Es curioso como no hemos aprendido casi nada de lo que nos llevó a la Gran Recesión. Digámoslo claramente, fue la consecuencia lógica de un experimento fallido ¡que surgió con Margaret Thatcher! Sus “reformas” en vez de liberar las fuerzas creativas del capitalismo, en realidad despertaron del baúl de los recuerdos a aquellos demonios que burlescamente tenían una capacidad ilimitada para crear crédito en las distintas plazas financieras del planeta, desde la City de Londres, expandiéndose por la Castellana de Madrid hasta reposar en Wall Street. Obviamente todo ello aderezado con la puesta en funcionamiento de distintas burbujas que llevaban el precio de los activos hasta el infinito y más allá, mientras se privaba a las industrias de occidente del capital necesario para su desarrollo. La obra culmen previa de estos demonios fue la Gran Depresión. Vamos que venían precedidos de un pedigrí de categoría.
El caso español, con la inefable frase del otrora presidente del Gobierno, José María Aznar, “España va bien” era otro ejemplo palmario. Su “España va bien” no era más que una burbuja inmobiliaria que le acabó estallando al gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, cuyos economistas fueron incapaces, también, de anticipar las dinámicas del crédito y la deuda privada. Este planteamiento se puede extender a otros gobernantes, como George W. Bush que simplemente tuvo la desgracia de ser presidente cuando el castillo del crédito generado durante la era Clinton se desplomó.
Gasto público y desempleo
Sin embargo, lo más alucinante, fruto de la ignorancia o del cinismo, no sé que es peor, es que unos listillos políticos, muy extendidos por estos lares, intentaban, e intentan, hacer pasar al déficit público como el causante de la crisis, cuando en realidad fue una consecuencia de ella, que sirvió para atenuar la crisis. Lejos de causar la recesión de 2008, amortiguó el golpe provocado por el colapso de la demanda financiada con crédito. Cuando estalla la crisis, el incremento del gasto público estaba implícito en el sistema fiscal de la mayoría de los países desarrollados: el descenso de los ingresos fiscales, unido al aumento del desempleo, llevó al déficit en las cuentas públicas. Como consecuencia del colapso de la demanda basada en crédito, la deuda pública no dejó de aumentar. Sin el gasto público el desempleo habría sido mucho mayor, como ocurrió en la Gran Depresión. Lo triste es que el austericidio fiscal se aplicó en España durante el período 2010-2014, agravando el problema del desempleo y aumentado la pobreza patria.
Estudios sobre salarios
Estos días ha producido un ruido excesivo un documento de Banco de España titulado “Los efectos del Salario Mínimo Interprofesional en España: Nueva Evidencia para España”. La interpretación sesgada de los mass media patrios, a partir de cierta filtración interesada por esa parte del Gobierno socio-liberal que, erre que erre, sigue con su manual a modo de bálsamo de Fierabrás, ha impedido una discusión sosegada. En realidad dicho documento en términos generales valida los efectos positivos de la subida del SMI en 2019. Cifra en 1,6 millones los beneficiados, diez veces más que los “aparentes” empleos perdidos; descarta relaciones de causa y efecto entre el alza del salario base y desempleo; destaca los objetivos de equidad y mejora del nivel de vida de la medida; y ve margen para más aumento. La parte más discutible es la metodología aplicada para ver su impacto en la ralentización, que no destrucción, de empleo en algunos colectivos. Se olvidan en su análisis de diferencias del incremento del nivel de demanda agregada que la medida conlleva, al no incorporar el impacto macro que el aumento de la demanda como consecuencia de la subida del SMI tiene sobre el empleo. El problema es que toda la macro construida a partir de Robert Lucas, es decir, a partir de fundamentos microeconómicos, es de muy poca utilidad. Como dijo el otrora premio nobel Paul Romer, “The Trouble with Macroeconomics”. Estos microfundamentos y su parafernalia son la base de generación de burbujas de todo tipo, crisis, pobreza y desigualdad. Pero repito, el documento de Banco de España con calma sosegada es un muy buen punto de partida para el análisis.
En un contexto de pérdida de participación del factor trabajo en la renta nacional, la única manera que tuvieron muchas familias de mantener niveles de consumo fue a través del crédito
Sin duda alguna, muchísimo más deleznable fue un estudio de un servicio de estudios de un banco español que allá por 2014 defendía los recortes salariales para generar empleo, presentando como evidencia empírica una mera correlación espuria que desaparecía cuando se controlaba por el ciclo del crédito. En román paladino, en un contexto de pérdida de participación del factor trabajo en la renta nacional, la única manera que tuvieron muchas familias de mantener niveles de consumo fue a través del crédito. Una vez que se controlaba por el ciclo del crédito desparecía la relación entre salarios y empleo. De nuevo, todo ello adornado con funciones de producción irreales, supuestos micro-simplistas, olvidos de la paradoja kaleckiana de costes, y un largo etcétera.
La visión de la ortodoxia
Cuarenta años de neoliberalismo transformaron la economía real aproximándola al mundo ideal que recogen los libros de texto que, aún a fecha de hoy, se siguen estudiando en las facultades y escuelas de negocio de medio mundo. La ortodoxia nos vendió, y sigue vendiéndonos, un mundo que según ellos debía funcionar: los mercados financieros fueron desregulados, los sindicatos cuasi destruidos, la competencia se introdujo en todo, incluidos los servicios públicos… Sin embargo, sucedió todo lo contrario. Pobreza, paro, desigualdad, aumento de los rentistas, descenso de la productividad, y la Gran Recesión. El daño provocado ha sido inmenso y requerirá de varias décadas para ser revertido. Esperemos que la administración Biden y sus muchachos, acordémonos de la entrevista que detallamos a Zach Carter, sean el preludio del cambio de paradigma.
A fecha de hoy, el problema sigue siendo una descomunal deuda privada esparcida por todo el planeta, desde Australia, China, Corea, Nueva Zelanda u Hong-Kong, pasando por los Estados Unidos, hasta llegar a Irlanda, España, Holanda, Bélgica, o Finlandia. Sin duda, solo desde un análisis minskyano, bajo la hipótesis de inestabilidad financiera de Hyman Minsky, o mediante un análisis de balances sectoriales a la Wynne Godley, uno de los economistas más elegantes de nuestra profesión, se podía prever lo sucedido y se puede prever lo que sucederá. Todo lo demás, humo.