Opinión

Dawkins, el ethos ateo y la valla de Chesterton

Es fascinante el vídeo de Richard Dawkins que circuló por redes sociales hace una semana. Se trata de un extracto de una entrevista en una radio inglesa. El titular que se comparti

Es fascinante el vídeo de Richard Dawkins que circuló por redes sociales hace una semana. Se trata de un extracto de una entrevista en una radio inglesa. El titular que se compartió fue el siguiente: “Si tuviera que elegir entre cristianismo e islam, me quedaría con el cristianismo sin ninguna duda”. Dawkins llega a definirse en el vídeo como cristiano cultural, y al parecer en el mundo religioso hubo cierto regocijo por sus palabras. Pero la verdad es que no había razón para la alegría, y sí bastante fe -en este caso irracional- en que se tratase de una conversión inminente. 

Dawkins es, como muchos ateos, un cristiano estético más que cultural. No sé si es exactamente lo mismo. En cualquier caso, lo que el autor de El espejismo de Dios aprecia del cristianismo es fundamentalmente su estética. Sus construcciones y su arte. Le encantan las canciones de iglesia y los villancicos, dice en la entrevista. Oh, las imponentes catedrales. Se siente incluso cómodo en el ethos cristiano. Pero al mismo tiempo, y esto es un detalle importante, le alegra que el número de personas que creen de verdad en el cristianismo sea cada vez menor. 

Dawkins y su legión de ateos militantes son como el amigo que presume de no ser fumador pero pide un par de cigarrillos cada vez que sale de fiesta, como el ecologista anticoches que siempre tiene quien le lleve o como el centrista español contrario al separatismo pero incapaz de defender la nación española. Son racionalistas hostiles a la fe que viven cómodamente gracias a la mayoría de creyentes irracionales que está ahí para sostener todas esas pequeñas cosas que les alegran la vida. Hasta que esa mayoría comienza a ser una minoría. Hasta que esa minoría es sustituida por otra que comienza a implantar ordenada y sistemáticamente sus propios valores, que resultan ser menos compatibles con los valores de la Ilustración racionalista. 

La creencia de Dawkins es que es posible un ethos cristiano sin cristianos. Que la fe, los creyentes y los ritos no tienen nada que ver con la existencia de ese ethos. De hecho, como ateo militante considera que la fe es una debilidad de la razón humana. Que el creyente es una especie de racionalista fallido. Por eso Dawkins, cristiano cultural, se ha pasado los últimos años intentando destruir la base del cristianismo, convencido de que la sociedad resultante sería mucho mejor. La performance más conocida fue probablemente aquel bus ateo que puso a circular por las calles de Londres y que después se extendió a otras ciudades. Se trataba de una campaña mediante la que los autobuses urbanos mostraban el siguiente mensaje: “Probablemente Dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Un tiempo después decidió financiar otra iniciativa llamada Camp Quest UK, un campamento de verano para niños desde los 8 a los 17 años “libre de dogmas religiosos” en el que al parecer el Imagine de Lennon sustituía a las canciones religiosas propias de los campamentos tradicionales y se enseñaba a los niños a ser escépticos frente a las creencias.

El ateísmo militante se ha pasado las dos últimas décadas despreciando activamente no al cristianismo, sino a los cristianos. Y ahora -sólo ahora- descubren que la renuncia al cristianismo facilita la implantación de religiones alternativas

Es verdad que aquello pasó hace muchos años, y seguramente por eso se ha querido ver en las palabras recientes de Dawkins algo que no existe. Una especie de reconocimiento del error racionalista, una puerta abierta a la fe, una confesión de arrogancia o una aceptación de la humildad intelectual. Pero no se trata de eso. Se trata de la comprobación indirecta de un principio epistemológico muy inglés conocido como la valla de Chesterton. El ateísmo militante se ha pasado las dos últimas décadas despreciando activamente no al cristianismo, sino a los cristianos. Ha promovido campañas para reducir la religiosidad de los ciudadanos. Y ha tenido éxito. O al menos ha contribuido al hecho de que la religiosidad en gran parte de los países europeos haya caído en picado. Y ahora -sólo ahora- descubren que la renuncia al cristianismo facilita la implantación de religiones alternativas. 

Un error antropológico, filosófico y político

Están a un paso de descubrir algo más, y sin duda lo lograrán porque, como repiten incesantemente, la inteligencia de quien no está contaminado por la fe es sin duda una inteligencia superior: resulta que los valores del cristianismo cultural estaban de alguna manera ligados, quién lo iba a imaginar, a las creencias cristianas. El deseo de Dawkins, una sociedad con valores cristianos pero sin cristianos, parte de un error antropológico, filosófico y político. Una sociedad sin cristianos es una sociedad abierta a cualquier fe con la fuerza y la convicción suficientes para convertirse en una fuerza influyente y, con el tiempo, dominante. Y los totalitarismos del siglo XX demuestran que esa fe no ha de ser necesariamente religiosa.

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