Opinión

'Deflactar', vieja palabra para la nueva crisis

La inflación no es el único problema de España. Sólo es el último. Sólo es la gota que colma el vaso, porque el vaso ya está a rebosar

Hubo un tiempo, hace no tanto, en el que la principal noticia de un día al mes (y, a veces, de la víspera y del día siguiente) era cuánto había subido la inflación en ese mes, y cuánto en lo que iba de año, y cuánto desde doce meses antes, y cuánto más que otros países, y cuánto más que los salarios o las pensiones. Eso se repetía indefectiblemente todos los meses salvo enorme catástrofe.

En aquel (no tan lejano) tiempo, uno de los principales debates cuando tocaba elaborar los Presupuestos de cada año era en cuánto se iba a ‘deflactar’ la tarifa del IRPF para que la enorme subida de precios -y la siempre más limitada mejora salarial- no empobreciera hasta la extenuación a la gente.

¿Por qué? Pues porque un 10% de inflación es un 10% de empobrecimiento. Si, para compensarlo un poco, ese año el trabajador conseguía un 5% o un 6% de mejora salarial, podía soñar con que ‘sólo’ se había empobrecido un 4%. Pero si esa mejora salarial se traducía en un muy probable salto en la escala de la tarifa del impuesto sobre la renta, su empobrecimiento se multiplicaba: pagaba más como si fuera más rico cuando sólo era más pobre, y aún más pobre después de impuestos. Quien sí se beneficiaba -y mucho- de la inflación era Hacienda: sin hacer nada veía multiplicada la recaudación tributaria.

Otro tanto ocurría con los impuestos indirectos. Aunque tengan un tipo fijo, cargar el IVA en cada paso de cualquier proceso productivo multiplica el engorde de la bola de nieve hasta el precio final. Por eso, en aquellos lejanos tiempos de alta inflación la reclamación era de tipos mínimos de IVA para la mayor cantidad posible de productos calificados como de primera necesidad.

Hace 40 años que no padecíamos una inflación de casi el 10% y se nos habían olvidado muchas cosas. Lo de 40 años no es una forma de hablar. El 9,8% de inflación de marzo es el nivel más alto desde mayo de 1985 ¡hace 37 años! Y una subida intermensual (de febrero a marzo) de 2,2 puntos no se producía desde abril de 1977… ¡nada menos que hace 45 años!

Lo lógico también habría sido que hubieran aprovechado la desmemoria de inflación de todos los que eran demasiado jóvenes en los muy inflacionistas años setenta y ochenta para presumir de una medida ya olvidada

Lo lógico, si tuviéramos un Gobierno sensato, en vez de uno mendazmente progresista, habría sido escuchar el solemne anuncio de la ministra de Hacienda o -mejor- del jefe del Ejecutivo, sobre cómo se iban a deflactar los tipos impositivos para paliar el desesperante empobrecimiento que causa la inflación. Pero no: eso de deflactar la gente no lo entiende.

Pues sí se entiende. Se entiende sólo con explicar que ésa es una eficaz forma de devolver la parte de recaudación que obedece, simple y llanamente, a la subida de precios. Se habría entendido que presumieran de su excelsa bondad -e insuperable progresismo- al aplacar así el empobrecimiento de los más desfavorecidos. Lo lógico también habría sido que hubieran aprovechado la desmemoria de inflación de todos los que eran demasiado jóvenes en los muy inflacionistas años setenta y ochenta para presumir de una medida ya olvidada, incluso aplicándola con discriminación positiva hacia los que menos tienen.

Deflactar es una vieja palabra en esta nueva crisis que debería acabar siéndonos tan familiar como ‘incidencia acumulada’ o ‘delta y omicron’ en tiempos de pandemia. Por entendernos, deflactar sirve para ‘aplanar la curva’ del empobrecimiento que causa la inflación. Quizá, como la palabra es vieja, está fuera del marco mental del último exponente de la casi extinta nueva política: Pedro Sánchez, nuestro economista presidente del Gobierno. Ha sido rescatada por su némesis: Alberto Núñez Feijóo, un político chapado a la antigua, en su primera cita en La Moncloa como nuevo líder del Partido Popular.

Feijóo había avanzado la necesidad de deflactar el miércoles, tras entrevistarse con el Rey Don Felipe. Ya ahí contó que, sólo entre enero y febrero y pese a la crisis, la recaudación tributaria ha subido en España 7.500 millones de euros, principalmente gracias a la inflación. Y que él defiende que al menos parte de esa subida se debería devolver inmediatamente a la gente con una rebaja de las retenciones (y la tarifa) del IRPF. Porque “un Gobierno no puede vivir por encima de las posibilidades de su pueblo”. Pues este Gobierno lo hace y tiene toda la voluntad de seguir haciéndolo.

Hay alguien que recuerda el impacto deletéreo de una inflación galopante en la vida de la gente, y ha decidido poner la reparación de ese grave problema en el frontispicio de su oferta política

Quizá por eso, Feijóo empezó el resumen de su reunión con Sánchez con la siguiente declaración: “Lamentablemente, no tengo ninguna buena noticia que darles. Ni para la economía familiar, ni para los trabajadores, ni para las rentas medias y bajas, ni para las empresas. No puedo dar ninguna buena noticia a los ciudadanos que peor lo están pasando”.

Pero sí hay una ‘buena noticia’. Hay alguien que recuerda el impacto deletéreo de una inflación galopante en la vida de la gente, y ha decidido poner la reparación de ese grave problema en el frontispicio de su oferta política. Ese alguien es el nuevo líder del ‘PP, taller de reparaciones’.

Evidentemente, la inflación no es el único problema de España. Sólo es el último. Sólo es la gota que colma el vaso, porque el vaso ya está a rebosar y no sólo de problemas económicos.

La ventaja de Feijóo al señalar los 16.700 millones de euros de empobrecimiento adicional que, según Funcas, nos va a costar el último arreón de precios disparados es que suena creíble que este señor de aspecto funcionarial sepa cómo ‘aplanar la curva’ de la inflación con menos impuestos. Y su propuesta de bajar impuestos no parece una cantinela a la que contestar con el burladero de ‘¿y de dónde quiere usted que lo saquemos, de la Educación o de la Sanidad?’ porque el CEO del ‘PP, taller de reparaciones’ es un tipo creíble que se compromete a enviar por escrito el detalle de su plan, y pide que sea la Airef quien elabore una auditoría de todo el gasto superfluo que ha engordado Pedro Sánchez.

Todo eso sin decir Falcon, ni mencionar los 22 ministerios y sus miles de asesores, ni los planes millonarios de la ministra Irene Montero… Todo de lo más frío y aséptico. Es el signo de los nuevos viejos tiempos. De momento, con las encuestas a favor. Y este 'de momento' va a durar.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP