La última diatriba del presidente del Gobierno sobre cuándo serán las elecciones generales da una idea clara, primero, de sus intereses, y en segundo lugar del respeto que tiene por su palabra y por los ciudadanos que razonablemente creen que cuanto antes vote toda España mejor. Son muchas las decisiones importantes que no puede -que no debe- tomar un Gobierno que no ha pasado por las urnas y se sustenta en 84 diputados y en el capricho de una destartalada compañía que tiene como objeto que se rompa España.
“Que esperen sentados, vamos a gobernar hasta 2020”, decía el pasado fin de semana pensando en Pablo Casado y Albert Rivera y, quizá, en millones de españoles que creen que España no aguanta más sin unas elecciones generales y sin un mandato claro. Un mandato que Pedro Sánchez, hijo de una bastarda moción de censura en acertada expresión de Cayetana Álvarez de Toledo, no tiene. El presidente dijo que presentaba la moción para convocar elecciones. Primera mentira. Sánchez dijo que nunca aceptaría los votos de aquellos que quieren romper España. Segunda mentira. Sánchez asegura que aguantará hasta 2020. Un deseo que puede ser o no una realidad.
Asumida la impostura como irreversible, mantengamos la evidencia de la situación que hace unas semanas el republicano catalán Joan Tardà le recordaba a Sánchez: “Usted está ahí con nuestros votos”, le dijo el bronco parlamentario de ERC. Y esa es la verdad. Con los suyos, los del PDeCAT y los de los Bildu. Con ese apoyo, con ese amparo indecente para los intereses de los españoles que razonablemente, y sin sobresaltos, creen en su Nación, gobierna Sánchez. Y por esta razón, tan simple como irrefutable, hemos de convenir que sean las que sean las intenciones presidenciales -hoy estas, mañana otras-, el único que tiene la obligación de esperar sentando a ver que pasa con su persona, su Gobierno y su partido es el propio Pedro Sánchez.
Pero no descartemos que Sánchez se salga con la suya, ya que sólo PP, Ciudadanos y Vox tienen algo que ganar con unas elecciones en estos momentos
Sentado, sin inmutarse y molestar a los que le sostienen y amparan en su obsesión por los palacios y los aviones, ha de esperar el presidente a ver qué dice y hace Podemos con los Presupuestos de este año. Sentado e hinchando la bolsa para Cataluña en un claro agravio al resto de España, Sánchez ha de esperar a ver que deciden los de Junqueras y Puigdemont y sus 17 diputados, más pendientes de la suerte de sus presos golpistas que de cuadrar las cuentas, incluso las que a ellos, y sólo a ellos, interesan. Sentado ha de esperar a ver que hacen los de Bildu, que cuentan ya en 15 los traslados de presos a cárceles vascas. Con los del PNV da igual que Sánchez se siente o se ponga de pie, porque son ellos los que esperan siempre sentados, vengan desde la derecha o la izquierda. Y nunca se equivocan.
Y dicho lo cual, puede que Sánchez se salga con la suya. Porque ¿a quiénes interesa un adelanto electoral? Probablemente a ninguno de los partidos de la moción de censura. En realidad, sólo PP, Ciudadanos y Vox tienen algo que ganar en estos momentos. Cuanto más tiempo aguante el Gobierno más margen tiene el presidente para vender su mercancía, más para demostrar que sabe aguantar y más para advertir una y otra vez de los peligros de una eventual llegada de las derechas.
Y sin embargo nada está escrito en un país en el que las cosas cambian por semanas. Esperemos a ver cómo se sustancia -¿se dice así ahora, no?- el proceso penal de Junqueras y compañía, no vaya a ser que los independentistas se bajen del carro a ultima hora y no voten los presupuestos. Gran paradoja esta, porque serían los votos del PP, Ciudadanos y los “indepes” los que echarían a Sánchez del Gobierno, abocado entonces a convocar elecciones. Aunque quién sabe, igual ni por esas. ¿Prorrogar por segunda vez unos Presupuestos Generales del Estado? Nunca pasó en España, pero para eso está Pedro Sánchez. Para una primera vez.
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