El asunto me pareció grave. Terriblemente grave. Llegó a la hora de una copa de sobremesa un viernes noche, aunque sin copa, en pijama y desde un sofá. A priori no era quizá el plan más apetecible para el último día de la semana, sin embargo, me pareció el más interesante y necesario. Una cruda radiografía del consumo de porno entre los jóvenes, en horario de máxima audiencia, en una televisión pública, la vasca. Con estupor y cierta curiosidad -lo confieso- asistí a la retransmisión del primer capítulo de una serie documental bajo el título Generación Porno con testimonios reales de chavales en plena efervescencia hormonal y de padres desbordados por una verdad hiriente: sus hijos consumen sexo violento cada vez más temprano, los hay hasta con ocho y nueve años, cuando en sus habitaciones todavía flotan las partículas del polvo de una infancia reciente.
Niños y adolescentes que manejan los teléfonos, las tabletas, mejor que yo con cuarenta; que se desenvuelven con soltura en las páginas más recónditas y salvajes de la red y también en sus propias relaciones; que saben cómo no dejar rastro de sus búsquedas, cómo borrar sus historiales. Niños y adolescentes convertidos en auténticos hackers y devoradores de imágenes de carácter sexual. No descubro nada nuevo si digo que los catorce de antes no son, desde luego, los de ahora, pero vaya si han cambiado las cosas en esta materia. Los protagonistas de este documental -ellos mismos, ellas- cuentan a cámara, sin tapujos, episodios que a una servidora le dejan con la boca abierta como un buzón. Dice Goizane, de catorce años y para asombro de su padre que la escucha al lado, que en su generación “es fundamental el porno”. Más joven todavía, Max, de trece, relata su primera experiencia junto a un amigo: “pagamos dinero de un juego virtual para que una prostituta nos hiciera un baile. Nos hizo el baile y los dos estábamos flipando, qué es esta maravilla”.
"Yo en ese momento, cuando vi ese video, pensé que era lo normal, que las relaciones sexuales eran así. La mujer y el hombre. El hombre dominaba a la mujer"
Y el verdadero problema, el peligro está en que una mayoría, el setenta por ciento de los jóvenes españoles, utiliza el porno para aprender. Es su fuente de educación, su única referencia y, desde luego, la peor para entender las relaciones sexuales. Lo reflejan, por ejemplo, las palabras de Pol, de dieciséis: “Era una mujer y un hombre haciendo el acto de manera un poco agresiva y violenta. Yo en ese momento, cuando vi ese video, pensé que era lo normal, que las relaciones sexuales eran así. La mujer y el hombre. El hombre dominaba a la mujer. Cachetadas, chillidos”. Escenas aberrantes que circulan sin ley ni candado por internet y que pueden llegar a incluir, según narran, hasta a bebés. Escenas monstruosas que los consumidores terminan por normalizar de tanto verlas a golpe de un sólo click. Una realidad despiadada al alcance de cualquiera y que está teniendo ya consecuencias letales.
En plena era de la información, la desinformación es total. Falta educación sexual. No se habla, no se enseña, es un tema tabú en muchos colegios y en otras tantas casas en las que las familias tienen una misión titánica
“La Guardia civil investiga varios chats de menores con pornografía infantil y contenidos violentos en Cantabria”. El titular ha ocupado numerosas portadas esta misma semana. Pedofilia, mutilaciones, decapitaciones. Chavales de catorce y quince años compartiendo secuencias de carácter sexual que, según los denunciantes, “revolvían el estómago”. Y, ¿cómo evitarlo? ¿cómo frenar esta pandemia? ¿cómo acabar con el tráfico de esta droga del siglo XXl? Se lo preguntan los padres que participan en este proyecto. “¿Qué puedo hacer yo contra esto?”, dice uno de ellos. La respuesta no es fácil. En plena era de la información, la desinformación es total. Falta educación sexual. No se habla, no se enseña, es un tema tabú en muchos colegios y en otras tantas casas en las que las familias tienen una misión titánica: tratar de conversar, instruir y dirigir a unos hijos que corren a sus anchas por el vasto campo que conforma la red y en el que nadie se encarga de poner barreras. Creo en documentales como éste, imprescindibles para poner el foco en asuntos preocupantes que no interesan en un hemiciclo enfrascado en otros debates: amnistía, Bildu, Puigdemont, terrorismo, autodeterminación. Palabras huecas, términos lejanos los que suenan estos días en un Congreso obcecado con desvestir a Feijóo mientras los ciudadanos buscan el modo de desvestir el porno.
Messidor
Desde luego, si en algo han triunfado los posmodernos, relativistas y woke es en aniquilar el respeto al método científico, la evidencia empírica, los datos y la aburrida sistematicidad RACIONAL que todo ello comporta, a la hora de extraer conclusiones generales sobre fenómenos complejos. Algunas cosas que la autora quizá podría considerar para no asustarse tanto la próxima vez que vea un documental sensacionalista: - Correlación no implica causalidad - El porno lleva fácilmente accesible en la red muchos años. ¿Por qué ahora? - Los estudios serios y solventes que se han hecho sobre relación estadística entre porno y delitos sexuales dan resultados muy leves, a veces de signo positivo *y a veces negativo* y otras veces ningún efecto. - Antes de Internet y los móviles los adolescentes también buscabamos el porno desesperadamente. Y lo conseguíamos, aunque con más dificultades y riesgos. - La idea de que ver porno violento da lugar a conducta sexual violenta, a falta de estudios serios que permitan establecer confiablemente esa relación causal (no los hay), es tan sólida como la de que ver películas de persecuciones provoca que los chicos roben coches y se lancen como locos por las calles (hombre, alguno habrá... quizá), o que para lograr que un chaval ordene su habitación basta con ponerle un video de otro chico ordenando su habitación (¿habrá alguno? No creo)
Ansurez
Antes había películas más amables de contenido sexual normal ,con guiones divertidos o románticos,la censura woke y el feminismo histérico echo esas películas de la tele y el cine,entonces la solución internet ha sido peor,todo está permitido si pagas.
JaimeRuiz
Conclusión: la pornografía es un género de tortura y los niños no ven espectáculos en los que unas personas complacen a otras sino en las que les hacen daño, informada conclusión de una pensadora que ha visto un reportaje en ETB. Es la clase de resistencia que tiene ese valiente mundo nuevo cuyo aspecto menos chocante es la pornografía. Por ejemplo, ¿qué es más grave, que los niños de 8 años vean actos sexuales o que los de 6 reciban clases sobre cómo gratificarse y complacer a sus compañeros? Después lo necesitarán, y el paso siguiente es que les enseñen los propios padres. Un amigo le dijo a su hijo de cuatro años "Cuando tengas una novia..." y el niño le replicó que a lo mejor tendría un novio. Ya a esa edad reciben adoctrinamiento para que en la adolescencia se planteen dos opciones, tortilla con o sin cebolla, buscar felaciones en compromisos sentimentales complejos o directamente de personas ansiosas de atenderlos y hasta de pagarles. Prácticamente todos los libros infantiles y juveniles premiados tratan de eso, de chicos que salen del armario, de chicos que descubren que son chicas, de familias con dos madres, etc. Eso y la guerra de los sexos es la tarea de la escuela hoy en día y nadie lo cuestiona, sobre todo porque los primeros en salir a negarlo son los que no tienen ninguna relación con niños ni con escuelas. A lo sumo han visto algún reportaje en televisión y son demasiado vasquistas o catalanistas o ambientalistas para prestarse a las añagazas de la extrema derecha.
vallecas
Hace unos años se hizo muy famoso el Juez de Menores, Emilio Calatayud. Todo el mundo le tenía mucha estima y aceptaba sus opiniones como hechos. ¡¡ Claro¡¡ Es un Juez de Menores, -¿Quién podría tener una mejor experiencia? Nunca entendí esta tendencia completamente errónea. Un Juez de Menores SOLO tiene contacto con "delincuentes menores", TODO su mundo es estar con menores conflictivos. Habría que buscar la opinión de alguien que tuviera contacto con todo tipo de jóvenes El Documental muestra una parte del mundo, y ya sabe usted que en lo último que piensan los periodistas es en la objetividad y la verdad.