La guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto el desastroso diseño de la globalización, en sentido amplio, y muy especialmente, la financiarización global de la economía. Detrás de todo, la avaricia de unos desalmados, la superclase, con la complicidad de políticos y votantes, a costa de cientos de millones de ciudadanos de este planeta llamado Tierra. Sirva como botón de muestra este vídeo donde el periodista de New York Times, Jonathan Pie, sin pelos en la lengua, pone de manifiesto el cinismo de los británicos que durante años cortejaban a los rusos ultra-ricos haciendo la vista gorda sobre el origen de su riqueza.
Y lanzaba una pregunta: “¿Cuál es el punto de la democracia y la libertad frente a la tiranía si damos la bienvenida al dinero ganado a través de la tiranía?” Como él decía, la única industria británica en la actualidad es la dedicada a lavar el dinero de oscura procedencia de medio mundo. Yo doy un paso adicional, una consecuencia colateral de tanto fango neoliberal, frente a la propaganda que escuchamos y leemos en nuestros medios de comunicación, es que las sanciones a Putin, como veremos, apenas van a afectar a Rusia. Por contra, nos va a empobrecer masivamente a los ciudadanos europeos, vía financiarización de la economía global.
Las sanciones económicas impuestas a Moscú, entendidas como un instrumento de la guerra moderna, está permitiendo aflorar ciertos males de la globalización. Por razones militares y geopolíticas, el mundo se está volviendo cada vez más escéptico alrededor del comercio global. Pero ya es tarde, porque la reversión de todo este proceso para que las sanciones impacten a Moscú requiere al menos de una década. Y no hay tiempo, se acabó. Por otro lado, sí que nos van a afectar a nosotros, los europeos, a través de la a globalización de las finanzas.
Las sanciones a Rusia, sin efecto
En plena guerra, el superávit por cuenta corriente de Rusia acaba de alcanzar el récord histórico. Rusia sigue exportando cantidades ingentes de todos sus abundantes recursos naturales: petróleo, gas, carbón, acero, hierro, níquel,… la lista es inmensa. Putin tiene mucho dinero para seguir alimentando su maquinaria de guerra.
¿A quién exporta Rusia todo eso? No sólo a nosotros, sino, sobre todo, a China. Podemos recortar nuestras importaciones rusas de petróleo, gas, acero,…, pero eso no va a ser suficiente. El superávit por cuenta corriente de Rusia está creciendo precisamente porque China no lo ha hecho. También hay otras naciones que no se han unido a Occidente en el corte efectivo de las exportaciones rusas, o porque no tienen otra opción, o porque están de nosotros los occidentales hasta los mismísimos (India, Paquistán, Turquía, Sudáfrica...)
Rusia es el mayor proveedor de electricidad de China. Además, China no tiene ninguna simpatía especial por nosotros. La hemos mantenido pobre durante siglos
En este sentido, el enfoque occidental no está funcionando. La maquinaria bélica de Putin está muy bien financiada y puede seguir alargando este conflicto, e incluso extendiéndolo y ampliándolo. Esto se debe a este comercio triangular: China importa los abundantes recursos naturales de Rusia: carbón, petróleo, acero, gas,…, y los transforma en los productos que usamos en nuestra cómoda vida cotidiana occidental. Todo, desde textiles hasta iPhones son en realidad trozos de petróleo y gas rusos. China depende de Rusia de una manera que todavía no hemos comprendido. Putin mantiene las luces encendidas en Pekín: Rusia es el mayor proveedor de electricidad de China. Además, China no tiene ninguna simpatía especial por nosotros. La hemos mantenido pobre durante siglos, primero colonizándola, invadiéndola y ahora tratándola básicamente como mano de obra esclava. Gran error. Por eso, Xi Jinping se carcajea ante las amenazas de Biden.
Si Estados Unidos impusiera sanciones secundarias a China, literalmente todo lo que el estadounidense medio compra cada día se va al garete. De la noche a la mañana aumenta su precio en un 30%, 50% - y eso si es que pueden conseguirlo. Por lo tanto, China seguirá financiando la maquinaria bélica de Rusia. Además los vínculos entre ambos países se estrechan cada vez más, precisamente porque comparten un sentimiento de antipatía antioccidental. China depende de Rusia, y Rusia depende de China
La única manera de resolverlo, en realidad, es deshacer las últimas décadas de globalización. Traer la fabricación a casa, de todo. No sólo de cosas, sino también de materias primas. Si quisiéramos cortar realmente nuestra exposición a China, para que no pudiera financiar la maquinaria de guerra de Putin, tendríamos que traer a casa la fabricación de todo tipo de productos, desde textiles hasta ordenadores, pasando por aparatos y artículos para el hogar. Pero ese proceso duraría más de una década, y en el tránsito nuestras frágiles democracias, devenidas en totalitarismos invertidos, experimentarían revueltas sociales. Y ese es nuestro dilema actual. O seguimos así y la economía globalizada sigue financiando la máquina de guerra de Putin por medio de China que fabrica las cosas que los occidentales demandan con los recursos naturales rusos, u Occidente desglobaliza la economía global.
El coste de la guerra
El 21 de este mes el rotativo Nikkei Asia, el mayor periódico financiero del mundo, con una tirada diaria de más de tres millones de ejemplares, publicó un editorial bajo el título, Why the world faces a serious paradigm crisis. International order and global economy stand on shaky ground. El rotativo nipón reseñaba que “la invasión rusa de Ucrania ha ampliado el alcance y la complejidad de los factores que contribuyen a la inflación al hacer subir los precios de varias materias primas, como el petróleo, los metales raros y los cereales, al tiempo que ha supuesto una sacudida adicional a las cadenas de suministro mundiales. La confluencia de todos estos factores se perfila como una crisis compuesta que amplifica las fuerzas que sacuden el orden mundial… Un número creciente de países está empezando a ver la interdependencia económica entre las naciones, debido a la globalización, como una herramienta de intimidación mediante sanciones económicas o como un riesgo para la seguridad”. Acababa apostillando que “el mundo ha experimentado cambios drásticos en los últimos dos años, desde la pandemia hasta la crisis de Ucrania. Estos cambios están sacudiendo los cimientos de los marcos internacionales que durante mucho tiempo se dieron por sentados. La situación está creando la sensación de que la historia se está invirtiendo”.
Los sectores eléctricos reestructurados, incluido el de España, están mostrando resultados contrarios a los beneficios que los entusiastas de la liberalización proclamaron
Si ahondamos un poco, todos los males que se detallan son en realidad consecuencia de la globalización de las finanzas. Desde estas líneas venimos explicando cómo, durante los últimos meses, estamos siendo testigos del impacto de la financiarización en la subida del precio de los alimentos no elaborados y, muy especialmente, de la luz. La guerra de Ucrania, debido a la importancia de Rusia y Ucrania en los mercados energéticos y de determinados productos agrícolas -cereales, fertilizantes, aceite de girasol,…- simplemente lo exacerba. La financiarización de la energía y los alimentos se llevó a cabo mediante la expansión y el acceso a los mercados derivados de materias primas a especuladores y a fondos institucionales. Como consecuencia, en determinados momentos, la evolución de sus precios no obedece a fundamentales económicos sino a burbujas especulativas y procesos de propensión o aversión al riesgo de los inversores, si bien no son simétricos, impactando mucho más en los precios, al alza, durante las fases de toma de riesgos excesivos, como la actual.
Paralelo a la desregulación de los mercados derivados de materias primas energéticas y agrícolas, bajo la hegemonía neoliberal, se llevó a cabo una reestructuración radical de los sectores industriales, de los que el eléctrico es un ejemplo destacadísimo. Los sectores eléctricos reestructurados, incluido el de España, están mostrando resultados contrarios a los beneficios que los entusiastas de la liberalización proclamaron, produciéndose una rápida escalada de los precios de la electricidad en los hogares y empresas. Además, la inversión en nueva capacidad de generación no está siendo estimulada por los precios del mercado mayorista. Pero los males de la globalización de las finanzas van más allá del precio de la luz, de los carburantes o de los productos agrícolas. Como hemos denunciado desde estas líneas, han tenido un impacto negativo en la acumulación de capital, la productividad, la distribución de la renta, las cadenas de suministro,… aumentando de la concentración sectorial, los beneficios puros, la desigualdad y la pobreza. Al fondo, Putin sonríe. Tiene motivos para ello.
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