Opinión

Qué fue del...procés

El independentismo fracturado, sus líderes en espera de sentencia judicial. Cataluña se sumerge en una Diada bien distinta a la de años anteriores

Saben de estas historias que acaparan la atención mediática durante un periodo de tiempo y después desaparecen sin que el desenlace importe a nadie, hasta que se dice ¿qué fue de...? Lo que les propongo en la semana de la Diada de Cataluña es ponernos al día sobre la situación política en el ámbito del independentismo, el soberanismo, el procesismo, el separatismo, de los seguidores de Puigdemont y Junqueras, cada cual elija el nombre que más se ajuste a sus creencias.

Situémonos en el último episodio que realmente captó la atención del público y de los medios. Corría el mes de febrero y Marchena iniciaba uno de los procesos judiciales más importantes de nuestra historia reciente. Ante el tribunal, 13 líderes políticos que tras casi dos años en prisión preventiva se enfrentaban a cargos de sedición, conspiración, rebelión, por los sucesos acaecidos en Cataluña hace ya dos años. El juicio empezó con enorme expectación mediática, tanto es así, que periodistas y curiosos hacían cola por las mañanas para procurarse la entrada.

No hay duración de un proceso judicial que aguante la tensión mediática y poco a poco fue perdiendo el foco hasta el día que quedó visto para sentencia que ocupó un breve. La sentencia está al caer, pero nadie a sabe a ciencia cierta qué día se producirá, con más motivo si las elecciones generales se repiten el 10 de noviembre. Pero ¿qué fue de los líderes que hoy continúan en libertad y sus movimientos políticos?

No convocar elecciones

Puigdemont lucha por mantener el espíritu del 1 de octubre vivo en su persona; aquel que estuvo a punto de firmar la convocatoria electoral, presume ahora de no haberlo hecho y de sacrificar su vida en el exilio por la causa independentista. Su objetivo es desmantelar el PDeCat mediante una opa hostil y quedarse con los derechos electorales y económicos de la otrora convergencia.

La estructura del partido le molesta, las costuras de los viejos líderes, las reglas de democracia interna y las facciones más moderadas lo encorsetan para poder hacer su voluntad, un movimiento político cuya base de afiliación se mida en grados de confianza y amistad. Torra sigue ejecutando su plan, pero cansado del virreinato, parece desear que se acabe su etapa de molt honorable. El plan de Puigdemont es aguantar la actual estructura de Govern y no convocar elecciones en Cataluña, a pesar de que la coalición que la sustenta sea tan débil como la unidad en el independentismo.

El PDCat es la sombra de lo que fue su anterior partido, desunido, contrariado y acechado por los planes de Puigdemont vive en la esquizofrenia del que no sabe quien es. Artur Mas dejará de estar inhabilitado el próximo febrero, y entre sus planes parece estar poder volver a reconstruir un partido bajo el aura del liderazgo que presume conservar. Todavía permanecen afiliados todos los represaliados de Puigdemont, críticos, traidores o sensatos según a quien le preguntes. A diferencia de otros partidos de nueva creación donde las salidas y las entradas son habituales, parece que la amenaza de la pena del traidor es más fuerte que la desunión que les separa y continúan pagando la cuota de afiliación religiosamente, con críticas en off the record y con planes de futuro.

Los planes de los republicanos se basan en romper la coalición que está rota de facto y convocar elecciones anticipadas en Cataluña

ERC goza de una situación bien diferente y la unidad de acción en torno a Oriol Junqueras es incuestionable. La única voz que parece seguir escuchando a Puigdemont es Marta Rovira, a quien el ex president quiere utilizar para dinamitar la unidad de los republicanos. Si en los episodios del 1 de octubre fueron los dirigentes de ERC quienes más presionaron para llegar hasta la ruptura final con España, ahora pasan por ser el independentismo posibilista. Los planes de los republicanos se basan en romper públicamente la coalición que está rota de facto y convocar elecciones anticipadas en Cataluña, sorpassar a los postconvergentes e iniciar una nueva etapa en la que el eje ideológico vuelva a primar sobre el eje soberanista. Tanto es así, que un reconvertido Gabriel Rufián en hombre de estado tachó de tema menor el compromiso por escrito del PSOE de no permitir un referéndum, y continuó con el argumento de no ser los culpables de la repetición electoral que le daría una oportunidad a la derecha de sumar. Todo ello en palabras biensonantes, abandonando los típicos conceptos de carceleros, fascistas o gangsters para abrazar el posibilismo del nuevo independetismo del peix al cove.

Las asociaciones que hace unos años lideraban la acción popular, Omnium y ACN, desaparecieron de la escena mediática cuando los partidos volvieron a ocupar su cometido de representación social. Todavía suponen grandes herramientas de movilización, algo que veremos el próximo miércoles Once de septiembre, pero han dejado de tener el poder ejecutivo que otros gobiernos les regalaron para generar la ficción de que la ruptura no era una decisión ejecutiva de una élite, de un gobierno, sino la voluntad popular de una sociedad. También los CDRs han ido perdiendo el vigor conforme la silenciosa acción policial y judicial actuaba contra ellos.

El otoño caliente, así se ha denominado a los meses que van a volver a remover el avispero de catalán. La movilización del 11 de septiembre, el 1 de octubre, la sentencia del procés, los no presupuestos de la ruptura del Govern, las posibles elecciones anticipadas... son capítulos de una historia que tendrá algún punto álgido, pero que no volverá a captar nuestra atención como lo hizo el año en que el tema catalán se convirtió en el tv show más atractivo y sorprendente de los últimos tiempos. Capítulos que nos recordarán qué fue del procés.

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