Las presidencias demócratas norteamericanas parecen empeñadas en demostrar a los países amigos de los EEUU lo caro que puede resultar mantenerles lealtad. De nuevo en el caso de Afganistán (ya lo hizo recientemente Obama con sus aliados sunnies en el Golfo favoreciendo a Irán). O, como un general turco le comentó con sorna en alguna ocasión al historiador Bernard Lewis, "el verdadero problema de tener a los americanos como aliados es que nunca sabes cuándo se van a dar la vuelta y se van a apuñalar a sí mismos en la espalda".
Quizá los países que antes lo comprendieron, los que tienen inteligencia aplicada a algo más que el próximo tuit en alpargatas, han aplicado desde hace años su conclusión: necesitan autosuficiencia. La aguda analista israelí Einat Wilf lo escribía estos días: los recientes eventos reafirman en el Estado Judío la idea de que "sí, los EEUU son un aliado clave y valioso, pero en último término el pueblo judío se debe defender por sí mismo. Ya lo sabíamos. Pero nos lo han recordado".
Porque, incluso si en algún momento los EEUU decidieran desperezarse, el mensaje tatuado en la psique de su ejército tras esta retirada tan ignominiosa es, ¿para qué dejarse la piel y la vida por un establishment político dispuesto a despreciar esos heroicos esfuerzos haciéndolo inútiles? No es una simple boutade cuestionar el efecto de esta decisión en la disposición para el combate de sus fuerzas armadas.
Como ha hecho ya con África, apoyando a los regímenes más monstruosos de ese continente y aprovechando el vacío dejado por las democracias occidentales, sin liderazgo de EEUU
Los grandes ganadores de todo ello son los jugadores sin escrúpulos y con perspectiva de largo plazo. Aquellos que no se sienten sujetos a principios morales ni por ciclos electorales. Alguien tuiteó estos días que Europa se quedará con los (refugiados) afganos y China se quedará con Afganistán y sus recursos. Como ha hecho ya con África, apoyando a los regímenes más monstruosos de ese continente y aprovechando el vacío dejado por las democracias occidentales, sin liderazgo de EEUU.
China se ríe de Occidente imponiendo silencio e impunidad chulesca sobre su responsabilidad en la pandemia. China nos amenaza sutilmente recordándonos la dependencia comercial de Occidente de sus insumos (la industria del automóvil tirita ante la escasez y carestía de componentes de origen chino). China amasa anualmente nueva capacidad militar naval que convierte a las armadas combinadas de toda Europa en una flota de cascaras de nuez.
El resultado de la debacle de Afganistán es que China amenaza ahora como un matón a Taiwán con la renovada certeza de que EEUU no tendrá el estómago para enfrentarse a un conflicto lejano y de alto coste. China expandirá su influencia en Asia Central y China actuará contra Taiwán cuando y como le convenga, pues no tiene a nadie con capacidad y voluntad de oponérsele. Como ha escrito Rafael Bardají, asistimos al nacimiento del siglo de China.
El papelón de Europa y Borrell
¿Y qué decir de una Europa que chapotea en su insignificancia y el compadreo con los peores sátrapas? De una UE representada por Josep Borrell que envió a un propio, Enrique Mora, a legitimar la toma de posesión del nuevo Presidente de la República Islámica de Irán, Ebrahim Raisi (conocido como el carnicero de Teherán tras asesinar a tres mil opositores).
A los europeos nos queda seguir conteniendo la respiración para que Putin no decida mostrar que el emperador europeo está desnudo con una operación militar en alguno de los países bálticos miembros de la UE. Lamentablemente es de esperar que, como China, tarde o temprano y en sus propios términos, lo hará.
Nuestra Europa adocenada y la enanez moral de sus mandarines recuerda una de las muchas perlas de sabiduría que nos dejó Maimónides: si eres misericordioso con los crueles en realidad estás siendo cruel con los misericordiosos.
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