradicen en privado. Sánchez es un moribundo que quita más que da.

La figura está en decadencia y en las grandes empresas son conscientes de ello. Todavía queda un mundo para las elecciones generales y todo puede pasar, pero conviene no olvidar una cosa: los tratamientos médicos permiten mejorar a los enfermos, pero nunca resucitar a los muertos. Para eso, haría falta algún suceso paranormal.

La alternativa gubernamental a Pedro Sánchez es Alberto Núñez Feijóo y tampoco se puede decir que tenga un equipo económico robusto como para dirigirse al bolsillo de los ciudadanos en la campaña electoral y transmitir esperanza de cambio. Ni mucho menos para hacer lo que cualquier votante juicioso le exigiría tras estos cuatro años de infamia: poner todo patas arriba en los primeros cien días en Moncloa y realizar reformas que permitan al país remontar el vuelo, aunque eso implique que los agentes sociales, bien comidos, bien servidos, bien pagados, se lancen a las calles para quemar contenedores.

Quien herede el trono monclovita debería comenzar a pensar fórmulas para taponar las fugas que afectan al Estado, que son muchas y abundantes

Siempre que un rey agoniza, suele ser aconsejable preparar al sucesor; por lo que, quien herede el trono monclovita debería comenzar a pensar fórmulas para taponar las fugas que afectan al Estado, que son muchas y abundantes. No sólo las que tienen que ver con el cuadro macroeconómico y con las instituciones, sino también con todo ese ecosistema de empresas públicas, reguladores y participadas donde los socialistas han entrado hasta el dormitorio principal.

De hecho, se quedaron cortos, dado que el plan de Iván Redondo pasaba por situar a personas de su máxima confianza en las cotizadas con un 100% de capital privado. Al estilo de lo que ocurrió con Trinidad Jiménez y Javier de Paz en Telefónica; o con los expresidentes en Endesa, pero de forma generalizada. Aun así, los destrozos de Indra, Correos, Paradores, RTVE, Adif y otras tantas sociedades serán difíciles de recomponer. Porque el vanidoso que ha encabezado el país durante los últimos tres años y medio ha situado en todo momento sus intereses por encima de los de España.

La audiencia: 787.000 que pasaban por allí

Al observar el dato de audiencia de la entrevista del martes en RTVE –una televisión, por cierto, que contribuyó a destrozar con un pacto lamentable para elegir a sus consejeros y que ahora quiere volver a poner patas arriba para ‘cargarse’ a su presidente-, me planteaba la pregunta acerca de cómo vivirá Sánchez su decadencia y cómo encarará su fin, que debería producirse tras las elecciones autonómicas y municipales como consecuencia del aplastamiento con el que le castigará su partido (o eso sería lo lógico).

También sería interesante saber la forma en la que ha vivido su ciclo en Moncloa. Porque los dirigentes con esa personalidad ególatra suelen escribir sus biografías con demasiada grandilocuencia. Quizás Sánchez se considere como el héroe de la pandemia –el que evitó “cientos de miles de muertos”, como afirmó- o como un mariscal que lucha en la trinchera contraria a Putin, pero lo cierto es que se le recordará como el presidente de los indultos, los estados de alarma ilegales –por los que nadie dimitió-, el confinamiento innecesario de Madrid para que Illa campeonara en Cataluña, el pacto de Gobierno con quien prometió no pactar, la toma de las empresas públicas al asalto, la deslegitimación del poder judicial, la afrenta al Sáhara Occidental y a Argelia… y tantas y tantas calamidades.

¿La última? La de asegurar un puesto para los próximos años en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) a Mariano Bacigalupo, el marido de Teresa Ribera.

Le harán próximamente un documental a Sánchez –Las cuatro estaciones, se llamará- que, sin duda, tratará de agrandar su figura y endulzar su amargo legado. Por fortuna, lo verán los afiliados y algún parafílico con insomnio. Habrá que ver si su audiencia llega a esos 787.000 espectadores.

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