Opinión

Del patriotismo al delito común

Nadie salvo Junts acompañará a Laura Borrás, ex presidenta del parlamento catalán, a declarar ante el juez

Convergencia fue la primera en mezclar un delito puro y duro, el de Banca Catalana, con la cosa nacionalista. Es un método muy útil, especialmente dirigido a colectivos con cierta propensión al estallido emocional. “A partir de ahora, que no nos vengan dando lecciones de ética”, bramó el mismo Pujol que, años más tarde, tuvo que salir deprisa y corriendo a confesar que era un evasor de capitales ante el tremendo marrón que se le venía encima a él y a su familia.

Borrás, que va del mismo palo ideológico que esos convergentes mutados en Junts, quiso vender que no dimitía porque las acusaciones de presunta corrupción no era más que “persecución política”, sic, y que la justicia española lo que quería era apartarla de la política por ser separatista. Recuerden, todo viene de unos presuntos pagos efectuados cuando la señora presidía el Instituto de las Letras Catalanas. Y recuerden también que Borrás sigue en sus trece negando la mayor – está en su derecho – añadiendo que lo suyo es un lawfare y que sus excompañeros vulneran la presunción de inocencia no llevándola a hombros hasta el tribunal. En fin.

Ahora que llega el momento de ponerse delante el de negro, quienes hasta hace poco le reían las gracietas a esta señora, que ha sido junto con Forcadell lo peor que se ha sentado en la silla presidencial del parlamento catalán, se han tirado de la moto. La consecuencia es que Laura Borrás se ha quedado triste y sola, como la escuela que cantaba la tuna. Los argumentos son, vaya por Dios, que no debe confundirse estar procesado por el 1-O o la lucha por la independencia con estar procesado por unas presuntas malas prácticas y que no hay que mezclar las cosas. Incluso Eulalia Reguant se ha apuntado en nombre de los fieros y terribles cupaires.

O sea que ni cupaires ni republicanos, solo los inasequibles al desaliento que todavía esperan el milagro de la república catalana

Para que se fíen los neo convergentes de estos cachorritos amamantados en sus ubres. Tampoco apoyan a la Woman in Yellow ERC y el gobierno de Aragonés, que se ha limitado a decir por boca de su portavoz que no acudirá a la concentración de Junts este viernes delante de los juzgados. O sea que ni cupaires ni republicanos, solo los inasequibles al desaliento que todavía esperan el milagro de la república catalana. No creemos que sean muchos, porque la gente de Junts que suele acudir a estos aquelarres tiene una media de edad avanzada y, no nos engañemos, el frío y la lluvia aprietan y cuando uno ha traspasado el umbral de los sesenta no es bueno exponerse a los rigores climáticos.

Lejos quedan aquellos días en los que cada vez que uno de los herois catalans como Mas, Rull, Turull, Torra ed altri iban a declarar se tocaba a rebato y allí que iban gentes de comarcas traídos oportunamente por una pléyade de autocares perfectamente coordinados y organizados. Claro que entonces estaba vigente el camelo de la unidad separatista y todos fingían ir a una, mientras se miraban de reojo a ver quién le clavaba la daga al otro. Ahora, sin el decorado de cartón piedra que la ANC, Ómnium y el dinero que siempre se dijo que salía del poble pero que ya sabemos de dónde provenía, ha quedado el esqueleto de lo que siempre fue lo de la independencia: una descarnada lucha de poder entre familias políticas, una feroz pugna por ver quien se quedaba al frente del cortijo catalán y una huida hacia adelante para que no se hablase de la corrupción institucionalizada en Cataluña desde que Pujol llegó a la generalidad.

Dinero, nepotismo, enchufes, enjuagues por debajo de la mesa y caciquismo al más rancio estilo. Eso sí, Illa es un hombre de estado porque ha pactado los presupuestos con Esquerra que, recuérdenlo, hace nada era socia de esta tropa. Claro que el PSC tiene un pacto blindado con Junts en la Diputación de Barcelona. Mismos políticos con diferentes collares. La cosa es seguir chupando del bote.

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