Tras los escándalos políticos en que se han convertido buena parte de las decisiones de Pedro Sánchez a lo largo y ancho de sus infames seis años y medio de permanencia en el Gobierno, tras la confirmación, semana a semana, de la exigua (y venenosa) mayoría parlamentaria que lo acompaña y que lo hace seguir cediendo ante los peores de cada casa y a costa de los intereses generales de España, y, finalmente, tras las acusaciones realizadas por Víctor de Aldama contra Moncloa y el PSOE que confirmarían buena parte de la corrupción ya sabida y que han convertido definitivamente el "caso Koldo" en el "caso Sánchez", hay quien se pregunta por qué el PP no se decide a presentar ya mismo una moción de censura contra Sánchez y su banda. Es, desde luego, un debate legítimo; y, en el fondo, como casi todo en política, es una cuestión de estrategia.
El problema para defender semejante decisión política es que la moción de censura, según la Constitución Española, necesita la presentación de un candidato a la Presidencia del Gobierno que sustituiría en este caso a Pedro Sánchez, y, para alcanzar su objetivo, el apoyo de la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados; es decir, la moción de censura (cuyo nombre quizás lleva a equívoco) es un instrumento constructivo que se emplea no solo para censurar sino sobre todo para alcanzar la Moncloa a través de la correspondiente mayoría parlamentaria que supuestamente se ha encargado previamente de obtener quien la presenta para lograr sustituir al actual presidente por otro presidente y al actual Gobierno por otro Gobierno. El PP, obviamente, tiene al candidato, Alberto Núñez Feijóo, e incluso un programa de gobierno a poner en marcha, pero no tiene la mayoría absoluta que se requiere y, por lo tanto, no alcanzaría su objetivo de despedir a Sánchez y llegar a la Moncloa… aunque fuera solo para, a continuación, convocar elecciones generales.
Hay quien defiende que el modus operandi político de Pedro Sánchez, la situación de ingobernabilidad que vivimos y la degradación política y moral de España, exigen sin más cálculo aritmético que el PP "haga lo que le corresponde" y presente la correspondiente moción de censura, independientemente de que, como se prevé, la moción decayera y el PP cayera derrotado. Según estos, la auténtica derrota es mantenerse de brazos cruzados y mostrar de ese modo una supuesta e imperdonable dejación de funciones, mientras que la presentación de la moción de censura significaría por sí misma una victoria simbólica que, incluso sin los apoyos suficientes, acercaría la auténtica victoria política consistente en alcanzar la Moncloa, en lugar de esperar a que Sánchez caiga como fruta madura, víctima de sí mismo y de sus indeseables socios, a los que ha elegido voluntariamente y a conciencia.
Los que defienden que el PP presente la moción de censura argumentan que no hacerlo es dejación de funciones, indolencia y falta de agallas, porque además presentarla, añaden otros, retrataría aún más a los socios que lo acompañan… como si no estuvieran retratados suficientemente
Sin embargo, que Sánchez carezca de mayoría parlamentaria para permanecer dignamente en la Moncloa o que cuando puntualmente la alcanza en determinadas votaciones sea a costa de los intereses de España, no significa que Alberto Núñez Feijóo tenga los apoyos necesarios para ser presidente y, mucho menos, para gobernar con garantías y de manera solvente, en caso de que lo fuera. Los que defienden que el PP presente la moción de censura argumentan que no hacerlo es dejación de funciones, indolencia y falta de agallas, porque además presentarla, añaden otros, retrataría aún más a los socios que lo acompañan… como si no estuvieran retratados suficientemente tras seis años y medio de apoyo al gran farsante. Y hay una cosa básica que a veces se nos olvida: que todos los que aborrecen a Sánchez, al actual Gobierno de España y a sus socios, no apoyan la alternativa que Feijóo representa, e incluso buena parte de aquellos prefieren al mentiroso compulsivo y estafador político que hoy día tenemos de Presidente antes que cualquier otra cosa. Al fin y al cabo, por un lado la polarización política sigue beneficiando a Sánchez (por eso la puso en marcha); y, por otro lado, Vox, compañía todavía indispensable para el PP, sigue generando rechazo en muchos votantes. Y es todo esto, obviamente, lo que explica que Sánchez llegara a la Moncloa en su momento y permanezca hoy día en ella. Además, lo que a unos nos parece insoportable (Sánchez, sus lacayos, sus felaciones políticas y sus felonías), a otros les parece la única alternativa posible o lo menos malo dentro de las opciones que existen. Otros son militantes socialistas, votantes sectarios o simples palmeros a los que todo les importa un bledo, esos que este fin de semana tienen una cita en el 41 Congreso Federal del PSOE para purgar a los críticos y seguir llevando al partido y a España al desastre.
La presentación o no de una moción de censura que no alcanzaría la mayoría absoluta es, desde luego, un debate legítimo, pero conviene no olvidar que Feijóo no tiene los apoyos que necesita para que se aprobara, por lo que sería una muestra de impotencia. Otra cosa es que incluso perdiéndola le rentara, porque tal cosa sirviera para presentar y hacer visible una alternativa y retratar a toda la ralea que apoya a Sánchez.
Es, como decía, un debate legítimo y, como casi todo en política, una cuestión de estrategia, salvo que lo que se pretenda sea adoptar una actitud puramente quijotesca… y morir felizmente en el intento.
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