Las negociaciones para formar gobierno se hallan en las manos de las militancias de los partidos políticos protagonistas. Tras la consulta de PSOE y el proceso de UP, ahora son las de ERC las que deben contestar a la llamada de la dirigencia. No deja de resultar paradójico que el futuro de toda España no esté en manos de todos los españoles, sino en las de unos cuantos cientos de miles que pagan la cuota o están inscritos como partisanos. Aunque en realidad, esta democracia de militancia no sea tan cierta como parece.
Los partidos políticos en España han cambiado de forma decisiva, tras la irrupción de la llamada nueva política en 2014, los partidos tradicionales tuvieron que actualizarse a marchas forzadas e implementar las elecciones primarias y consultas directas en caso de pactos, sin un debate de fondo sobre las implicaciones reales que tendrían en sus partidos. La crítica de las nuevas formaciones a los “pactos de mesa camilla”, a la opacidad de sus negociaciones y al menosprecio de la militancia hicieron que los partidos suprimieran sus tradicionales negociaciones entre familias y territorios, los debates entre líderes en sus órganos de dirección, es decir, la democracia representativa; por las consultas directas a sus bases, es decir, la democracia directa. Sobre las implicaciones que han acarreado estos cambios, hay dos grandes opiniones: la de aquellos que salieron perjudicados, que consideran que se ha menoscabado el debate y la integración de los diferentes; y la de aquellos que ganaron en los procesos, que consideran que son partidos más democráticos y con liderazgos más fuertes. Pero esto es para otro artículo.
Y esta es la tesitura en la que España se encuentra, con un parlamento mucho más fragmentado, donde el pacto y la negociación son más importantes que nunca y unos partidos políticos con menos margen para hacerlo, porque escribir en una pregunta las implicaciones que tienen esos pactos y negociaciones es prácticamente imposible.
En este contexto, las direcciones someten a decisión de sus bases cuestiones reduccionistas en un momento de máxima complejidad. Tanto PSOE como UP han celebrado sendas consultas –en el caso de UP aún en marcha- únicamente sobre el acuerdo que a ambos les compete, el acuerdo de 10 puntos al que llegaron sus líderes hace ya dos semanas. Un decálogo de intenciones generalistas que no detallan sobre todo el cómo, es decir, cómo de 155 diputados pasaran a más síes que noes en la segunda votación, cómo se repartirán el Consejo de Ministros y Ministras, cómo aprobarán los presupuestos, en definitiva, cómo conseguirán una legislatura con plena gobernabilidad y estabilidad.
Preguntas nada inocentes
ERC ha iniciado este lunes su consulta a la militancia, una forma de romper el hielo y demostrar su voluntad de ser partícipe del desbloqueo en el gobierno; de lo contrario, qué hace un partido preguntando a sus bases sobre una negociación que todavía no ha concluido o prosperado. ¿Se imaginan a PP o Cs preguntando a sus militancias sobre una abstención que han negado desde el minuto 0? Así pues, el movimiento de ERC solo se explica desde la perspectiva de un partido que quiere sentarse a negociar con los dos actores que ya formalizaron su pacto, con permiso de la militancia. La pregunta de ERC forma parte de esa misma estrategia de voluntad de diálogo. Se imaginan una pregunta diferente, tipo ¿desea que ERC sea participe del desbloqueo y gobernabilidad de España? La respuesta y el margen de negociación de la dirección hubiera sido algo diferente. Así que la sola pregunta de ERC y su ambigüedad reserva a la dirección del partido la última palabra para definir qué entienden ellos por mesa de negociación.
Debemos esperar a que las bases decidan, la democracia directa está en marcha, la nueva democracia de militancia, aunque la realidad del proceso es que todas las direcciones se han dejado el suficiente margen como para tomar sus propias decisiones. Está claro que entre los socios de la futura coalición de gobierno lo niveles de aprobación serán contundentes, pero la consulta de ERC no deja de ser un primer paso en la aproximación a la solución, porque independientemente del resultado, la dirección de ERC debe tomar una decisión: ser parte del problema o parte de la solución.