Fue, sin duda, el instante más luminoso del
discurso de Nochebuena de Felipe VI.
"Y desde luego, Cataluña". La revolución tecnológica, el rumbo de la Unión Europea, los movimientos migratorios, la desigualdad laboral entre hombres y mujeres, el cambio climático... "Y desde luego, Cataluña." Cataluña reducida a su mismidad, a un silabeo estertóreo sin más atributos que su inveterado, escandaloso enquistamiento en la agenda de la humanidad. El big data, el Brexit, el calentamiento global... y desde luego, Cataluña, locución que en adelante nuestro Rey debería pronunciar de un leve resoplido, acentuando el hartazgo. Uf, va dir ell. Y Cataluña, sííííííííííí... Y Cataluña.
Obsérvese la diferencia entre los temas que modelan el mundo y lo que no es más que un lastre. Entre los retos y el problema. Ah, y cómo la sintaxis lo pone de relieve: "Y desde luego, Cataluña", antes de cerrar la enumeración, una rémora. Con una salvedad, mientras los retos van mudando de piel (los coletazos de la Gran Recesión, la corrupción, la crisis de los refugiados, el yihadismo, el fomento de la innovación, la violencia de pareja, el 40 aniversario de la Constitución) el problema persiste, cada vez más ominoso, mórbido y enfático, al punto que asuntos tan cruciales como el devenir de la UE resultan de una insoportable levedad al lado de Cataluña, desde luego.
Cataluña ha quedado para el desde luego y los inmerecidos agasajos de que solía ser objeto se han convertido en un llamamiento a la responsabilidad de terceros
Si en 2014, "millones de españoles" llevaban, llevábamos "a Cataluña en el corazón..."; si en 2017, había que seguir un camino que debía conducir a que renaciera "la confianza, el prestigio y la mejor imagen de Cataluña", en 2019 no ha habido lugar a una perífrasis similar. A la vista de que la supuración no se ha detenido, Cataluña ha quedado para el desde luego y los inmerecidos agasajos de que solía ser objeto se han convertido en un llamamiento a la responsabilidad de terceros, y nunca mejor dicho.
En tiempos de Juan Carlos I, los atentados etarras incrustaron en su mensaje navideño sintagmas como 'la lacra del terrorismo' o 'la barbarie terrorista', y bastaban esas sucintas, monocordes referencias para que los televidentes completáramos el trazo. Cataluña desde luego supone, en este sentido, un salto evolutivo hacia una suerte de híbrido entre el grado cero y el sobreentendido, en espera de que a no mucho tardar caiga también el desde luego o, en un quiebro jocoso del destino, Cataluña.
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