Opinión

Deportaciones socialdemócratas

El modelo de sociedad abierta que reina en Europa desde hace décadas se ha demostrado como una estructura de caos social y, a la vez, de control a la disidencia. Un modelo de ruptura de la convivencia, la prosperidad y la esperanza de muchos ciudadanos,

El modelo de sociedad abierta que reina en Europa desde hace décadas se ha demostrado como una estructura de caos social y, a la vez, de control a la disidencia. Un modelo de ruptura de la convivencia, la prosperidad y la esperanza de muchos ciudadanos, especialmente de quienes en su día fueron las clases medias, para las que hoy resulta algo únicamente aspiracional. En las escuelas se introdujo la multiculturalidad y los hiyab de colorines. Se inculcó como código moral algo innegable, pero difuso y abierto, como ese grial de los Derechos Humanos que funciona como un resorte de silencio y obediencia ante quien los invoca. Incluyen la mutilación de menores, pero se excluye de su mirada tan misericordiosa las vejaciones que sufre el ciudadano normal trabajador en su propia casa, y sólo se alegan para garantizar el bienestar del delincuente o de todo aquello que parece destruir las costuras de nuestra civilización. 

La llegada masiva y descontrolada de millones de inmigrantes y refugiados, de origen principalmente islámico, ha provocado el colapso de países como Suecia, Francia, Dinamarca o Alemania. Lugares donde el Estado tiene una gran envergadura se manifiesta inútil e inexistente en sus funciones básicas de justicia y seguridad en muchas zonas donde la ley del gueto se impone a la del Estado. Europa se ha visto inundada por un perfil de inmigrantes que no vienen en busca de Derechos Humanos, sino del Estado del Bienestar que mantienen otros.

Ha sido curiosa la reacción de la derecha político mediática en España, cuya máxima ilusión es ser etiquetada de izquierdas. Entre la sorpresa y el silencio

Olaf Scholz, el anciller socialdemócrata de Alemania, ha anunciado en el diario Der Spiegel un plan global contra la inmigración ilegal cuya medida principal, afirma, serán las «deportaciones a gran escala. Tenemos que deportar más y más rápido». Ha sido curiosa la reacción de la derecha político mediática en España, cuya máxima ilusión es ser etiquetada de izquierdas. Entre la sorpresa y el silencio. El provincianismo que idolatra a ese modelo de «éxito» que es la socialdemocracia pretende ignorar estas palabras del canciller alemán porque eso sería reconocer que el discurso principal de lo que catalogan «extrema derecha» es puro sentido común cargado de realidad y que empieza a enarbolar su izquierda fetén. Para la progresía sigue siendo más indeseable alguien conservador, de la derecha que denuncia el infierno de la multiculturalidad, que un mototerrorista con un Kalashnikov gritando Allahu Akbar en el centro de Bruselas.

Mientras la socialdemocracia alemana anuncia su intención de hacer deportaciones masivas y rápidas, aquí sería impensable que el líder del Partido Popular pidiese la expulsión de un solo inmigrante. Mientras en Suecia el partido socialista ha cambiado de discurso respecto a la inmigración y Macron contesta al Papa que Francia no puede acoger la miseria del mundo, aquí en España a la derecha de izquierda aspiracional se le ha quedado cara de paria con un discurso mezquino que ya no cala de identificar racismo con toda petición de control de nuestras fronteras. Siempre tarde y mal.

Mientras la socialdemocracia alemana anuncia su intención de hacer deportaciones masivas y rápidas, aquí sería impensable que el líder del Partido Popular pidiese la expulsión de un solo inmigrante

Más allá del titular buscado para evitar fuga de votos en las elecciones de 2024, a la derecha de Alternativa por Alemania sus medidas parecen más enfocadas a la política de dispersión de inmigrantes recogidas en el Pacto Europeo de inmigración firmado este septiembre. Impone que los países europeos han de aceptar cuotas de inmigrantes. Sólo Victor Orban, el Presidente de Hungría, denunció y anunció la no aceptación de la política suicida de fronteras abiertas de la Unión Europea y el derecho de los húngaros a fijar la política de seguridad de su propia frontera. Tras el éxito islámico en Alemania o Suecia es innegable que la postura de Orban en materia de inmigración es la única viable y razonable.

En Europa, y principalmente España, se ha subcontratado la seguridad de nuestras fronteras a países terceros africanos, entregándoles una llave de chantaje y manipulación que utilizan cuando les conviene. No tener una política de control de la inmigración ha convertido a España en un Estado vulnerable y vasallo de los intereses de Marruecos.

La crisis migratoria en Canarias dura años, pero se ha agudizado las últimas semanas. Centenares de inmigrantes ilegales llegan cada día en cayucos que se amontonan en las playas canarias tras cruzar impunes por la costa sahariana. Santiago Abascal fue a la isla de El Hierro para denunciarlo mientras aviones clandestinos aterrizaban en Barajas para dispersar algunos inmigrantes del desastre ocultado en las Islas. Una inmigración masiva y descontrolada que vaga por las calles sin una ocupación en un país en crisis económica. No se trata de estigmatizar la inmigración, sino de controlarla para poder seguir respirando como sociedad.

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