Es mejor asumir lo que hay para poner remedio a lo que vendrá. Sánchez es la voz autorizada de la autocracia constitucional que ya es España. Mientras él toque los acordes moderados (falsos), dejará que la mitad de su Gobierno (autoritario sin pose ni postureo, a diferencia del presidente) admire a los peores sátrapas del mundo. Sonarán los acordes de la subvención y acudirá a recibirle la élite roedora. Lo sustancial de esta táctica que pergeñó en su día el flautista redondo es que hace tiempo que está demodé. Nadie cree ya en la voz de curita redomado de ese autócrata derivado en impostor autoritario. Lo que perpetró en Ermua es un despropósito calculado. No le importa pisotear la nación que gobierna con tal de sentar sus posaderas en el trono del poder. Nadie, desde Fernando VII, ha merecido con mayor justicia el calificativo de felón que el sujeto Sánchez.
Pero no dimite de su ya nada sutil estrategia, aplicable a cualquier tema o conflicto que cierta prensa, aliada a la causa, se encarga de amplificar. Sucede con Putin, sucede con la oposición, sucede con cualquier tema en el que el pueblo tenga una opinión, y ya sabemos que la tiene para todo. Primero saca a las huestes podemitas, totalitarias hasta en el DNI, para que formen corrillo de posicionados. Deja a continuación que el tema cuaje entre radicales digitales y ya saldrá él en subvencionado medio para que le den el masaje moderado de Estado que su sanchidad merece. Y vuelta a empezar. Acontece a diario con el asalto a mano armada (de pasta) que hace a las instituciones o su enésima bajada de calzones ante la dictadura alauita con el tema migratorio. Melilla es el espejo en el que Narciso mira al mundo libre desde su poltrona escabechada de secretos. Prefiere la tranquilidad de Marruecos a la seguridad de los españoles. Para un descastado, es más fácil ser siervo en reino ajeno antes que ciudadano en patria propia.
Pero en el podium del latrocinio está su conchabeo con los hijos de ETA a cuenta de la memoria histórica, la más sectaria y totalitaria de las leyes socialistas, y no es sencillo decir esto. En el futuro, la historia que aprendimos será cuentos de fachas, y los que cuestionamos la nueva historia oficial, seremos calificado de revisionistas o peligrosos reescritores de la misma. Alterar el orden lógico de los hechos, la razón de lo acontecido, es el objetivo principal de la Plataforma Sanchista de Obedientes Embusteros, deriva moderna del tradicional PSOE golpista de Largo Caballero e Indalecio Prieto y del socialismo corrupto pero simpático que desde González inundó de cortijos subsidiados la España postfranquista.
Para derrotar al socialismo e impedir que creen leyes que balcanizan la nación y empobrecen al individuo, hay que derribar toda su arquitectura moral, filosófica y económica
España será los que los escribas del régimen impongan. Sánchez será historia un día, cuando se vaya, sin derecho a entrar en ella, más allá de retrato que a todos los presidentes hacen por servirse del pueblo al que engañan. El foco habrá que ponerlo, cuando llegue el momento de su despedida, en su sustituto y qué hará con la nación herida que nos dejará el autócrata. Si cuando derrotas al socialismo sólo te dedicas a vender gestión y sacar pecho de tu pericia con la economía, pero renuncias a derribar los perversos y falsos axiomas de aquel, el socialismo enseguida volverá al poder, aupado por un pueblo cada vez más dócil y monitorizado, subvencionado y cautivo, sin crítica ni preparación para combatir lo evidente, reforzando a sus próceres de izquierdas más demagógicos y autocráticos cada vez. Para derrotar al socialismo e impedir que creen leyes que anulan la igualdad entre hombres y mujeres, que balcanizan la nación y empobrecen al individuo, hay que derribar toda su arquitectura moral, filosófica y económica. Presentarle como lo que es: una doctrina enemiga de la libertad, enemiga del progreso y enemiga, por tanto, del individuo, sea hombre o mujer.
La continuidad de España como nación depende de la derogación de una política y una forma de entenderla: lo que el sanchismo ha instaurado en la sociedad española es un trágala en el recorte de libertades individuales. Su desaparición de la esfera pública es un imperativo categórico de urgente aplicación. Pero Sánchez, advertido del futuro, construye sobre esa ley inmutable que dice que la izquierda puede perder el gobierno, pero nunca pierde el poder. Se ocupan, como bien enunció aquel día Errejón ante camaradas abducidos, de colocar en los diferentes aparatos del Estado a sus secuaces ideológicos, para que sigan nutriendo de doctrina la casa que habitan: RTVE, CIS, CGPJ, Indra, INE...no hay institución que no sea parasitada por los inquilinos perpetuo de lo público.
La izquierda siempre creyó estar por encima de las leyes. Porque ser de izquierdas es su única ley. Y con eso basta para ir por el mundo dictando a los demás lo que es bueno o malo
Porque, a fin de cuentas, ser de izquierdas es un chollo que no perece. Da igual lo que digas, hagas o defiendas. Siempre te salvará tu condición vital de poseedor de la verdad absoluta, la moral incorruptible y el carnet de verdadero defensor de las causas perdidas si a cada opinión le añades el salvoconducto progresista. Vivir bajo el paraguas del autoperdón perpetuo debe ser un pasaporte al cielo de los justos. La izquierda siempre creyó estar por encima de las leyes. Porque ser de izquierdas es su única ley. Y con eso basta para ir por el mundo dictando a los demás lo que es bueno o malo, moral o inmoral, correcto o incorrecto. Sus Tablas divinas se recogen en un buenismo zen y una pátina de soberbia que les hace levitar mientras caminan. Son maestros y alumnos, trabajadores y empresarios, ricos y pobres. No hay colectivo que no presuman de representar. Dicen ser del pueblo aunque desprecien a la mitad de él y se aprovechen de la otra mitad para vivir como aquellos que odian. La izquierda lo es todo, aunque sea la nada.
Representa hoy, mal que le pese a la progresía de ático y gin-tonic, una burocracia de eslóganes precipitados, una industria de funcionarios al servicio de axiomas fracasados pero rentables, mantras caducos pero aprovechables. Aún. Mientras haya dinero ajeno que saquear, su supervivencia está asegurada, porque siempre habrá ciudadanos serviles a sus causas de buena fe. El día después de la autocracia constitucional fundada por Sánchez, toca recomponer la nación de ciudadanos libres e iguales que es España. Cambiando la alternancia de trapicheos institucionales por alternativa de proyecto y rumbo. Sin complejos. Con firmeza. Sin trágalas nacionalistas ni concesiones a la reinvención woke, canto a la ignorancia oficial. Al socialismo no sólo se le derrota con un cambio de gobierno. Esto es lo primero que deben asumir los que lleguen el día después de Sánchez.
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