Opinión

Un debate necesario en educación

La jornada continua en los colegios exige por parte de niños y familias sacrificios que pueden influir, y perjudicar, otras decisiones en ámbitos como el familiar, el laboral y el académico

A veces, la solución a un dilema la tenemos frente a nosotros, aunque no seamos capaces de verla. Esta incapacidad viene, en muchos casos, por la propia ignorancia. Esto es normal. No somos omnicomprensivos. Pero en otras ocasiones más que no poder verla, no la queremos ver. Y esto sucede porque, al hacerlo, provocaríamos un terremoto tanto en nuestras convicciones como en nuestros, legítimos en muchos casos, intereses particulares.

Que lo que es bueno para un grupo no tiene que ser lo mejor para todos, lo sabemos. Que la capacidad de la mano invisible para alinear intereses privados con los sociales es imperfecta, también. Y es por ello por lo que las ciencias sociales, en particular la economía, lleva lustros investigando y tratando de averiguar cómo podemos alcanzar óptimos sociales a partir de los actos libres e individuales y la modulación de algunos incentivos.

Esta semana hemos sabido de un magnífico informe elaborado por los compañeros de ESADE EcPol. Lo cierto es que el trabajo realizado por Ángel Martínez, Marta Ferrero y Lucas Gortazar es de esos que hacen tambalear prejuicios y despiertan un debate, por mucho tiempo adormecido, con un buen tortazo en toda la mejilla. Pueden acceder al informe en este enlace. No tiene desperdicio.

Lo que nos cuenta, de forma muy resumida, es que la jornada continua en los colegios exige por parte de niños y familias sacrificios que pueden influir, y perjudicar, otras decisiones en ámbitos como el familiar, el laboral y el académico. Más aún, estas consecuencias son tanto más importantes cuanto más vulnerable es el hogar que lo sufre.

Así, aunque hasta ahora ni la literatura ni este informe despejan las dudas sobre el efecto causal en los rendimientos académicos de la jornada partida, sí señala a numerosas pruebas “circunstanciales” que apuntaría a ello. Sin embargo, sí sabemos que permanecer más horas en el colegio eleva dicho rendimiento. Por el contrario, la causalidad positiva parece demostrada sobre la atención de los niños e, incluso, sobre el desarrollo socio-emocional y la salud de los mismos. No es poco.

Mientras colegios concertados y privados ofrecen habitualmente la jornada partida, los públicos, como dice el informe, no lo hacen en su gran mayoría, afectando por ello a aquellas familias más vulnerables

Pero uno de los resultados de la literatura que el informe menciona, y estima, es el efecto sobre la participación de la mujer en el mercado de trabajo de una jornada partida frente a una jornada continua. Así, por la menor participación de la mujer en el mercado de trabajo y su consecuencia sobre la progresión profesional de las mismas, la jornada continua e intensiva podría tener un coste que superara los 8.000 millones de euros anuales. Es decir, un 0,7% del PIB español. En otro análisis, y haciendo las cuentas de “la vieja”, estimaba que el coste de la discriminación de la mujer en el mercado de trabajo podría suponer no menos de un 6 % del PIB español. Aquí, en este informe de ESADE EcPol, tienen una de las razones bien sustentadas. Así pues, una política de igualdad de género sería favorecer que los colegios adoptaran la jornada partida.

Pero no sólo la igualdad de género se vería reforzada si elimináramos estos diseños que la perjudican. También habría una mejora en la igualdad en términos generales. Mientras colegios concertados y privados ofrecen habitualmente la jornada partida, los públicos, como dice el informe, no lo hacen en su gran mayoría, afectando por ello a aquellas familias más vulnerables. El coste a largo plazo que esta falta de oportunidad tiene sobre padres y niños actúa como elemento de consolidación de las desigualdades.

El informe ha generado un gran revuelo. Es obvio que no pocos docentes en colegios públicos quieran creer que esto no es así. Lo que he leído por parte de algunos, al margen de tratar de refutar lo que dice el informe (y otros muchos trabajos publicados en los últimos años) sin datos, es argumentar que el problema no es el horario del colegio, sino de las jornadas laborales. Es decir, que confundimos lo que es primero y lo que viene después. Sin embargo, sin negar que los horarios laborales merecen una profunda reflexión, lo cierto es que, aún finalizando los padres su jornada laboral a las 16:00 de la tarde para concentrar sus 8 horas de trabajo de una sola vez, seguiría siendo necesaria esta jornada partida o cuando menos un aumento de las horas de permanencia de los niños en las escuelas. Es decir, la solución no es racionalizar los horarios laborales, aunque es obvio que sería deseable por otras razones.

Sin pensar en los efectos positivos de segunda ronda por los que todos nos veríamos beneficiados: más y mejor actividad económica, más capital humano, mayor remuneración, mayor renta per cápita, etc

Finalmente, hay quien ha expresado su apoyo a la jornada continua simplemente porque “le vino bien”. Ante esto, no se puede convencer a quien, a título personal, está feliz con una situación. Seguro que era así. Pero lo que sí debemos responder es que, en general, para el conjunto de padres y madres, la jornada partida es un win-win en los aspectos antes mencionados. Como comenté al principio, lo que es bueno para uno no debe ser, necesariamente, bueno para todos. Y esto, sin pensar en los efectos positivos de segunda ronda por los que todos nos veríamos beneficiados: más y mejor actividad económica, más capital humano, mayor remuneración, mayor renta per cápita, etc.

Bienvenido sean estos informes que remueven ideas, prejuicios y dejan bien colocado en el área el balón para que rematen a placer nuestros responsables políticos, metiendo un gol a la desigualdad. Muchas veces no somos capaces de imaginar que lo que, a priori, puede ser una política buena para algunos, pueda tener tantos costes para otros. El debate es para contrastar argumentos y posiciones, desde luego. Pero cuando este debate es tan desigual, con evidencia y aportaciones tan sólidas a favor de una de las partes, la otra lo único que debe hacer es asumirlo.

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