Tenemos cinco ejemplos, que no son los únicos, de grandes lenguas que arrinconaron a otras sin que nadie las impusiera.
En orden cronológico, el primero fue el griego, que se instaló en los grandes imperios de su época y algunos más tras la campaña de Alejandro Magno.
El segundo fue el latín, que se extendió por el vasto Imperio como lengua cultural tan poderosa como el ejército que la llevó, y eclipsó a las otras, a todas las que se hablaban en dominios bañados por el mediterráneo.
El tercero fue el árabe, lengua del Corán que acompañó al islamismo y desplazó al latín del norte de África y Oriente Medio, pero no al latín de Hispania, que ya empezaba a ser hablado en dialectos. España, que estuvo ocupada ocho siglos por el Islam, podría hablar árabe, y el árabe, hecho más improbable pero posible, haber viajado en las carabelas de Colón. A aquellos marineros no les habría importado porque lo sustancial no es el nombre de la lengua, sino disponer de una, la necesaria en cada momento.
Los árabes fueron vistos como invasores por los cristianos que deseaban recuperar el reino de los visigodos, y la Reconquista impuso las lenguas que eran la evolución natural del latín
El árabe no estuvo ocho siglos en España. Tal vez solo en el reino de Granada, pero nunca como lengua única. En el norte, donde nacieron las lenguas románicas, estuvo poco tiempo. Habría que añadir que quienes ocuparon la península fueron siempre una minoría que se mantuvo distante del resto de la población y no hablaba la lengua local, el mozárabe, heredera del latín, que desapareció con la Reconquista. Convivían con nativos que solían ser esclavos, ya fueran españoles del norte, o traídos de Francia, o Alemania. Por eso los árabes fueron vistos como invasores por los cristianos que deseaban recuperar el reino de los visigodos, y la Reconquista impuso las lenguas que eran la evolución natural del latín.
El castellano, cuarto ejemplo, se instaló en América porque los españoles llevaron la educación y repoblaron los territorios. Las primeras universidades de América fueron creadas por españoles. Y la independencia de América no fue una guerra entre indios y españoles, sino entre unos españoles y otros para dominar los territorios. La lengua vehicular de todos ellos fue el español, aunque no la más hablada hasta que las nuevas naciones la establecieron como oficial una vez que la población autóctona, mezclada con los españoles, se adaptó al uso del castellano.
América es el continente de las tres lenguas, español, inglés y portugués. Y algunas más, pero esencialmente estas, pues incluso quienes hablan otras conocen alguna de estas tres. Si la historia se hubiera desarrollado de otro modo y hubiera sido la corona portuguesa la que le proporcionara las tres carabelas a Colón, hablaría tan sólo portugués; o incluso italiano, si un Marco Polo cualquiera se hubiera atrevido, o también holandés, pues fueron grandes marineros… quién sabe… y, por qué no, si la expedición sale del puerto de Barcelona por mecenazgo catalán y con marineros catalanófonos, tal vez Argentina hablaría hoy catalán sin que nadie se rasgara las vestiduras.
Y el quinto ejemplo es el del inglés. Estados Unidos, enorme nación, la tercera del mundo en extensión tras Rusia y Canadá (países mucho menos poblados) y el segundo en población (tras China y la India) no tiene lengua oficial. Fueron los repobladores quienes eligieron la más útil. Todo lo contrario de lo que sucede en el trigésimo segundo país del mundo en población, que cuenta con cinco lenguas (español, catalán, valenciano, gallego, vasco, asturiano) oficiales o cooficiales. ¡La libertad guiando al pueblo!
Las fronteras de la Historia
También el catalán podría hablarse en todo el Mediterráneo si un tarraconense aguerrido, pongamos por caso, hubiera emprendido una campaña expansionista con miles de soldados catalanófonos, tipo Napoleón.
Quiere esto decir que la distribución actual de las fronteras del Mundo, así como los dominios monolingües (español, francés italiano), ambilingües (catalán y español, galés e inglés; occitano y francés; véneto e italiano) o políglotas: (aranés, catalán y español o tamazight, árabe y francés) son resultado del azar, o si se prefiere del desarrollo histórico. Es sabido que la historia traza fronteras políticas y lingüísticas, y las lenguas, siempre al servicio de los hablantes, se acomodan a las circunstancias.
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