Está llorando Juan Marín por la radio. En el momento en el que escribo, el vicepresidente de la Junta de Andalucía en funciones llora cuando en Onda Cero Carlos Alsina le pregunta por su estado de ánimo y termina derrumbándose. Imposible no conmoverse con un hombre cuyo único consuelo es el que sus dos hijos le han declarado: Al menos te hemos ganado como padre, cuenta que le han dicho. A Marín la política, aunque no sólo, le ha costado su matrimonio, aclara un contertulio. La verdad es que, aunque el llanto en la radio es muy difícil de administrar, resulta conmovedor escuchar el de quien, junto a Moreno Bonilla, ha sabido gobernar una región determinante para el futuro de España y seguramente para el resultado de otras elecciones. Hay en sus balbuceantes palabras una dignidad que la derrota rara vez tiene.
Soberbia y vanidad
Marín no hace sangre contra nadie. Lo tendría fácil con Inés Arrimadas. Repite una y otra vez que esto es lo que han querido los andaluces y nada más hay que decir. Afirma que ha trabajado mucho y bien. Y los consejeros de Ciudadanos, también. Hay en sus palabras un implícito sentimiento de que no se merecen lo que ha pasado. Y seguramente sea verdad, pero era evidente que pasaría. Ciudadanos es un partido sin líder, descabezado, deprimido. Es ya una marca muerta después de hundirse con prontitud. Marín no debe pensar que pasar de veintiún escaños en 2018 a cero es su culpa. El partido está en la morgue desde que Albert Rivera le dio por jugar con las cosas de comer y privó a este país de la existencia de un partido liberal y moderno con poder de decisión. La soberbia lo perdió. Lo llamaron 'error de cálculo', pero fue soberbia e hinchazón de quien se creyó el rey del mambo. La vanidad, la arrogancia y el envanecimiento terminaron con Rivera. Esos tres estados de ánimo que el demonio regala a aquellos que lo buscan con devoción, están concentrados en el señor de La Moncloa, hoy desaparecido y parapetado en la impericia y la ordinariez política que representa la señora Lastra y sus estúpidas explicaciones. ¿No hay en el PSOE una mujer con más inteligencia y sentido de la oportunidad que esta señora? Terminaré pensando que esto es lo que quiere Sánchez, nulidades políticas que le den la oportunidad de destacar de vez en cuando. Cada vez menos.
El sanchismo, otra marca amenazada
Así como la deprimida marca de Ciudadanos estaba y está por encima del trabajo y la buena voluntad de sus militantes, la de Sánchez -otra marca a fin de cuentas- está de capa caída. Esto no va de las siglas PSOE. El partido es una anécdota en una organización en el que el debate es inexistente y la competencia interna desaparcó el día que Sánchez le ganó las primarias a Susana Díaz.
En Andalucía, a muchos socialistas les ha costado encontrar una mínima sintonía entre el PSOE que conocieron y recuerdan y este sanchismo atrabiliario y de plástico, vacuo y desenfocado. El problema es Sánchez, no es el PSOE. Cuesta entender que, después del despliegue de políticas sociales, la subida del salario mínimo, los datos del paro y los millones que nos regala Europa tras la pandemia, los andaluces hayan dado la espalda a los socialistas. Hay que ser bacín para fiar la remontada a la próxima cumbre de la OTAN en Madrid. Y muy descarado para explicar la derrota con el argumento de que los andaluces votan distinto en las generales. Los dioses ciegan a los que quieren perder. Insisto, no es la marca PSOE la que juega. Es Sánchez convertido en aparato. Es Sánchez, por cierto, el que en tres años se ha cargado el aparato más potente y mejor engrasado para ganar elecciones de España. El PSOE andaluz siempre aguantó los arreones de aquellas elecciones generales en las que los resultados no acompañaron.
Votos del PSOE que hoy son del PP
Era difícil que quien ha votado al PSOE varias veces en su vida termine votando al PP, pero así ha sido. La derrota viene de la mano de una gran evidencia: Es casi imposible gobernar España sin ganar Andalucía. Hace unos años, los madrileños colocaron al PSOE como tercer partido detrás de Más Madrid. Después, los castellanoleoneses volvieron a decirle que no serían ellos los que iban a gobernar, que preferían de nuevo al PP, aunque este viniera acompañado de la peste a azufre de Vox, un partido muy elemental en el que cunden los aficionados a esto de la política. Y ahora, esto del domingo.
Lastra dijo la semana pasada que había que votar en masa para que los socialistas no se vieran obligados a salir el lunes a tomar la calle. Pobre mujer, qué lío descomunal tiene dentro. En rigor hay que decir que los talantes de Juan Espadas y el portavoz del PSOE Héctor Gómez son de otra pasta. Tienen claro de qué va esto que llamamos democracia.
Espadas sabe, pero no lo declara, que la política de Sánchez a la hora de aliarse con independentistas, oportunistas nacionalistas de Sabino Arana y los herederos políticos de ETA han hecho que muchos votantes no puedan asumir semejante contubernio. Y por eso han cambiado de partido para no cambiar de ideas. No sabemos si lo de Andalucía obligará a adelantar las elecciones. Tampoco si sus alcaldes y presidentes autonómicos se van a atrever a decirle a Sánchez lo que piensan. Pero los próximos serán ellos. Vuelvo a insistir, no es la sigla PSOE, es la marca Sánchez la que se ha hecho bola en la cabeza de millones de españoles.
Los militantes no te hacen ganar unas elecciones, ayudan, pero no son determinantes. Se gana con los votos. Y el domingo cientos de miles de votos del PSOE fueron al PP
Ayer, el que fuera su jefe de Gabinete escribía con esa prosa ratonera que gasta en La Vanguardia, en la importancia de recuperar a la militancia. Menos mal que su predicamento en el PSOE está al nivel de los tipos de interés. Los militantes no te hacen ganar unas elecciones, ayudan, pero no son determinantes. Se gana con los votos. Y el domingo cientos de miles de votos del PSOE fueron al PP.
Creo que, salvo que Moreno Bonilla se equivoque mucho, esos votos ya no tienen retorno. El PP ha terminado parando a Vox, qué gran paradoja para aquellos que anunciaban el fin del mundo si Macarena Olona llegaba gobierno andaluz. Feijóo estará encantado que desde la calle Ferraz sigan con la letanía de Vox. Don Quijote en Campo de Criptana hizo mejor faena estampándose la crisma contras las aspas de un molino. Y ya saben que Alonso Quijano tuvo que sentir que se moría para recuperar la razón.
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