Las máquinas con las que nos relacionamos nos piden que demostremos que somos humanos para acceder a unas cuantas páginas. Unas veces, te da el certificado de humano y te deja pasar con un sólo clic y otras te pide que reconozcas bicis, semáforos, puentes, pasos de cebra, autobuses. Podrían pedir que reconozcamos políticos vivos hijos de puta. ¿Si pidieran eso, las máquinas nos darían su permiso para ser humanos?
Si yo tuviera un mayordomo robot con visión artificial, que es lo que llevan los dispositivos para reconocer matrículas y poner multas de tráfico, al robot le darían el título de humano con sobresaliente cum laude. Así que no veo cómo esa bobada va a evitar que otras máquinas de inteligencia artificial accedan a esas páginas. Algunas explicaciones que dan los ingenieros informáticos no me convencen.
Esto es una afrenta, un insulto, una humillación en una sucia y oscura senda diseñada por el Foro Económico Mundial hacia la esclavitud y el despojamiento de nuestros recuerdos de la vieja libertad. Es una hipótesis que pienso tomarme muy en serio. ¡Ah, esa vieja libertad que, quienes tenemos una edad, conseguimos estirar desde el franquismo hasta los 90!
Solo falta eliminar el dinero físico e imponer el dinero digital, controlado por los turbios intereses de gobiernos, grandes tecnológicas y banca, para que los chirimbolos nos priven de toda libertad
A partir de 2001 ya empezaron las humillaciones en los aeropuertos. En todo el mundo; para que no tuvieras tentaciones de escapar a algún país en el que se conservaran las viejas libertades. Por cierto, que nos van quitando libertad y nos van aumentando la inseguridad. Y eso por decreto -consensuado entre quienes viven del presupuesto- pero que no ha votado nadie. No conviene pedir opinión a la plebe no vaya a ser que piense en las viejas libertades. También en 2001 comenzó la justificación de la implacable erosión de la privacidad en las telecomunicaciones. Por nuestra seguridad, decían. Está claro que primero te quitan la libertad para luego quitarte la seguridad. De este modo ya tienes menos recursos para protestar y organizar tu defensa.
En el internet de las cosas se nos ha asignado la condición de cosa que se declara humana de forma patética, cosa maleable, alienable, vituperable y, llegado el caso, prescindible. La cuestión de fondo es si esa cosa humana es útil de algún modo en el internet de los cacharros. Por ahora, los artefactos nos extraen dinero, tiempo y datos. Solo falta eliminar el dinero físico e imponer el dinero digital, controlado por los turbios intereses de gobiernos, grandes tecnológicas y banca, para que los chirimbolos nos priven de toda libertad.
La gran operación de manipulación de masas en las últimas décadas ha tenido distintos ámbitos, distintas excusas ideológicas y distintas velocidades. En aspectos artístico-culturales y académicos, comenzó en los años 60 en Estados Unidos combinando la exaltación de libertades sexuales con nuevos feminismos represores. De ahí salió la colectivización victimista de tendencias sexuales y también el creciente desconocimiento de la historia o incluso la implantación de memorias artificiales. Esos efluvios fueron colonizando comercialmente la cultura europea hasta dejarla hecha un erial.
La identidad digital
En el ámbito de las tecnologías de telecomunicación y digitalización también se produjo la primera conexión entre computadoras a distancia en los años 60. Entre 1998 y 2009 sucedieron muchas cosas relevantes: apareció el buscador Google, luego YouTube, los teléfonos inteligentes conectados a internet y WhatsApp. Nos hicieron creer que todo eso posibilitaba una nueva etapa de la civilización con todo tipo de información accesible y más autonomía, libertad, creatividad personal y, sobre todo, mejores opciones para conocer, en tiempo real, el uso del dinero público por las administraciones mediante la implantación del blockchain.
Pero ya en 2011, los más despiertos comenzaron a expresar sus temores a que la digitalización se convirtiera en una herramienta de control y opresión. Diez años después, esos temores han quedado muy bien fundamentados. En 2021, la UE lanzó la idea del euro digital y, a la vez, la idea de la identidad digital.
España, por culpa de los designios de instancias internacionales, se ha quedado sin industria y ahora reduce de forma alarmante el sector primario
En los asuntos de demografía, medio ambiente y economía, la agenda 2030 está resultando desastrosa para los europeos. La operación comenzó en 1987 con el Informe Brundtland de la ONU inspirado en propuestas nazis. Ese informe ya habla directamente de “inhabilidad humana” para relacionarse con el planeta. La idea de que hay que reducir población genera una catástrofe civilizatoria y económica. Los chinos, que ya tuvieron drásticas políticas de decrecimiento demográfico, están dando marcha atrás a toda velocidad.
España, por culpa de los designios de instancias internacionales, se ha quedado sin industria y ahora reduce de forma alarmante el sector primario. Se aumentan los impuestos y baja el poder adquisitivo mientras el estado de derecho desaparece y el estado de bienestar también. La natalidad está hundida. La inmigración masiva de origen musulmán patrocinada por la ONU y otras entidades completa el plan de creación de zonas devastadas. Por cierto, que la región catalana sufre un muy avanzado deterioro mientras distraen a los catalanes con privilegios que aumenten sus tendencias racistas antiespañolas. Ni que lo hubieran diseñado los ingleses que intentaron destruir el legado de España en América. Putin se puede reír a carcajadas, pero no habrá necesitado muchos esfuerzos ni muchos espías.
Todos estos procesos aquí esbozados tienen algo en común: promueven la completa alienación de las personas. No otra cosa es el totalitarismo: que el individuo asuma algo que le es ajeno, incluso perjudicial, como algo propio.
En este contexto hay que encuadrar la publicación del artículo de Klaus Schwab La Cuarta Revolución Industrial: qué implica, cómo responder (2015-2016). Es una mezcla de amenazas concretas y de esperanzas difusas. Constituye un tipo de enunciado que hace que no te puedas fiar en absoluto de las buenas intenciones que proclama. En ningún momento usa la palabra libertad.
Recupero la hipótesis del principio. El FEM impone todos los procedimientos de alienación totalitaria. Schwab termina su artículo sobre la cuarta revolución industrial así: “También puede elevar a la humanidad a una nueva conciencia colectiva y moral”. La conciencia no puede ser nunca colectiva. Tal vez piense en una masa robotizada al estilo Metrópolis. La rebelión es hoy una necesidad urgente.
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