Uno de los más graves problemas de la economía y la sociedad españolas es el elevado desempleo que, después de décadas, adquiere la categoría de desastre nacional. El desempleo no es solo una variable a considerar en los discursos e informes económicos. Es un drama nacional, familiar y personal que debe ser combatido desde todos los frentes posibles. Todo lo que se proponga para alcanzar tal objetivo debe ser bienvenido.
Sin embargo, para tener éxito en la lucha contra el desempleo es necesario que previamente se lleve a cabo un adecuado análisis de sus causas. Muchas han sido las propuestas y no pocas las explicaciones rechazadas. Sin embargo, después de décadas de estudios y análisis, si sentáramos en una mesa a los más reputados analistas económicos de la materia, cuando acabara la reunión dispondríamos de un recetario extenso y detallado de como paliar este drama. Y es que, aunque para muchos españoles las razones del elevado desempleo conforman un misterio digno de un documental de un canal de pago, para los economistas las causas son tan evidentes como variadas.
Una de ellas, y que defienden numerosos econmistas, es el hecho de “sufrir” en nuestro país de una regulación que resulta gravosa para el empleo. Dicha regulación, y que como he definido en ocasiones, es un mix de regulaciones, des-regulaciones y re-regulaciones, parches, re-parches, contrachapados y ocurrencias de todas las clases y circunstancias que, en consecuencia, conformaron un cuerpo que en algunos aspectos podríamos definir como un desastre. El análisis comparado confirma que las instituciones laborales surgidas de esta regulación podrían explicar parte de la particularmente alta tasa de desempleo en España. Por lo tanto, una adecuación de la legislación -que no significa una desregulación ni intensa ni salvaje al modo que algunos quieren entender- podría servir muy seguramente al propósito desarrollado más arriba.
Sufrimos un mix de regulaciones, des-regulaciones y re-regulaciones, parches, re-parches, contrachapados y ocurrencias de todas las clases
Sin embargo, estos planteamientos reformistas de las instituciones y relaciones laborales tienen detractores. Un razonamiento usado por algunos de los críticos a dicho reformismo es la heterogeneidad en tasa de desempleo observada para las diferentes regiones españolas a pesar de tener todas ellas la misma regulación. Si dos regiones españolas tienen diferentes tasas de paro con una misma regulación, las causas del desempleo deberían ser necesariamente otras. Reformar no cabe si queremos, según estos críticos, reducir el desempleo.
Sin embargo, hay dos grandes “contra-críticas” que hacer a este razonamiento de los críticos. La primera es que las regulaciones no son diseñadas e implementadas en modelos teóricos donde las regiones son elementos homogéneos e iguales entre sí. Los efectos de una misma regulación serán muy diferentes si condicionamos la realidad de cada región a diferentes características. Así, por ejemplo, el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), las restricciones a la movilidad laboral o el diseño de la negociación colectiva tendrá diferentes efectos según cuáles sean las características de cada región. Por ejemplo, en una región como Andalucía, donde el peso de trabajadores jóvenes y menos educados es mayor que para la media española, una subida del SMI tendrá mayores costes que, por ejemplo, esta misma subida en Álava o San Sebastián. Del mismo modo que el diseño del examen final de una asignatura no afecta por igual a todo tipo de alumnos, la regulación tendrá efectos contingentes a las características regionales.
La segunda razón es la propia evidencia. Para verlo he realizado un sencillo ejercicio. He tomado de Eurostat la distribución del empleo en 86 sectores productivos de 2014 para unas 260 regiones de toda Europa. Con esta distribución del empleo puedo clasificar a las regiones en función de una tipología productiva. En este caso he determinado diez tipos. Para ello he empleado técnicas de análisis multivariante que llevan a cabo este proceso. Una vez hecho esto, he realizado un gráfico donde sitúo a cada región en su categoría productiva, midiendo en la altura su nivel de desempleo.
Para incrementar la información he colocado para cada categoría donde hay regiones españolas un número. Cada uno de ellos representa el percentil para cada una de las categorías en el que se encuentra la región española con menor tasa de desempleo.
Así, en la categoría 2 estarían Andalucía (la de mayor tasa de paro), Canarias, Castilla y León, Castilla La Mancha y Cataluña. Son, en general, regiones con un fuerte peso de los servicios, en muchas de ellas públicos o turismo. En la categoría 5 estaría solo Aragón. En la 6, Cantabria y Extremadura. En la 7 solo están las ciudades autónomas. En la 8 País Vasco y Navarra mientras que en la 9 están el resto. Debo decir que este ejercicio lo he realizado asumiendo diferentes tipos de criterios clasificatorios y de grupos y el resultado final, que explicaré a continuación, se repite.
Sea cual fuere la estructura productiva de cada territorio, lo que nos une en lo que respecta al desempleo es la regulación laboral
Lo que se observa en esta figura son dos cosas. La primera, que la tasa de paro de las regiones europeas está condicionada a la estructura productiva. Parece haber indicios de que esta determina en parte las diferencias. Algo que, por cierto, no debería sorprendernos. Sin embargo, lógicamente, la heterogeneidad en tasa de paro entre las diversas regiones una vez las condicionamos por la categoría productiva es tan elevada que podemos afirmar que existen otras muchas variables que influyen y son determinantes.
La segunda cosa que observamos es que, sin embargo, el patrón mostrado para las regiones españolas es que estas, siempre, están en aquellos niveles de desempleo que podríamos definir como muy elevados, una vez condicionamos a la estructura productiva. Incluso el País Vasco y Navarra, a pesar de que son consideradas regiones de bajo desempleo según el “patrón español”, se encuentran muy por encima de los niveles observados para otras regiones “similares”. Además, todas las regiones están por encima del percentil 85, siendo este el mejor de los resultados, dejando claro que esto no responde a una simple coincidencia. La probabilidad de que este resultado fuera aleatorio es casi cero.
En consecuencia, podemos argumentar que algo nos une a todos los españoles en lo que respecta al desempleo. Condicionados por nuestra estructura productiva, la tasa de paro es elevada en todas y cada una de las regiones españolas. Con este resultado habría que buscar una razón que compartan todas y cada una de las regiones españolas. La principal candidata es la regulación laboral. Por lo tanto, resulta complicado rechazar esta hipótesis y, menos, considerando que todas las regiones disfrutan de “similar” regulación.
En resumen, la regulación laboral y las instituciones pueden ser muy determinantes a la hora de explicar la elevada tasa de desempleo. La heterogeneidad regional podría explicarse por muchos condicionantes y características que nos diferencian. Pero una vez consideradas estas diferencias nos queda que la tasa de paro es elevada en todas y cada una de las regiones. Discutir esto puede ser muy saludable, pues de ello podrán derivarse recetas que pongan fin a un problema secular de nuestra economía.
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