José Borrell es el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Eso es lo más concreto que podemos decir de un dirigente estimable y bien articulado. Es también una verdadera rara avis en este momento, una extravagancia en el universo de la sanchoesfera, que dice Juan Luis Cebrián. Borrell es un catalán con las ideas claras que, cada vez que las ha expuesto con sosiego e inteligencia, ha dejado vacío y en la cuneta el relato que sustenta la mistificación de los derechos del pueblo catalán la independencia. Es una pena que su cargo le limite, por voluntad propia, a hablarnos de lo suyo y no de lo que, en este momento, a unas semanas de las elecciones en su tierra, uno estaría esperando.
En la memoria tenemos aquel debate en el que Oriol Junqueras quedó para el arrastre. Allí donde Junqueras ponía un punto de emoción, Borrell daba un dato; dónde Borrell señalaba a la Luna, el independentista miraba al dedo; allí donde Junqueras colocaba un poco de impostación y un mucho de ensoñación, su razonable oponente lo arrollaba con la carga explosiva de la realidad y la fuerza de lo que es puramente factual. No hay forma de soportar, ni siquiera de debatir, aquello que está construido con el rigor imparable de los hechos.
Salir de la zona caliente
Qué les voy a decir, o mejor, qué les puedo aconsejar, pues que busquen en Google el debate en cuestión y disfruten de él como si fuera una buena película. El que he visto hace un momento lo anuncian de esta manera: El video entero puede herir la sensibilidad del espectador. Del pobre Junqueras no quedan ni los restos.
Naturalmente que echo de menos la voz de Borrell, sobre todo en un momento en el que su partido tiene tan pocas expresiones autorizadas, razonables, rigurosas. Pero Borrell atiende a los medios sólo para lo suyo, para advertirnos de lo que puede pasar en el mundo si Israel e Irán se empeñan en que suceda. Escucho al Alto Representante decirnos por la radio que hemos de hacer caso al secretario general de la ONU cuando aconseja que salgamos de la zona caliente, y que por eso lo mejor que podemos hacer es alejarnos del precipicio en el que estamos. ¿Sólo en el conflicto de Oriente Próximo?
El próximo domingo habrá elecciones en el País Vasco, el 12 de mayo votarán los catalanes y, en los dos comicios, Sánchez corre el riesgo de quedarse con la brocha en la mano y sin escalera
Hay que entender que Borrell tiene claras sus ideas, y que esas ideas poco o nada tienen que ver con las que Sánchez trabaja para Cataluña y el País Vasco tras las elecciones. Hay que suponer, ya que no habla, que sus ideas sobre Cataluña están lejos de las que a machamartillo manda y ordena el gran fabulador de la Moncloa. A lo más que llegamos es a sobreentender lo que creemos que dice. Leo sus declaraciones y creo que insinúa críticas a las medidas de gracia a los independentistas, y que está en desacuerdo con la forma en que Sánchez ha sido investido presidente por Puigdemont. Pero, ya digo, todo son suposiciones de alguien que no habla dentro de un partido que no escucha. Esa especie de clain que dicen los modernos de que el PSOE es el partido que más se parece a España sólo provoca desconcierto, indignación para los que un día lo votaron, y risa para lo que nunca lo hicieron ni lo harán.
Todo es gracioso hasta que te pasa a ti
El próximo domingo habrá elecciones en el País Vasco, el 12 de mayo votarán los catalanes y, en los dos comicios, Sánchez corre el riesgo de quedarse con la brocha en la mano y sin escalera. Quiero decir que quedará definitivamente retratado, aunque hay quien desde el PSOE me sugiere que Sánchez tiene ya argumentario para explicar lo que pase, sea lo que desea, sea lo que le incomode. En esto, me asegura quien dice haberlo conocido cuando fue defenestrado por los suyos, "es un animal político verdaderamente descontrolado en el que la única ideología es conseguir el poder para después mantenerlo cueste lo que cueste". En aquellos tiempos repetía una frase con insistencia: "todo es gracioso, hasta que te pasa a ti". Y sigue diciéndome: "Comprendo que esto parezca muy primario, y por eso resulta increíble, pero sólo entenderemos lo que pasa o pueda pasar en su cabeza desde esta pragmática concepción de la política".
Puede que sea así, pero de tanto alimentar al monstruo y acercase a él, Sánchez se ha mimetizado con la criatura, y ahora no tiene más remedio que declarar con quién está. Sí, cierto, todo es muy gracioso, hasta que tienes que asumir la gracia de tus actos. Puede que tenga un librillo para encontrar la solución a cada problema, pero tras haber normalizado a las siglas más execrables, y haber pactado con partido liderados por delincuentes, sediciosos y terroristas, tiene que elegir entre lo malo y lo peor.
Puede que a los suyos, pobrecillos, les dé igual, o que sigan creyendo que tienen un Moisés que haga lo haga será capaz de ver a Dios en la montaña, pero después del domingo que viene tendrá que elegir entre Junqueras y Puigdemont. Dicen las encuestas -y átenme esa mosca por el rabo-, que será Salvador Illa el que gane las elecciones. Dará igual, como dio igual cuando las ganó Ciudadanos, que parece que aquello ocurrió hace mucho tiempo, pero fue un 17 de diciembre de 2017. Illa no gobernará, ni siquiera con una mayoría suficiente se sentará en el sillón que el presidente tiene en la plaza de San Jaime.
El PSC, un observador con dolor de muelas
Mientras que la suerte de Sánchez dependa de Puigdemont y el futuro del Gobierno en el Congreso esté en las manos de Junqueras, el Psc de Illa será sólo un observador sometido a un permanente dolor de muelas. Un requilorio que suena a sardana.
Cuando al chamán de la Moncloa se le han agotada todas las fórmulas para sobrevivir y en la chistera sólo quedan los excrementos del conejo hay que hacer algo que disimule el mal olor. Decidir, tomar un camino, señalar lo que quieres y te conviene entre dos tipos aviesos que se odian: Puigdemont o Junqueras. Haga lo que haga el gran fabulador la réplica del movimiento tendrá sus efectos en el foro madrileño en forma de elecciones generales.
Claro que es fácil entender el silencio del próvido Borrell. Silencio elocuente, expresivo y gritón que, sin embargo, no sirve para que dejemos de dar pasos hacía nuestro particular precipicio, con una primera parada en Cataluña y una segunda en el País Vasco. En Cataluña, Sánchez se apoyó en delincuentes y salvó el pellejo. En el País Vasco convirtió en progresista al PNV y dio la mano a un partido que sigue declarando héroes a los terroristas que van saliendo de la cárcel. Hasta hoy, ambos partidos le han apoyado. La cosa es de clavo pasado, que decían los antiguos, mientras seguimos dando pasos hacia el precipicio. Engañar a todo el mundo todo el tiempo es inviable. Llega la hora de la verdad para Sánchez. Bueno, quisiera uno explicarse, tanto como la verdad, la verdad…
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