Con esta frase, la ironía inglesa se refiere a aquellos problemas o asuntos evidentes que todo el mundo evita por incómodos o, en este caso, por políticamente incorrectos. Actualmente, en el sector eléctrico la demanda es el elefante en medio del salón. Como todo en la vida, las perspectivas pueden ser diversas y para muchos esto es un problema. Otros, vemos en la demanda una oportunidad.
Lo explica de manera muy sencilla un antiguo ejecutivo de REDEIA con el que coincidí en mis años como directivo y consejero del grupo: “Lo único que puede salvar el despliegue masivo de renovables, con un nivel de competitividad desconocido hasta ahora, es un incremento masivo de demanda acompañado, evidentemente, de la red necesaria. Mientras tanto (porque implementar esa estrategia no se hace de un día para otro) habría que dejar de ser dogmáticos con la nuclear ya que, en ausencia de almacenamiento, constituye la única tecnología de base que, sin emitir CO2, suministra inercia, frecuencia y control de la tensión al sistema.” Yo, estoy de acuerdo con esta tesis.
Kafka y el sector eléctrico
Kafkiano, así podríamos describir la situación actual del sistema eléctrico. Tenemos más potencia instalada que nunca, tenemos más capacidad de generación que nunca y todo ello para cubrir una demanda cada vez más baja. Y, a pesar de todo, el operador del sistema, REDEIA, está cogiéndole gusto a gestionar el balance a base de aplicar el Servicio de Respuesta Activa de la Demanda (SRAD). Es decir, interrumpiendo o reduciendo la potencia suministrada a los consumidores. ¿Es kafkiano o no? Pero analicemos cada uno de estos puntos.
Nuestra potencia instalada es de 126 gigavatios (GW). Sin embargo, las puntas de demanda solo llegan a 39 GW en invierno y 37 GW en verano. Para encontrar los máximos históricos hay que remontarse al año 2007 con 45,5 GW y, aun así, estaríamos hablando de menos de un tercio. Es verdad que no todas las tecnologías están disponibles las veinticuatro horas del día, pero la inversión hay que pagarla, en cualquier caso, vía mercado o vía costes fijos del sistema, por lo que el exceso de potencia siempre tiene un coste y no menor.
Como consecuencia de lo anterior, nuestra capacidad de generación está en máximos, a pesar de que la demanda efectiva tiene una tendencia decreciente desde hace más de 10 años. Aquí, habría que matizar el argumento con el concepto de factor de carga, que deben entender como la relación entre la capacidad de generación teórica y real. Por ejemplo, para una determinada potencia instalada, una nuclear con un factor de carga del 93% produce 3,1 veces más energía que una fotovoltaica con un factor de carga inferior al 30%.
Además, en el caso de la fotovoltaica y la eólica, en ausencia de almacenamiento, lo que no se consume en los periodos con recurso (sol y viento), se pierde. Nuevamente, se pierda o no e independientemente del factor de carga, la inversión hay que pagarla y es evidente que también tenemos un exceso de capacidad de generación.
¿Por qué existen estos desequilibrios?
La razón última es la falta de una estrategia global de largo plazo. Los objetivos gubernamentales son, desde hace bastantes años, parciales y de corto plazo. Así, en aras de la loable descarbonización se han tomado decisiones precipitadas que no solo no resuelven el problema, sino que crean otros. Esto es muy evidente en cuanto al crecimiento de la infraestructura de generación, pero no se trata solo de una cuestión cuantitativa, sino también cualitativa. Que las tecnologías eólicas y fotovoltaica tienen una producción intermitente es consustancial, por tanto, ¿Tiene sentido la sobreinversión existente sin haber previsto el almacenamiento complementario que optimizase el modelo? En mi opinión, no.
También desde el lado de la oferta, el autoconsumo constituye una distorsión y no un apoyo, como consecuencia de una mala planificación y regulación. En primer lugar, no sabemos cuánta electricidad se produce, ni existen estadísticas oficiales. El proyecto del Ministerio de Transición Ecológica es comenzar a publicarlas en diciembre. En segundo lugar, el famoso impuesto al sol, que realmente no es un impuesto, sino el pago por el uso de la red por parte de aquellos usuarios de autoconsumo conectados a la misma, bien para el vertido de excedentes, bien como respaldo. Es decir, lo que pagamos todos los demás consumidores.
En 2018, el Gobierno decidió no cobrar, a los usuarios con autoconsumo, el coste de usar la red. Este abaratamiento artificial de estas instalaciones, junto con los altos precios que hemos padecido en estos años pasados, ha llevado a una fuerte expansión sin ningún tipo de control sobre la producción. ¿Es el autoconsumo responsable de la caída de la demanda? Hay quien afirma que sí, pero realmente no podemos asegurarlo porque no hay registro; además de que la tendencia negativa es previa a este fenómeno.
En cuanto a los desequilibrios de la demanda, se aprecian varias causas. Como mencionaba en el párrafo anterior, la falta de almacenamiento, que funciona como demanda en los momentos de exceso de recurso renovable.
El cambio de la estructura productiva provocado por la pasada crisis financiera, en los estertores del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, supuso un fuerte escalón de caída en la demanda eléctrica. En aquellos años, se produjo, además, un efecto inédito en España, cuando la elasticidad demanda eléctrica-PIB bajó de 1 a 0,8. Las razones que en aquellos años pudimos concluir fueron, por una parte, la desaparición de consumidores industriales intensivos causa de la crisis; y, por otro lado, acuciados por las estrecheces económicas del momento, fuertes inversiones en eficiencia. Si bien esta última causa es deseable, no como la primera, ambas presionaron fuertemente a la baja sobre la demanda eléctrica.
Si continuamos con la actual estrategia marcada por el Gobierno, tendremos un problema cada vez más grave y caro
En el capítulo de la movilidad, la previsión de electrificación ha sido, a todas luces, irrealmente optimista. No hay red de distribución suficiente para instalar una red de carga adecuada y solo una minoría de ciudadanos demanda vehículos eléctricos. Sin embargo, es chocante ver cómo en el transporte de mercancías por ferrocarril, en donde la electrificación podía haber sido más efectiva, no se ha invertido casi nada.
Finalmente, el sistema de acceso a la red eléctrica supone un importante cuello de botella, tanto en la conexión de unidades de generación, particularmente renovables; como en la demanda en donde hay industrias y servicios que ven denegadas sus pretensiones de conexión por saturación de la red. ¡Increíble! Tenemos la oferta, existe demanda, pero no se puede cubrir porque no tenemos manera de unir ambas. Extraordinariamente llamativa ha sido la consulta abierta por la ministra Ribera para la eliminación del tope a la inversión en redes. Bienvenido sea este cambio, sin duda, aunque llega tarde, dentro de la habitual falta de planificación que desde esta columna denuncio de forma constante.
A los problemas, soluciones
Considerando que el nivel de interconexión es bajo y que va a seguir siéndolo en las próximas décadas, tenemos que elegir si aceptamos esta situación como un problema o intentamos convertirla en una oportunidad. Si continuamos con la actual estrategia marcada por el Gobierno, tendremos un problema cada vez más grave y caro. Sin embargo, los que creemos que los errores no merecen lamentos y que tenemos una oportunidad delante de nosotros, nos gustaría ver algunos cambios:
-Frenar (no parar, frenar) la nueva generación hasta haber resuelto el desequilibrio.
Mantener la energía nuclear para asegurar el suministro y cubrir, en base, las necesidades técnicas de la red.
-Incrementar la red para hacer posible la conexión efectiva de oferta y nueva demanda.
-Plantear un esquema de almacenamiento, adecuado a las necesidades del sistema. Por supuesto, incluyendo el hidrogeno como una alternativa más.
-Facilitar la llegada de industrias demandantes de electricidad, especialmente aquellas de carácter tecnológico.
-Diseño de un esquema de transporte de mercancías electrificado.
-Planificar de manera adecuada la descarbonización de la movilidad doméstica. Y de manera adecuada, significa respetar los tiempos que la sociedad requiere.
-Medición del autoconsumo de cara a una planificación coherente.
Implementación de estas medidas con un esquema de mercado.
-Neutralidad tecnológica.
Francisco Ruiz Jiménez ha sido consejero y miembro del comité de dirección del grupo REDEIA
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