Opinión

Delendus est Sánchez

La derrota electoral cosechada ayer por Pedro Sánchez es incuestionable. Su partido ha pasado

La derrota electoral cosechada ayer por Pedro Sánchez es incuestionable. Su partido ha pasado de ser en 2019 el primero en el voto municipal con más de siete puntos porcentuales sobre el PP, a ser el segundo a una clara distancia del primero. Y si se cumplen las expectativas lógicas, cuando dentro de unas semanas se conformen los nuevos Gobiernos autonómicos y municipales el PSOE perderá parte del poder territorial del que ha dispuesto hasta ahora.

La derrota de Sánchez era esperada y es merecida. Se esperaba pues lo venía anunciando el consenso demoscópico del que solo Tezanos ha sido una vez más la cabra suelta. Y que ha acumulado méritos a lo largo de su estancia en La Moncloa para caer ahora derrotado es una verdad clamorosa. A su nefasta gestión de Gobierno, que por reiteradamente analizada renunciamos en este momento a exponer, ha sumado una precampaña y una campaña electoral que le han desnudado ante la sociedad española pudiendo ésta percibir la auténtica esencia de Sánchez, un gobernante impropio de un país desarrollado y un político ayuno de las mínimas dosis de seriedad y responsabilidad exigibles.

La indignidad de acudir a los mítines anunciando medidas que eran después aprobadas en Consejo de Ministros ha supuesto un intento de tomar el pelo a la sociedad española

El show que ha protagonizado intentando atraer votos mediante sucesivos anuncios electoralistas pasará a los anales de la sinvergonzonería política. La indignidad de acudir a los mítines preelectorales y electorales anunciando medidas que eran después aprobadas en el siguiente Consejo de Ministros ha supuesto un intento de tomar el pelo a la sociedad española, ha caricaturizado a su Gobierno y, por cierto, ha constituido también una deslealtad para con sus socios de Podemos que se enteraban por las crónicas de la campaña electoral del PSOE de lo que iban a aprobar después como ministros. Junto a lo expuesto, Sánchez ha abierto en canal el grifo de nuestro gasto público, dificultando así aún más el futuro combate por reconducir el déficit a la dimensión máxima establecida en las reglas fiscales de la Unión Europea, cuestión a la que parecen nos van a obligar el año que viene. Sanchismo en estado puro.

Qué decir de su bochornoso silencio y el de los ministros de su partido durante las 36 horas siguientes a conocerse el contenido de sangre presente en las listas electorales de Bildu, su socio parlamentario preferente con el que se comprometió a no pactar y ha pactado hasta su propia investidura como presidente de Gobierno. Pasado el tiempo reseñado y tras limitarse a calificar de “indecente” la cuestión, volcó su ilimitada ferocidad hacia el PP acusándole de no olvidarse de ETA cuando ésta lleva ya doce años sin asesinar y formalmente disuelta. Y lo ha dicho él, que está permanentemente agitando el franquismo que terminó hace en 1.977, hace 46 años y no 12, y la guerra civil que finalizó en 1.939, hace 84 años y no 12. Delicia genuinamente sanchista.

Él, que es el secretario general del partido al que pertenecen los presuntos delincuentes electorales, se atrevió a acusar a otros del lodazal

Y ha resultado completamente soez su postura en relación con el ilegal mercadeo de los votos por correo. Habiendo sido detenidos varios militantes y dirigentes del PSOE por la presunta comisión del citado delito en diversos municipios de varias provincias, Sánchez no ha dado explicación alguna y lo único que ha dicho al respecto es acusar al PP de “embarrar la política”. Él, que es el secretario general del partido al que pertenecen los presuntos delincuentes electorales, se atreve a acusar a otros del lodazal que han creado los suyos. Sanchismo químicamente perfecto.

Por lo expuesto y por otras varias razones, Sánchez ha perdido las elecciones locales de ayer. Y si el cuerpo electoral español se comporta en el futuro inmediato como lo ha hecho en el pasado mediato, también ayer ha empezado a perder las próximas elecciones generales. De modo que sí, que todo apunta a que el final de Sánchez y el sanchismo está próximo, es inminente. Personalmente considero que se trata de una buena noticia para España y para nuestra democracia, pero no puedo dejar de expresar mi preocupación por el peligro que hemos de afrontar en los próximos meses.

El daño que de aquí a diciembre puede ocasionar Sánchez a España, a su democracia, a sus instituciones y a su economía resulta inimaginable

Dos son las circunstancias que motivan el peligro al que me he referido. Una, que Sánchez no se rinde fácilmente tal y como ha demostrado en su trayectoria. Dos, que no tiene escrúpulo alguno a la hora de plantear las batallas políticas. Que alguien así vea próximo su posible desahucio del puesto que ocupa pero que hasta entonces disponga del poder que otorga el Boletín Oficial del Estado para intentar evitarlo me provoca auténticos escalofríos. El daño que de aquí a diciembre puede ocasionar Sánchez a España, a su democracia, a sus instituciones y a su economía resulta inimaginable. Evitarlo o reducirlo es una tarea que compete a la oposición política, al entramado institucional aún no colonizado por el sanchismo, a los medios de comunicación que no están enchufados económicamente al poder de Sánchez y, en fin, al amplio conjunto de los españoles que queremos mantener nuestro sistema democrático como fue constitucionalmente concebido. Nos va mucho en el envite, prácticamente todo. Y esto no es un juego.

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